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Murió Carlos Álvarez, poeta de resistencia y combate

sábado 03 de diciembre de 2022, 22:56h
Carlos Álvarez , poeta carcelario que escribía en sonetos, más fáciles de memorizar en la celda, ha muerto. Murió hace unos meses en febrero, lo cual explica lo hasta ahora inexplicable para mí, la respuesta a mis insistentes llamadas, ‘este teléfono no corresponde a ningún usuario’. Ningún usuario vivo, claro está. Que los muertos no necesitan teléfono. Había nacido en Jerez de la Frontera, pero no se le notaba nada el andalucismo. Y era hijo de José Álvarez, capitán de la Guardia de Asalto fusilado por Franco, y de Teresa Cruz. Se lleva con él su aullido de licántropo, pero nos deja Versos de un tiempo sombrío, La campana y el martillo pagan al caballo blanco, Escrito en las paredes.

Conocí a Carlos Alvarez en insólitas circunstancias; él estaba en la cárcel y yo trabajaba en la sección cultural del periódico Arriba, en trance de desfalangistización, gracias a directores como Cristóbal Páez, por ejemplo, un falangista de bien, y a la inminente e inevitable llegada de la democracia. Alejandro Armesto llegaría más tarde. Los Guerrilleros de Cristo Rey ya nos habían tomado como objetivo principal y se presentaban de vez en cuando con un único objetivo; tirarme por la ventana de un séptimo piso, a mí que había sido parachutado allí, sin paracaídas, por el Partido Comunista, con la misión de organizar las CC OO en talleres.

Un dia, especialmente agresivos y violentos, con el medio enano Sánchez Covisa a la cabeza, se presentaron los Guerrilleros; Cristobal Páez, falangista de bien, los conminó a que se marcharan y amenazó con llamar a la policía, mientras Conchita, guapay eficiente secretaria, se encerraba conmigo en un angosto baño.

Elogiando su poesía escribí un artículo muy discretamente politizado, justo el dia en que Carlos Álvarez salía de la cárcel. No tan discreto que Antonio Gibello, desde su periódico ultramontano y patriótico, El Alcázar, no disparara su artillería contra los marxistas de salón del Arriba y en especial contra mí. Así, en esas insólitas circunstancia conocí personalmente a Carlos Álvarez y a partir de ahí se estableció una amistad duradera y cómplice. El día de su excarcelación, y avisado de mi artículo sobre él, se presentó en el Arriba a comprar un montón de ejemplares

Carlos Álvarez, aparte su poesía de combate y agitprop, es un excelente poeta lírico apasionado, que en El Testamento de Heiligenstad, afrontó complejas resoluciones técnicas y metafóricas. Me parece recordar, aunque el recuerdo se presenta nebuloso, que ese dia lo acompañaba Andrés Sorel, teórico de la izquierda radical, y apartado ya del PCE y constante visitador de la Cuba castrista. Sorel, Andrés Martínez, había tomado su pseudónimo del protagonista de Rojo y negro, de Sthendal. Y era hermano de Antonio Martínez Menchén, un novelista como la copa un pino poco valorado. A Sorel lo llamábamos el Mirinda, refresco de naranja que era su bebida favorita pues no bebía alcohol.

Carlos Álvarez era hijo de Teresa Cruz, que se quedó viuda en los primeros meses del Alzamiento, pues los alzados le fusilaron al marido, Capitán de la Guardia de Asalto. Carlos se quedó huérfano y pobre, alimentado de antifranquismo y vehementes deseos de justicia social. El hecho es que el dia de su excarcelación ni corto ni perezoso, y avisado de mi artículo, Carlos Álvarez se presentó en el Arriba a comprar un montón de ejemplares, cosa que le evité pues le había preparado un montón de fotocopias. Esto es un adiós, un hasta luego, no una biografía que, si me diera tiempo debiera escribir un día.

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