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San Isidro: Morante, doble protagonista: con su arte y con su desvergüenza torera

San Isidro: Morante, doble protagonista: con su arte y con su desvergüenza torera

viernes 14 de mayo de 2021, 22:34h
No hay términos medios, salvo contadísimas excepciones, con Morante. Y en esta segunda de Feria tampoco, porque el de La Puebla se convirtió en el auténtico protagonista de la tarde. Por un lado con una magnífica actuación preñada de cante hondo, aunque con reparos por el carretón obediente de Juan Pedro que tenía delante. Por otro, echó mano a la poca vergüenza profesional y falta de respeto a esos mismos espectadores que minutos antes le habían jaleado, al no querer ni ver al sobrero de Daniel Ruiz que le tocó en suerte o desgracia. Con muy poco público para un cartel de figuras, y un encierro con trapío y manejable, que a falta de la virtud de la bravura alboreó la de la movilidad, que no es poco en esa divisa, también Ponce ofreció dos facetas y Pablo Aguado casi pasó de puntillas.

Ya de salida le gustó al protagonista el segundo de la función, al que saludó con extraordinarios lances, artistas y profundos, purp cante jondo, que fueron un resorte para que gran parte del cotarro se levantase de sus asientos. Fue el prólogo de una labor con la pañosa, que Morante comenzó con inspirados redondos, en cuya segunda serie aunó los altos quilates con la ligazón, así como al natural. La inspiración le llevó después de nuevo a los redondos y sobre todo a otros adornos rodilla en tierra antes de -¡noticia, noticia!- atracarse con un espadazo.

Eso sí, es menester insistir en la catadura pajuna del bicorne, por lo que la emoción se quedó en el toreo de los elegidos y no en la pujanza del toro. Y lo que se quedó en el público fue un cabreo morrocotudo cuando el de La Puebla sacó la jindama y el pavor y aplicó una táctica defensiva, tipo Simeone, conformándose con el trofeo (gol) cortado, frente al sobrero, que sí, era un porquería sin casta ni ‘na’, pero no apuntó peligro en ningún momento, ni siquiera cuando su matador lo molió a trapazos.

Sorprendió un Ponce entregado y fácil desde que se abrió de capotón para lucirse rodilla en tierra con suavidad y templanza en el que abrió festejo. Un lucimiento que siguió en un quite por ajustadas chicuelinas y al inicio de su labor con la sarga, nuevamente genuflexo improvisando el pase del desprecio, dos trincherillas un larguísimo cambio de mano y el de pecho. Y, lo que es más noticioso, sin abusar de sus habituales trucos de pico y distancia kilométrica con las astas, ya que cuando el funo se vino abajo, Ponce tiró de encimismo entre las dos serias navajas albaceteñas de su enemigo, antes de marrar con estoque y verduguillo. En el otro, ya Ponce no sorprendió ni un ápice con su clásico toreo ventajista que a nadie interesó.

Defraudó Pablo Aguado, al que se esperaba con el crédito que se ha ganado en Madrid anteriormente, pero el sevillano, que también brilló con el percal de pura ortodoxia, sólo cascabeleó su indudable clase en muletazos sueltos, esturreados y sin mando por toda la arena, frente a su primero. Más pendiente de la estética que del fondo, Aguado ya no pudo enmendarse con la piltrafa descastada corrida en último lugar.

FICHA DE LA CORRIDA

Cinco toros de JUAN PEDRO DOMECQ, cinqueños, serios y astifinos; noblotes, cumplidores en el caballo y con un punto de codicia excepto el descastado 6º. Sobrero de DANIEL RUIZ, lidiado en 5º lugar, también con trapío y descastado. ENRIQUE PONCE: silencio; silencio. MORANTE DE LA PUEBLA: oreja; bronca. PACO AGUADO: ovación tras aviso; silencio. Plaza de Vistalegre. 14 de mayo. Segunda de feria, alrededor de media entrada de un aforo permitido de 6.000 personas.

Crónica del festejo anterior

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