La trayectoria del equipo
español es para enmarcar, con todos sus partidos ganados con holgura,
dando una gran imagen y basándose en la defensa y en la velocidad en
ataque. Al menos tres equipos, si no más, tenían mejor plantilla
que la selección española y, sin embargo, la cohesión, el trabajo y un
poco de suerte han permitido que la medalla de plata cuelgue del cuello
de unas jugadoras que lo han dado todo.
España tuvo clara su hoja
de ruta por el Mundial desde el principio. Había que quedar primero de
grupo en la fase inicial, en Ankara, para pasar a cuartos de final
directamente y 'ahorrar' un partido. El equipo español es uno de
los más bajitos del campeonato y sólo el gran trabajo de las pívots
Sancho Lyttle, Laura Nicholls, Luci Pascua y Laura Gil, sus ganas y
entrega consiguieron reducir esa diferencia al mínimo posible. Lyttle
recibió la mención especial de estar en el quinteto ideal del torneo por
su gran trabajo.
Entre las aleros se han tenido que multiplicar
para enjugar también la diferencia de centímetros y para poder correr en
ataque, otra seña de identidad del equipo. Con Alba Torrens a la
cabeza, y también distinguida con un puesto en el quinteto ideal, Marta
Xargay, Anna Cruz, Nuria Martínez y Leonor Rodríguez, todas han sobre
cumplido su cometido.
Las bases con Laia Palau, Silvia Domínguez y
la joven Leticia Romero han sido el motor de un equipo con alma al que
Lucas Mondelo ha sabido ajustar con la ayuda inestimable de Víctor
Lapeña e Isa Sánchez. Después, en las eliminatorias, en cuartos de final, la selección siguió demostrando que sabe competir.
La eliminación de la selección masculina en cuartos y el hecho de
que en contadas ocasiones el equipo femenino había superado esta
barrera, no fue un obstáculo para jugar y ganar. Y de nuevo con
solvencia, con una sonrisa en la cara y con una entrega total.
Ya
metidos en la final, con los deberes hechos y superando las
expectativas más optimistas, el equipo volvió a dar otra lección al
enfrentarse a una selección muy superior, Estados Unidos, tener un mal
inicio y, pese a todo, no bajar los brazos en ningún momento, seguir
jugando y trabajando y acabar rebajando la diferencia de puntos.
De hecho España igualó a 19 el tercer cuarto y ganó el último por seis
puntos. Un detalle nimio si se quiere, pero esclarecedor del
temperamento de la selección femenina de baloncesto. Para
competir son necesarios los mejores; para intentar ganar hay que tener
el plus de ser un equipo y España lo fue en el Mundial de Turquía