La semana ha comenzado con pocas referencias macroeconómicas de
calado. Tampoco habrá muchas el resto de la semana, por lo que es de prever que
la resaca de la reunión del BCE y del informe del empleo en Estados Unidos del
pasado jueves durará más de lo previsto. Mientras, podemos contar con las
declaraciones que este fin de semana hacía la directora gerente del FMI anticipando
que la institución rebajará los pronósticos de crecimiento global. Desde
luego, no será igual para todos. EE.UU: después de un primer trimestre
que fue más decepcionante de lo previsto, ahora existe un marcado repunte de
la economía. China:
el FMI no espera una desaceleración fuerte, sólo leve porque el crecimiento
se ha vuelto más sostenible. Zona Euro: pinta un poco peor. El
área del euro está saliendo lentamente de una recesión y es importante que los
países sigan realizando reformas, incluida la unión bancaria. La receta del
FMI, la ya conocida: más gasto público. Los países deberían impulsar
el crecimiento con inversiones en infraestructuras, educación y sanidad, "sin
que amenace la viabilidad de sus finanzas públicas". Desde luego, para la zona
euro la receta no es sencilla. Queda bien sobre el papel, pero existen unas
reglas relativas al déficit público y la deuda de los países que, aún lejos
todavía de cumplirse por todos, son vigiladas. Desde luego, a quien las
recomendaciones del FMI le vienen "que ni pintado" es al primer ministro
italiano. Italia, como ayer señalábamos en nuestro informe, pide una aplicación
menos estricta de las reglas fiscales en la UE para poder realizar las reformas
y las inversiones necesarias en su país. Pero a Italia no sólo no se lo pone
fácil la UE. Tampoco
su pasado histórico de reformas aprobadas en los últimos años: ninguna.