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'Invernadero', de Harold Pinter, una comedia de amenaza en el Teatro de la Abadía

'Invernadero', de Harold Pinter, una comedia de amenaza en el Teatro de la Abadía

jueves 12 de marzo de 2015, 18:46h

La obra del británico Harold Pinter (1930- 2008) se aproxima mucho  al teatro del absurdo. Escribió sus primeras obras teatrales en la década de los 50. Entre otras, esta 'Invernadero', que ahora se representa en el Teatro de la Abadía, bajo la dirección de Mario Gas y en adaptación del escritor Eduardo Mendoza. Una obra de teatro que  Pinter escribiera en la década de los 50, aunque no quiso estrenarla  hasta treinta años después.

Pinter tocó todos los palos de la escena -dramaturgo, actor, director  teatral- y, además, fue poeta y guionista cinematográfico (recuérdense, por ejemplo, El mensajero (1971), de Joseph Losey; El último magnate (1976), de Elia Kazan; y La mujer del teniente francés (1981), de Karel Reisz).

En 'Invernadero', Pinter muestra una sátira cruel del funcionamiento burocrático y el gobierno autoritario de una institución que no identifica en ningún momento. En todo caso, en ella no hay límite en la utilización por parte de los funcionarios contra los internos de  métodos coercitivos, violentos (física y moralmente), y sus habitantes están despersonalizados totalmente (se identifican por números, 2467, 2458, etc.). No parecen estar sometidos a ningún tipo de control por parte del estado y la máxima autoridad se personifica en la figura del director, que está legitimado en hacer y deshacer, usar y abusar, decir y desdecirse  en cualquier momento, por cualquier circunstancia y en cualquier sentido. Sus acciones están por encima del bien y del mal y ningún funcionario -menos aún los pacientes residentes- se atreve a juzgarlo porque sabe perfectamente el riesgo que corre.

Dulce Navidad

La acción comienza en plenas navidades, lo cual aún acentúa más el contrasentido de lo que el espectador ve en escena y que lo sitúa frontalmente con el llamado 'espíritu navideño'. En solo un par de días, en el centro ha habido una violación y una muerte. El director y su equipo deben averiguar quiénes han sido los responsables de los dos acontecimientos.

Tres escenarios distintos situados sobre una  plataforma giratoria son  el espacio de los acontecimientos  vividos en la obra que, aprovechando los cambios de acto, van dando paso a los mismos. En el primero de ellos, está situada la oficina del director del establecimiento (un solo hecho puede indicar que podría tratarse de una clínica de enfermos mentales porque uno de los métodos más contundentes que se utilizan es el electroshock). En un segundo escenario aparecen unas escaleras de subida a las plantas de la clínica y algún taburete. Por último, la llamada sala 1, la de los interrogatorios, está presidida por un sillón, donde aplican   electrodos a uno de los funcionarios de la institución, Lamb, sobre el que recaen todos los indicios de haber transgredido las normas. Detrás del sillón, hay también unos biombos color crema, donde figuran números de los pacientes, 4528, 2497,...

Una hora y cuarenta y cinco minutos de situaciones enigmáticas y originales, que podríamos situar entre el absurdo, el humor negro   (pero muy negro, incluso ácido, corrosivo y hasta de cloaca) y la amenaza. No en vano, las obras de Pinter han sido llamadas   precisamente así: "comedias de amenaza". En esta obra, desde luego, no  falta  el horror, la negligencia, el desamparo, las violaciones de mujeres y hasta el asesinato. Y, como en otras obras suyas, los personajes intentan, y casi siempre fracasan, comunicarse para reaccionar frente a una invasión o un intento de invasión en sus estrechas vidas. Sus diálogos son siempre  incompletos, frustrados,   y  reflejan siempre dificultades  insalvables en la   comunicación  entre los personajes y están llenos de  pausas y silencios.

En conjunto, me parece una adaptación estupenda de Mario Gas que  ha sabido trasladar al espectador todos los elementos de la obra de Pinter, creándole una sensación de inquietud y amenaza que no le abandona durante muchas horas después de haber bajado el telón. Una obra, por cierto, magníficamente interpretada por Gonzalo de Castro, dando vida a Roote, el encargado de la institución; y Tristán Ulloa, encarnando a Gibbs, el delfín de Roote, un ser frío y calculador que solo aspira a medrar y ocupar la plaza de director; a quienes acompañan también en escena Jorge Usón (Lush); Isabelle Stoffel (Sta. Cutts); Carlos Matos (Lamb); Javivi Gil Valle (Tubb) y Ricardo Moya (Loob).

Magníficas también la escenografía de Juan Sanz y Miguel Ángel Coso; la iluminación de Juan Gómez Cornejo (atenazante esa escena  del electroshock, con una simulada descarga eléctrica contra el detenido Lamb); y el espacio sonoro de Carlos Martos Wensell.

VD??O

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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