'Burundanga', una obra llena de intriga, ironía y sentido del humor que sigue arrasando en el Lara

Había leído y oído críticas elogiosas de esta "Burundanga" pero, por causas diversas, no había tenido aún la oportunidad de verla para poder comprobarlo. El viernes que asistí a la representación, poblaba la platea del Lara un público variopinto (de distintas edades,formación e, incluso, procedencia), y en todos ellos el efecto que produjo la obra fue idéntico, porque obra y actores fueron premiados con una cerrada ovación que obligó a estos últimos a salir varias veces a saludar, una vez terminada la representación.

Atreverse a llevar al escenario un tema tan espinoso como el final dela banda ETA y, además, hacerlo en forma de comedia romántica, no es tarea nada fácil, y Jordi Galcerán ha salido más que airoso del trance sin provocar por ello que nadie pueda sentirse ofendido, ni que ningún sector de la sociedad haya denunciado que el texto haya ahondado en la herida. No en vano, el autor estuvo más de tres años dando vueltas al manuscrito de "Burundanga" antes de decidirse a estrenarla.

Y es que a Galcerán le gusta mucho el riesgo de provocar al espectador y, a renglón seguido, comprobar como lo ha pillado a contrapié. Lo hizo en "El método Grönholm" y el gran éxito obtenidocon ella animó al autor a seguir recorriendo un camino por el que muy pocos se atreven a transitar y, menos aún, con la fortuna de Galcerán. 

"Burundanga" cuenta la historia de una chica estudiante, Rebeca,que se queda embarazada y quiere saber si su novio, Manel, está o no verdaderamente enamorado de ella. Otra amiga, estudiante de Farmacia, Silvia, le habla de la burundanga -que es como popularmente se conoce a la escopolamina-, una droga que provoca a quien la ingiere, a decir la verdad sin ningún remilgo y que, además, anula la voluntad y borra cualquier rastro de recuerdo alguno a quien lo toma. Por eso el novio confiesa ser miembro de ETA, lo que lleva ala zozobra a las dos chicas que conocen la circunstancia y no saben si avisar de ello a la policía.

La cuestión se complica más cuando aparece en escena un amigo vasco del novio, Gorka, con intención de quedarse unos días en Barcelona, y en casa de la novia de su amigo.

Los dos amigos son los últimos integrantes de la banda y planean un secuestro que finalmente realizan y llevan un encapuchado a casa delas estudiantes que resulta ser el tío de una de ellas, Luis. La operación es una verdadera chapuza que hace cambiar el papel a secuestradores y secuestrado, con dos jóvenes estudiantes como testigos de una verdadera lección de improvisación y de un secuestro fatalmente planificado y ejecutado, que mueve a la constante hilaridad a todos los espectadores que contemplan lo que sucede en escena.

Gabriel Olivares ha dirigido la versión de "Burundanga" que seguro que podrá seguir viéndose durante bastantes meses más en el Lara (por el momento, solo viernes, sábados y domingos), y cinco estupendos actores, Mar Abascal (que borda a una Silvia llena de comicidad y segundas intenciones), Mar del Hoyo (Berta), Bart Santana (Manel), Frank Nortes (Gorka), junto al ya veterano actor y humorista Eloy Arenas (Luis).

Hace muy poco tiempo, el pasado mes de octubre, pudimos ver también en Madrid (Las Naves del Español), lo que a nosotros nos pareció "una propuesta dramática impecable", tratando también el tema de ETA, pero desde un punto de vista serio y profundo a la vez,a través de una versión de "Los justos", de Albert Camus, tan apasionada como arriesgada y atinada, de Javier Hernández Simón (también director de la obra) y José A. Pérez. 

Esta es la otra cara de una dura realidad, la del terrorismo de ETA, que tanto dolor ha causado a la sociedad española en los últimos decenios. Ambas deberían poder verse de forma consecutiva, como hemos tenido la suerte de poder hacer nosotros, para comprobar que con talento y pasión, puede contemplarse una misma realidad y comprobar que, en forma de comedia ("Burundanga") o tragedia ("Los justos"), de todo se puede hablar, si el respeto y el genio asisten a quienes se atreven a abordarlo. Jordi Galcerán y Albert Camus, sin duda, lo tienen.