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Veranillo del membrillo

Veranillo del membrillo

miércoles 22 de septiembre de 2021, 11:27h

Poco antes de concluir septiembre, la temperatura suele subir y a la altura del día 29 -San Miguel- maduran exultantes los gualdos membrillos. “Veranillo del membrillo”, denominamos en Málaga a esos días que preceden a octubre en los que crece nuevamente “la calor”.

El fruto de la Cydonia oblonga es algo así como el patito feo de las frutas. Alcanzada la maduración, luce revestida de un esplendoroso amarillo, pero antes de ese estado debe desprenderse de una antiestética pilosidad clarigrisácea. El mimo constante del astro rey la desnuda de ella y termina por otorgarle además de una piel áurea, una pulpa perfumada con la que preparamos esa conserva de dulzura capital que sugestivamente llamamos carne de membrillo. Más feo es el nombre de membrillete y feísimo el de codoñate -una castellanización grosera del término catalán codonyat- por mucho que la emplee el Arcipreste de Hita en el Libro del Buen Amor.

Del vínculo amoroso entre el membrillo y el sol nos habló en 1992 el cineasta Víctor Urice en un largometraje, con más trazas de documental que de película, titulado El sol del membrillo, donde el pintor Antonio López, nos hizo vivir el proceso de trasponer al lienzo la luz solar que, filtrada entre las hojas de un membrillero, maduraba cariñosamente los frutos en la rama.

A los membrillos y al amor los une tradición histórica. Los griegos asociaron a Afodita con el membrillo y los romanos representaban a Venus con uno en la mano derecha. Será por eso que al fruto y a la dulce conserva que con él se prepara se los asocia no solo con la fecundidad y la eugenesia, también con el deseo… Cervantes se hace eco de esta virtualidad en El licenciado vidriera. Tomás Rodaja -el protagonista- pierde la cordura por comer un membrillo: “como él atendía más a sus libros que a otros pasatiempos, en ninguna manera respondía al gusto de la señora; la cual, viéndose desdeñada y, a su parecer, aborrecida y que por medios ordinarios y comunes no podía conquistar la roca de la voluntad de Tomás, acordó de buscar otros modos, a su parecer más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento de sus deseos. Y así, aconsejada de una morisca, en un membrillo toledano dio a Tomás unos destos que llaman hechizos, creyendo que le daba cosa que le forzase la voluntad a quererla”.

Visto así, parece que “la caída” de Tomás Rodaja se debió al hechizo y que el otoñal membrillo carece de culpa. Quien carecía de inocencia, se lo aseguro, era Cervantes…Durante el Renacimiento el membrillo fue en toda Europa símbolo del matrimonio, y por tanto, de la unión carnal, del sexo…sobre todo del sexo femenino. De hecho, Sebastián de Covarrubias -contemporáneo de Cervantes- explica en Tesoro de la lengua castellana o española que “La etimología del membrillo tienen algunos del diminutivo de la palabra membrum, por ciertas semejanza que tienen los más de ellos con el miembro genital y femíneo”. Es decir, membrillo es un miembro pequeño, pequeñillo, un miembrillo. ¿Comprende ahora lo del Arcipreste de Hita, el Libro del buen amor y el codoñate?…

Puestas ya sobre la mesa (de comedor), estas veleidades de la lengua ( o sea, lingüísticas, no me malinterprete), conviene recordar que los pecados de la carne, aunque sean de la de membrillo, según la Iglesia (con ella hemos topado, amigo Sancho), habrán de ser juzgados en el juicio del fin de los tiempos. ¿Ha adivinado ya quién estará ahí para pesar su alma? ¡Pues el septembrino arcángel Miguel!, ¿qué había creído? Miguel es el héroe en la lucha contra Satanás y el día del juicio descenderá del cielo con la llave del abismo (Apocalipsis 20). Normalmente, lo vemos representado con una espada desenvainada en el rol de adalid de Dios, pero también se le representa como pesador de almas (en Egipto era Anubis el encargado de esta función) y calibrador de nuestros méritos y pecados. Miguel tiene derecho a practicar tal evaluación porque le avala su currículum de batallador contra el mal. Por eso, lo más frecuente es encontrárnoslos pintado o esculpido en pleno triunfo sobre el demonio, sobre la serpiente o el dragón…

La soberbia, la avaricia, la ira, la envidia y la pereza son pecados realizables solo con el espíritu, pero para la lujuria y la gula, se necesita, además, echar mano del cuerpo, contar con la carne… con de la del membrillo, si fuera necesario. Es fruta de otoño, objetará alguna persona desdeñosa. ¿Y qué? Para el amor y el sol no hay edad. La fruta verdaderamente rica es la madura. Lo dice el evangelio: el mejor vino llega al final.

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