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'La juventud': La fascinante imperfección de Paolo Sorrentino

'La juventud': La fascinante imperfección de Paolo Sorrentino

viernes 22 de enero de 2016, 11:07h
El cine de Paolo Sorrentino es claramente esteticista, más que barroco, podríamos considerarlo manierista. Su gusto por el adorno ha llevado a algunos a considerarlo superficial y trivial pero, más allá de su preciosismo visual, su cine tiene mucha más relevancia de la que le conceden sus críticos. Con 'La juventud' entrega una película de opuestos, vejez-juventud, belleza-fealdad, conocimiento-banalidad, que, sin alcanzar las cotas de 'La gran belleza', le confirma como el heredero espiritual de ese gigante que fue Federico Fellini.

Si su anterior película era una mezcla entre 'La dolce vita' y '8 1/2', 'La juventud' recuerda principalmente a la segunda. Pero esta vez, la alargada sombra de Fellini es menor, 'La juventud' parece una película más personal, con mayor sello Sorrentino si se quiere. Tanto que incluso es capaz de meter en medio del metraje un videoclip pesadillesco con el que se ríe de los que acusan a su cine de no ser más que eso. El peso del director es tanto que para algunos resulta irritante.

Para esta película ha contado con dos gigantes de la interpretación como Michale Caine y Harvey Keitel que dan vida a dos artistas, director de orquesta y director de cine, en el ocaso de sus días, que pasan unas vacaciones en un hotel de lujo de los Alpes junto a una variada colección de pintorescos huéspedes, entre ellos un monje budista levitador, Miss Universo o el mismísimo Diego Armando Maradona. Además de los dos protagonistas aparece una buena nómina de secundarios con grandes momentos, como Rachel Weisz, Paul Dano y Jane Fonda. Quizás la mejor escena de toda la película sea la del monólogo de Weisz junto a Caine (interpretando a padre e hija) mientras les dan un baño de chocolate. Claro que la película está llena de momentos mágicos y es difícil quedarse con uno solo.

'La juventud', como todo el cine de Sorrentino, es una película excesiva, habrá quién la odie y quién la ame. Aun así, los primeros no pueden negar lo fascinante que es y los segundos (entre los que me encuentro) tampoco podemos decir que sea una película perfecta sino todo lo contrario, una fascinante imperfección.

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