La reciente debilidad del dólar se explica por una combinación de factores políticos y monetarios que han generado una mayor desconfianza en el mercado. La posibilidad de que el presidente norteamericano designe anticipadamente al sucesor del presidente de la Reserva Federal ha impulsado la idea de futuros recortes en los tipos de interés. Esta maniobra ha sido interpretada como un intento de influir en la política monetaria del país, cuestionando así la autonomía de la FED. En consecuencia, el dólar acumula una depreciación superior al 10 % en lo que va de año, situándose en su nivel más bajo en tres años. A este contexto se suma un entorno global en el que la economía de la Eurozona está mostrando señales de mejora, lo que ha llevado a los inversores a reducir su exposición en dólares y buscar refugio en otras divisas y activos.
En paralelo, el dato final del PIB del primer trimestre de EE. UU. refleja una contracción del 0,5 %, superior a la inicialmente estimada. La desaceleración responde a un consumo interno más débil y al efecto de los aranceles sobre productos importados. Parte de la revisión se explica por un incremento de las importaciones por parte de las empresas, que habrían adelantado compras ante la expectativa de medidas comerciales más restrictivas. Aunque se prevé un repunte en el segundo trimestre, sustentado en la normalización del comercio, es probable que el impulso sea transitorio. Además, indicadores como el empleo, la vivienda y el comercio minorista muestran signos de desaceleración, lo que introduce incertidumbre sobre la solidez del crecimiento a medio plazo.