La jornada había comenzado con uno de esos desayunos
masivos, político-periodístico-empresariales, en torno al candidato europeo de
UPyD, Francisco Sosa Wagner, el hombre que se hizo famoso por haber aprobado a José Luis Rodríguez Zapatero en su tránsito por la Facultad de Derecho. Presentado
por su 'jefa', Rosa Díez, los periodistas tuvimos que incluir en el
menú del desayuno del Ritz una sonora 'bronca' de la combativa política
a los medios, a los que acusó claramente de falta de independencia y de
favorecer el bipartidismo. Pregunté luego a la señora Díez por qué nos había
incluido a todos en la descalificación general. "No me digas que no es
verdad", me respondió. Por primera vez en la jornada, puse cara de
circunstancias y nada dije.
La hora del almuerzo consistió en media docena de
periodistas compartiendo mesa, en otro hotel de cinco estrellas y muchos menos
tenedores reales, con el candidato de CiU a las elecciones, Ramón Tremosa, a
quien ninguno conocíamos, y dos de sus más cercanos colaboradores. Venían a
presentar en Madrid la
Coalición por Europa, formada junto con los nacionalistas
vascos del PNV, los gallegos de lo que fue el Bloque y los canarios de Coalición
Canaria. Tremosa, que no me pareció demasiado hablador, me reconoció que no
esperan gran cosa del Gobierno francés en cuanto a las aspiraciones
secesionistas de Artur Mas y compañía, ni aunque ahora el Ejecutivo galo esté
presidido por un catalán, ese Manuel Valls a quien la independencia de Cataluña
con respecto al resto de España parece hacer muy poca gracia. Me preguntaron si
yo pensaba que el referéndum del 9 de noviembre se celebrará y, por segunda vez
en el día, puse cara de circunstancias. Yo, en retorno, le pregunté a uno de
ellos -no cito su nombre para evitarle problemas en su vuelta a casa-- si
prefería que ganase el equipo del Madrid "o el extranjero" en las
semifinales de la Champios League
y me respondió: "claro que quiero que gane el Madrid". Tercera cara
de circunstancias: no acabé de creerle, aunque bien hubiese querido.
A primera hora de la tarde, sesión de control parlamentario.
Como tantas veces, Soraya versus Soraya era la parte estelar del programa. La
vicepresidenta Saénz de Santamaría contra la portavoz socialista Rodríguez. Lamentables
acusaciones mutuas (sin mostrar pruebas) de haberse beneficiado de sobresueldos
y prebendas inmerecidas. De hasta seiscientos mil euros se habló, en una
jornada en la que las cifras de la
Encuesta de Paro volvían a ser decepcionantes, y en la que se
anunció que se imputaba a la riquísima diva Montserrat Caballé por no hacer
frente a sus obligaciones con el fisco. Luego, en los pasillos, la
vicepresidenta decía, ante los periodistas ("podéis utilizarlo, si queréis")
que en su "puta vida" había cobrado de sobre alguno. El
calificativo que acompañaba a la palabra 'vida' no saldría en
algunos titulares (¿por qué), pese al permiso expreso de la 'número dos'
del Gobierno para reproducirlo. Diputados de los dos principales grupos
parlamentarios me piden manifestaciones de apoyo a una u otra Soraya. Y pongo
cara de circunstancias vespertina, pensando en que la campaña electoral, a la
que aún no se ha dado el pistoletazo de salida oficial, no comienza bien.
Del Parlamento me fui a la librería catalana Blanquerna,
donde Iñaki Anasagasti, amigo y colaborador, del que disiento en tantas cosas,
presentaba su libro, tan iconoclasta como los restantes, 'Jarrones chinos'.
No le pregunté si prefería que ganase el Madrid sobre el Bayern. No quería, con
él, tener que poner cara de circunstancias. Y me fui a ver el futbol con unos
amigotes que, seguro, querían que ganase el Madrid. Mientras me tomaba un
gin-tonic, bebida tan de moda, y celebraba la victoria, preparé este
comentario, sabiendo que jornadas como la de este pasado martes va a haber
muchas de aquí a que concluya la larguísima etapa electoral, allá por enero de
2015. Madre mía...
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