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Demasiadas buenas expectativas

Demasiadas buenas expectativas

sábado 04 de enero de 2014, 09:45h
Mi señora, a la que Dios guarde muchos años y mantenga tan dicharachera como siempre, suele tacharme de ser un pesimista acérrimo. Afirma que tengo la mala costumbre inveterada de ver siempre el vaso medio vacío y que así no se puede vivir y no se va a ninguna parte y, además, le amargas la existencia a quienes te rodean. No le falta razón. Ella, por el contrario, es una optimista redomada que no ve el vaso sólo medio lleno sino casi siempre a rebosar y lo malo de esta actitud ante la vida, la de ella, es que uno se lleva excesivas decepciones cuando la cruda realidad impone sus aciagos dictados. Claro que tambien es verdad que ella suele ser más feliz mientras espera que se cumplan sus deseos y no para de luchar para acercarse lo máximo a sus aspiraciones mientras yo voy de "pasota" ante la vida y pongo en cuestión a todos aquellos que reparten regaos por la cara, desde Papá Nöel a los Reyes Magos por aquello de que nadie da duros a peseta. De pequeños nos lo creíamos todo, pero a estas alturas, casi a punto de llegar a la jubilación, ya sabemos que tanto el de las barbas blancas y el traje rojo como los de los camellos y los turbantes, en realidad son los padres. Y ni Rajoy ni Susana me van a convencer que son ellos quienes nos están sacando de la crisis.

Viene todo esto a cuento de las excelentes expectativas levantadas nada más iniciarse el año. Aseguran quienes saben de esto que ha pasado lo peor de la crisis y que este 2014 comenzaremos a respirar y a ver esa ansiada luz al final del túnel que nos augura un futuro menos dramático que el que hemos pasado en los últimos tres años. De hecho la cifra de parados, dada a conocer escasas horas después de las campanadas de Año Nuevo, ha disminuido en casi ciento cincuenta mil en toda España y en cerca de cincuenta mil en Andalucía donde, pese a todo, seguimos superando con creces el millón de desempleados sin que la Junta mueva un dedo para buscar soluciones. Si a ello le añadimos las buenas perpectivas del sector turístico, el aumento de las exportaciones, la subida de la Bolsa a los diez mil puntos, la caída de la prima de riesgo por debajo de los doscientos y la llegada masiva de importantes inversores extranjeros a nuestro país, miel sobre hojuelas. Sólo nos queda que comencemos a crecer por encima del 1 por ciento y a crear empleo neto, sobre todo entre los jòvenes.

Tantas buenas noticias me ponen a temblar. Dicen los gitanos que no quieren buenos comienzos para sus hijos. Yo añado que este 2014 que acaba de comenzar está creando unas expectativas demasiado grandilocuentes sobre todo para la clase media que es la que sostiene el sistema económico del país. Habría que andarse con cuidado porque lo peor de un aptimismo desmedido es el batacazo que nos podemos dar si todo se queda en un mero espejismo. De momento hay que ser realistas y seguir trabajando, aquellos que aún coserven el empleo, sabiendo que vamos a ganar bastante poco y que el cinturón va a seguir estrechándose hasta que a Montoro -o quien le sustituya en el cargo cuando llegue la primera crisis del Gobierno de Rajoy- le dé por bajarnos los impuestos y subir los sueldos que, si la cosa sigue tan bien como aparenta, podría ser cuando llegue la hora de convocar las próximas elecciones generales.

Con todo, bienvenido sea este optimismo que parece invadir a la gente y que los hace lanzarse a la calle en busca de los regalos de Reyes y de las anunciadas rebajas. Todos sabemos que una de las causas de la crisis ha sido el retraimiento del consumo y el miedo de los ciudadanos a gastar lo poco que tenían. Si las buenas nuevas económicas hacen que la alegría, comedida pero real, vuelva a inundar las calles de las ciudades y los pueblos de toda España, incluída Cataluña, todos respiraremos más tranqulos y podremos dejar a un lado ese pesmismo que ha inundado nuestros espíritus y nuestros bolsillos en los últimos años. Yo, qué quieren que les diga, no acabo de creermelo del todo, pero ya les he dicho que soy un pesimista incorrregible y sólo me bajaría del carro si me tocara el día 6 el gordo del Niño. Eso sí que me haría cambar de actitud y no las promesas de Rajoy o de Susana. Es lo que hay.
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