Nadie se lo esperaba, el sólo hecho de pensar que Nicolás Guesquierre iba a ser sustituido como director creativo de la Maison Balenciaga después de las aclamadas críticas de su última colección en Octubre en Paris, era del todo inimaginable.
Sin embargo después de los importantes movimientos de diseñadores en las grandes casas de moda, empezando con la polémica salida de
John Galliano y la posterior incorporación de
Raf Simons a
Dior, así como la de
Heidi Slimane en
YSL han marcado este año dentro del mundo de la moda.
Este mundo de brillo y glamour se tambaleaba el pasado sábado cuando saltó el rumor de que Christopher Kane sucedería a Nicolas Ghesquière en la dirección creativa de Balenciaga, desde que el pasado 2 de noviembre se anunciara la separación amistosa entre Balenciaga y Nicolas Ghesquière.
De este modo, Alexander Wang parece haber sido el elegido, según la web estadounidense Women's Wear Daily (WWD) a ocupar el trono de la mítica casa del diseñador español, Cristobal Balenciaga. Wang, de padres asiático-estadounidenses y criado en San Francisco es un diseñador muy minimalista, y gran explorador de las posibilidades cromáticas del blanco y el negro y uno de los favoritos del nuevo diseño americano, gracias a su marca.
Las razones exigidas por todos, apuntan a un deseo del grupo PPR a apostar por acercarse al mercado más juvenil con un estilo más 'street' y de esta manera abrir y renovar su clientela.
Para comprender la relevancia de éste suceso, hemos de hacer un repaso al legado que ha dejado el hasta ahora el diseñador francés Nicolás Ghesquierre durante estos 15 años en la casa, y por supuesto el imperio que creó el diseñador español de procedencia vasca, Cristobal Balenciaga.
En 1997, a los 25 años Ghesquière fue la sorpresiva elección para dirigir Balenciaga para ser director creativo sustituyendo al belga Josephus Thimister quién fue despedido después de casi dejar sordos a los asistentes de un polémico desfile, lo que provocó que la gente vaciara el recinto.
Cogió la casa Balenciaga en un momento de desmorone económico y comercial, y con su modo de ver la historia de la firma y su peculiar manera de entender la moda cambió totalmente a la marca. Un aspecto de la devoción del diseñador por el legado de la casa, fue su respeto por la elegancia e inventiva de Cristóbal Balenciaga aplicándola a su visión sobre el futuro en sus creaciones, añadiendo elementos de ciencia ficción, formas orgánicas, geométricas y de inspiración japonesa o del clasicismo francés.
Ejemplo del tributo del diseñador francés a Balenciaga fue su última pasarela en Paris el pasado Octubre, donde presentó diseños fuertes, en los cuales jugó con el volumen y la sensualidad de las prendas. No faltaron las referencias a los inicios de la marca, siendo una de las principales inspiraciones de la colección los vestidos que hizo Cristóbal en 1968 con volantes.
Como peculiaridad, decir que Ghesquierre a menudo viste la ropa de Martin Margiela, otro diseñador al que respeta profundamente, al ser también muy celoso de su intimidad y vida privada, y al insistir en que nunca ha querido ser famoso, característica que ambos comparten con el maestro Balenciaga, del que hablaremos a continuación.
Cristóbal Balenciaga nació en la pequeña localidad de Guetaria, en el País Vasco, en el seno de una familia humilde y muy católica. Desde pequeño soñaba con ser modisto y a los trece años, la Marquesa de Casa Torre, que veraneaba en Guetaria, se sintió y decidió plantearle un reto. Le entregó un trozo de tela junto a uno de sus más exclusivos vestidos, con el objetivo de que él lo copiara y demostrara su talento. El resultado contentó tanto a la marquesa, que de ahí en adelante se convirtió en su mecenas. Cuando estalló la Guerra Civil Española se vio forzado a cerrar sus tiendas, y se trasladó a París, donde Balenciaga abrió su taller parisino en la Avenida George V en agosto del 37.
Contemporáneo con Coco Chanel y Christian Dior, Cristóbal Balenciaga fue uno de los diseñadores más importantes de la historia de la moda, Impuso a partir de los 50 que es cuando alcanzó mayor éxito junto con Dior, líneas innovadoras de hombros caídos, cinturas pinzadas y caderas redondas.
Manifestó predilección por los tejidos con peso, que se enriquecían con bordados a mano, lentejuelas o pedrería.
Destacaban los vestidos negros, los abrigos cuadrados sin cuello ni botones, la manga japonesa, o sus abrigos geométricos, pero sobre todo implantó un estilo totalmente innovador para la época que aún es copiado hoy.
Balenciaga era capaz de montar un vestido con un paño de tela, sin apenas cortes ni costuras, en poquísimo tiempo. Su habilidad en crear volúmenes y formas fue asombrosa; daba a las prendas un acabado perfecto, casi escultórico, encubriendo todas las botonaduras y puntadas de hilo evolucionando continuamente hacia una mayor simplicidad y pureza de formas.
Qué se puede decir más de él, sólo que fue una figura legendaria en el mundo de la moda y de la alta sociedad, no sólo por sus diseños sino también por su carácter reservado y su método de trabajo riguroso, discreto y muy perfeccionista. Recibía a sus clientes mediante cita previa y organizaba desfiles privados. No le gustaban las multitudes ni la vida pública.
Y para terminar, una magnífica frase de Balenciaga definiendo lo que para él era la profesión de modisto:
"Un buen modisto debe ser: arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para los dibujos, músico para la armonía y filósofo para la medida".
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