El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha emitido un discurso televisivo dirigido a la nación tras el reciente intento de rebelión llevado a cabo por el grupo paramilitar Wagner contra la cúpula militar y política rusa.
En su mensaje, Putin ha ofrecido a los mercenarios de Wagner la oportunidad de elegir entre unirse al Ejército ruso o marcharse a Bielorrusia.
Durante su intervención, el mandatario ha reiterado sus acusaciones de traición hacia los organizadores de la sublevación, al tiempo que ha reconocido que muchos miembros de la milicia son patriotas y han sido manipulados. Putin ha declarado: "Hoy tienen la oportunidad de continuar sirviendo a Rusia al firmar un contrato con el Ministerio de Defensa (...), regresar con su familia y amigos. O los que quieran pueden ir a Bielorrusia".
Tras la emisión de las palabras de Putin, el Kremlin ha anunciado que el presidente había convocado una "reunión de trabajo" con los máximos responsables de seguridad para abordar el intento fallido de rebelión por parte de Wagner.
Putin no mencionó en ningún momento a Yevgueni Prigozhin, controvertido líder del grupo Wagner y cabecilla del intento de rebelión fallido. Prigozhin también ha realizado su primera intervención pública tras el fin de la sublevación, en la cual ha asegurado que su intención no era derrocar al régimen ruso y que sus soldados no llegaron a Moscú para "derramar la sangre de los soldados rusos".
Derramamiento de sangre
El presidente ruso ha utilizado la misma expresión para afirmar que en todo momento se dieron órdenes para evitar "derramamiento de sangre" y ha agradecido a los miembros de la milicia militar Wagner por su colaboración en este sentido. Putin ha destacado: "No se lanzaron a un derramamiento de sangre fratricida. Pararon en la última línea".
El grupo Wagner detuvo su avance hacia Moscú cuando se encontraba a 200 kilómetros de la capital. Anteriormente, Prigozhin había anunciado que tenía bajo control la ciudad rusa de Rostov y sus fuerzas comenzaron a avanzar hacia la capital en lo que se consideró un intento de golpe de Estado contra el Kremlin.
Putin ha afirmado que los organizadores de la rebelión estaban "traicionando a su país y a su pueblo" y promoviendo un "fratricidio", tal y como "querían los enemigos de Rusia, tanto los neonazis en Kiev como sus patrocinadores occidentales y todo tipo de traidores nacionales".
Además, dicho acuerdo implicaba el levantamiento de las acusaciones penales contra los soldados que participaron en la sublevación.
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