Los últimos datos publicados en China confirman el enfriamiento progresivo de su economía, en un momento clave para el comercio internacional y la estabilidad financiera global. En agosto, las ventas minoristas y la producción industrial mostraron una desaceleración por debajo de las previsiones, mientras que la inversión en activos fijos registró su crecimiento más bajo desde la pandemia. A esto se suma un repunte del desempleo urbano y la persistente presión sobre el sector inmobiliario, que continúa actuando como lastre sobre la demanda interna. Si bien se espera una nueva ronda de estímulos monetarios y fiscales, los márgenes de maniobra se reducen ante la inestabilidad del mercado laboral, la debilidad del consumo y las fricciones comerciales con EE. UU., que vuelven a escalar en torno a cuestiones tecnológicas y de propiedad empresarial.
En Europa, las tensiones fiscales vuelven a marcar el tono político y económico. Francia ha sido degradada por la agencia Fitch, que recortó su calificación crediticia de AA- a A+, apuntando a una combinación de alta deuda, polarización institucional y falta de claridad en el programa presupuestario. Esta rebaja complica el camino para el nuevo Ejecutivo, que debe negociar un presupuesto en un entorno parlamentario fragmentado y con fuerte presión social. En Reino Unido, el Banco de Inglaterra se reúne el jueves, en un contexto de elevada volatilidad en los mercados de deuda. Aunque no se esperan cambios en los tipos, el foco estará en el ritmo de reducción de balance, en un entorno fiscal cada vez más condicionado por la sostenibilidad de la deuda pública.