Feria de Otoño: defraudan los 'adolfos' y Talavante

Tras el gesto de anunciarse dos tardes en Otoño, una Feria de la que huyen las demás figuras, Talavante pareció venir dispuesto a todo tras que no pasara nada destacado en su anterior comparecencia en el abono. De hecho, sorprendió al cotarro cuando se marchó a portagayola a esperar al primer burel. Algo, lo de aguantar ahí, que no se recuerda por parte de los mandamases del escalafón en lo que va de milenio y posiblemente en el anterior.

Además, quien iba a salir por toriles era otro ‘Chaparrito’, hermano del que dejó profunda huella por su bravura hace cuatro meses, con lo que nos las prometíamos felices. Asomó el bicorne, embistió de mala gana al coletudo, fuese y… no hubo nada. Porque a partir de ahí el animal –la antítesis del 'Chaparrito' isidril-, como el resto de hermanos de divisa, sólo cumplió mínimamente –también como el resto- en el penco y mostró su catadura descastada.

Tras voltear al subalterno Juan José Trujillo, afortunadamente sin otras consecuencias que el palizón, llegó a la pañosa sin emplearse y defendiéndose. Por lo que un Talavante que pareció haber perdido el ánimo y las ganas de comerse el mundo, se limitó a probarlo y echó por la calle de en medio.

Tampoco mejoró la cosa con el cuarto, igual de buey que el que abrió la gris función, además de flojo. Y Talavante, desilusionado y precavido, volvió a las probaturas con escaso ánimo sin decidir inmolarse: o sea, por ejemplo, pisar terrenos comprometidos o meterse entre los pitones para mostrar que, al menos, en esta su última bala en la feria se iba a rebelar contra el pésimo juego de su lote. Para colmo, dio un mitin con las armas toricidas, lo que cansó ya al respetable que tanto esperaba de la corrida.

Tampoco en su primer enemigo, en el que se desmonteraron tras parear con los rehiletes un sensacional Sergio Aguilar y Alberto Zayas-, el único que llegó a la flámula embistiendo con nobleza, un Álvaro Lorenzo mecánico y conformista, logró lucirse, salvo un par de buenas tandas al natural, pero casi siempre, como sus frustrados intentos en redondo faltas de ligazón.

El toro se acabó pronto y ahora el mitin de su antagonista fue con el verduguillo, necesitando hasta 10 golpes, 10 para despenar al burel. Igualmente con el sobrero de Mayalde hubo un espejismo por parte del toledano, porque el bicho, que se vino arriba en banderillas, se arrancaba de lejos aun sin emplearse mucho. Mas entre su flojera y la falta de mando de Lorenzo pronto se vino abajo todo. Eso sí, es justo y necesario mencionar que el coletudo mejoró mucho ahora con la espada de cruceta, pues ‘solo’ necesitó 8 golpes, 8.

Cual aconteció en la insípida tarde con Luis David Adame, más animoso que sus compañeros pero que se estrelló con la descastada condición de sus enemigos, el primero de los cuales debía haber llevado la divisa de Guisando porque, cadavérico y penoso, se movía menos que estas míticas esculturas de piedra.

FICHA

Cinco toros de ADOLFO MARTÍN, y 5º, sobrero, de CONDE DE MAYALDE, sustituyendo a uno del hierro titular devuelto por inválido; justos de trapío, flojos y descastados aunque nobles. ALEJANDRO TALAVANTE: silencio; algunos pitos. ÁLVARO LORENZO: silencio tras aviso; silencio tras dos avisos. LUIS DAVID: silencio; silencio. Plaza de Las Ventas, 4ª de la Feria de Otoño. 5 de octubre. Lleno.