Crítica de la obra de teatro 'Tu mano en la mía': el dolor de un amor a distancia

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martes 25 de octubre de 2022, 11:54h

Partiendo de las más de 400 cartas que se cruzaron entre sí el dramaturgo Anton Chèjov y la actriz Olga Knipper durante seis años (1898-1904), la dramaturga Carol Rocamora ha escrito un hermoso texto, ‘Tu mano en la mía’, que Santiago Sánchez dirige en una atinada propuesta en la que se capta la belleza y la hondura de la relación entre los dos artistas. Ahora puede verse en el escenario de la Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez.

Todo empezó a raíz del flechazo que surgió entre los dos en su primer encuentro en una lectura del Teatro del Arte de Moscú. A partir de ahí, lo que uno ya puede suponer, primero amigos, luego amantes y, al final, marido y mujer. La relación estuvo marcada por la tuberculosis de Chèjov, obligado a larguísimas estancias en Yalta mientras que Olga tenía que quedarse en Moscú, su lugar de trabajo, en donde tenía ya construido un nombre de prestigio en el panorama teatral. Esa circunstancia les obligó a los dos a escribirse de forma casi compulsiva.

Hoy resulta difícil entender cómo una relación de ese tipo puede mantenerse durante seis años sin que la llama del amor se vaya apagando como una vela pero cualquiera que pase de los 50 probablemente ha sufrido en cabeza propia la desazón y la amargura que provoca enfrentarse cotidianamente al descubrimiento de emociones, de noticias, de sinsabores y de alegrías que se han producido dos, siete o más días, los que median entre el momento en que el emisor escribe una carta, y los que han trascurrido cuando le llega al receptor. Pues así estuvieron durante años el dramaturgo y la actriz hasta que llegó el momento de la muerte de Chèjov, al menos en brazos de su amada cuando juntos se desplazaron a Baden Baden, en Alemania, buscando desesperadamente un tratamiento que pudiera mejorar la situación del dramaturgo. No pudo ser.

La emoción desbordante que surgió en la relación (“La felicidad no existe. Lo único que existe es el deseo de ser feliz”), la gestación de algunas de las obras más importantes del dramaturgo ruso (La gaviota, Tío Vania, Las tres hermanas, El jardín de los cerezos…), el duro y tenso trabajo de los ensayos con directores de la talla de Nemiróvich-Dánchenko y Stanislavsky, la duda permanente hasta que no se expone ante el público todo ese proceso… (“La literatura es mi esposa legítima y la medicina, mi amante. Cuando me canso de una, paso la noche con la otra”). Esto y mucho más puede verse en un verdadero combate actoral entre Rebeca Valls y José Manuel Casany, encarnando a una Olga Knipper vitalista, apasionada y desesperada por no poder abrazar a su amado, y un Anton Chèjov tierno, juguetón y enfermizo atrapado en “el desierto de Yalta” y flanqueado constantemente por su madre y su hermana Massa.

Un sencillo despacho de trabajo en uno de los extremos del escenario y alguna silla y perchero en el contrario marcan la distancia entre Yalta y Moscú, una escenografía diseñada por Dino Ibáñez. Ilumina ese espacio con verdadera sensibilidad Rafael Mojas, y pone música a la desazón, los encuentros y las obligadas y dolorosas separaciones Víctor Lucas. El diseño de vestuario es obra de Elena. S. Canales (ropa actual para los dos actores, que más tarde Olga irá transformando en ropa de época para ella con falda larga y abrigos).

Santiago Sánchez (alma mater de la compañía valenciana L’om imprebís), dirige con acierto a los dos estupendos actores y construye con ellos una historia llena de poesía, de emoción, de vida, de amor y, en cierto modo también de fracaso. Ser dramaturgo o actriz tampoco te libra de ello... Una propuesta muy interesante.