Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y la Unión Europea se intensifican a medida que se acerca la fecha límite del 1 de agosto, momento en el que podrían activarse nuevos aranceles estadounidenses del 30% sobre las exportaciones europeas. Aunque las conversaciones continúan, el endurecimiento de la postura estadounidense ha llevado a la Comisión Europea a explorar un conjunto de contramedidas, entre ellas la activación del instrumento anticoerción.
Este mecanismo, mencionado por Bruselas en las últimas negociaciones, permitiría restringir el acceso de empresas estadounidenses a los mercados europeos de servicios financieros y a licitaciones públicas, un mercado que supera los dos billones de euros anuales. La UE también contempla limitar la inversión estadounidense, aplicar restricciones a sectores sensibles como el químico y el alimentario, y revisar la protección de la propiedad intelectual. El debate interno sobre estas medidas se ha intensificado, con algunos Estados miembros aún reacios a lo que consideran una “opción nuclear”, pero con un creciente consenso en torno a la necesidad de proteger la autonomía económica del bloque.
Este escenario se produce en la antesala de la reunión del Banco Central Europeo este jueves, donde se espera que mantenga los tipos sin cambios. El entorno de incertidumbre geopolítica y comercial justifica una postura cautelosa, mientras se observan señales mixtas en la economía real. Por su parte, la Reserva Federal se reunirá la semana próxima en un entorno igualmente complejo, marcado por críticas desde el poder ejecutivo estadounidense y un repunte de la inflación en junio.