Crítica de 'Monster': un Kore-eda familiar pero tramposo

Tras rodar 'La verdad' en Francia y 'Broker' en Corea del Sur, el director japonés Hirokazu Kore-eda regresa a Japón y a sus temas más familiares, nunca mejor dicho, ya que la familia y la infancia vuelven a estar presentes aquí, como en varias de sus más afamadas películas. Lo hace con una película que tiene claramente su ADN pero a la que varios trucos de guión hacen que no se encuentre entre lo mejor de su notable filmografía.

Lo curioso del caso es que a pesar de que gira por temas frecuentes en sus películas es la primera película desde su debut que no cuenta con un guión del propio Kore-Eda, siendo obra del guinista televisivo, Yuji Sakamoto. La estructura del guión se basa en la de la mítica 'Rashomon' de Akira Kurosawa, esto es contarnos unos hechos varias veces pero cambiando el punto de vista, así primero tenemos la historia de una madre que ve varios cambios en su hijo y los achaca a los posibles malos tratos de un profesor, luego tenemos otro cambio y nos ponemos en la piel de ese mismo profesor y ahora vemos una historia de acoso infantil, finalmente pasamos a los ojos del niño del principio y vemos que el monstruo del título no es una persona sino la incomunicación y una sociedad demasiado cerrada.

Guión efectista

La delicadeza, la compasión y la sensibilidad propias de Kore-Eda están en esta película, pero quedan tocados por un guión efectista que comete varias trampas para llevarnos por donde quiere. Es una pena porque Kore-Eda se sabe desenvolver a la perfección en los temas que presenta, muy cercanos a los del resto de su filmografía, como la pérdida, el aislamiento, la naturaleza esquiva de la felicidad, lo terrible y maravilloso de la infancia o las luchas de las familias imperfectas, todo ello visto con el prisma siempre humanista del director.

Es una película a veces fallida pero su melancolía subyacente y su tercera parte hacen que remonte. Entre las interpretaciones vuelven a sobresalir la de los dos niños protagonistas, volviendo a confirmar a Kore-Eda como un maestro a la hora de dirigir a niños, el director de 'Nadie sabe' también sabe dejar su impronta en varias de las imágenes de la película, principalmente en las escenas en el exterior de los dos chavales protagonistas.

El final me ha parecido bonito y ambiguo, una especie de ensoñación que va bien con el resto de la película, pero los trucos del guión de Sakamoto me sacaron varias veces de la película. No puedo terminar sin ensalzar la maravillosa banda sonora de Ryuichi Sakamoto, en el que fue su último proyecto y al que va dedicada la película.