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La puta triste

sábado 21 de marzo de 2009, 14:48h
Definitivamente hay que financiar a Vargas Llosa para que se una al clan de los de la ceja. Es un fallo imperdonable del aparato de agitación y propaganda del PSOE no haber calculado a tiempo que había algunos intelectuales a los que convenía captar para la causa de Zapatero. Ha sido un fallo creerse que eran suficientes la familia Bardem, Ramoncín, Víctor y Ana y unas cuantas decenas más de subvencionables para que lo que algunos llaman “el mundo de la cultura” apoyasen en todo al Presidente del gobierno.

Ese error de cálculo tiene sus consecuencias porque es más contundente y demoledora una frase de un escritor como Mario Vargas Llosa que mil proclamas detrás de una pancarta de los del clan de la ceja.

Eso es lo que tiene la literatura, la palabra bien escrita y mejor dicha, que derrocha autoridad sin necesidad de hacer aspavientos. La literatura da contenido al pensamiento, pero de eso saben poco los que dedican todo su esfuerzo a crear eslóganes como todo argumento de la acción política.

Vargas Llosa al comentar que el Gobierno español de Rodríguez Zapatero acaba de hacer pública su decisión deapandillar un movimiento para que la Unión Europea, que, luego de los fusilamientos y condenas a los 75 disidentes había optado por una política de firmeza ante la dictadura cubana mientras no hubiera progresos reales en la isla en materia de derechos humanos, rectifique y opte más bien por el acercamiento y el diálogo amistoso con Castro, es decir, por cortar toda vinculación y apoyo a sus opositores", ha jugado con el título de una de las peores novelas de García Márquez y ha pedido que se impida que España se convierta en la puta triste de Fidel Castro.

Lo peor de todo es que con este gobierno una vez hacemos de puta triste, otras de puta indómita y otras de puta en rebajas, pero no acabamos por convertirnos en señora de nuestra propia casa bien relacionada con las otras damas de nuestro entorno.

 Aquí da la sensación de que a perro flaco todo son pulgas y en un momento en el que se ha caído el chiringuito de la demagogia porque no hay crisis que aguante una inacabable retahíla de promesas incumplidas e incumplibles, ya no te guardan respeto ni los Premios Cervantes, ni los Premios Príncipe de Asturias.

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