Los mercados afrontan una semana marcada por la incertidumbre política en Estados Unidos. La falta de consenso en el Congreso amenaza con un cierre parcial de la administración federal, lo que implicaría la suspensión de servicios públicos, retrasos en pagos y en la publicación de estadísticas oficiales. Más allá del impacto inmediato, un bloqueo prolongado podría erosionar la confianza de hogares y empresas, con efectos sobre el crecimiento en un momento de clara moderación.
El dólar ha cedido posiciones y la rentabilidad del Treasury a 10 años descendió del 4,18 % al 4,13 %, reflejando la búsqueda de refugio en deuda soberana y la mayor preferencia por liquidez. Este telón de fondo añade complejidad a la política monetaria. En la Reserva Federal coexisten posturas enfrentadas: el ala más restrictiva insiste en que la inflación continúa por encima del objetivo y advierte que un cierre gubernamental generaría distorsiones en los datos; en contraste, otra corriente defiende recortes más agresivos, argumentando que la tasa neutral habría caído por cambios estructurales. Este debate incrementa la volatilidad en expectativas de tipos.
En Europa, el discurso de la autoridad monetaria es más benigno y sugiere que el ciclo de recortes se aproxima a su tramo final. La caída de la confianza económica en la zona euro y la sorpresa bajista del IPC en España refuerzan esta percepción, aunque persiste la vulnerabilidad a la evolución de la energía y del comercio exterior.