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‘Hard Candy’, una relectura de ‘Caperucita y el Lobo’

‘Hard Candy’, una relectura de ‘Caperucita y el Lobo’

lunes 06 de julio de 2015, 19:17h
Los laboratorios escénicos de creación de LaZonaKubik y el Centro Dramático Nacional (Laboratorio Rivas Cherif) han subido al escenario de la sala Francisco Nieva del Teatro Valle Inclán la pieza ‘Hard Candy’, de Brian Nelson, en adaptación y traducción de Lola Blasco y bajo la dirección de Julián Fuentes Reta.
La historia es, quizás, demasiado conocida y verosímil en estos tiempos de multipresencia de la red de redes, que tantos y tan concretos peligros contiene. Sin ir más lejos, estudios muy recientes de organismos oficiales en nuestro país muestran que los ‘nativos digitales’ tienen una percepción muy baja de los efectos perniciosos del ciberacoso. Esos mismos estudios arrojan también datos como que casi una de cada tres chicas reconoce haber tenido control abusivo por parte de sus parejas y que una de cada cuatro confiesa haber sido controlada a través del móvil. Asimismo, la violencia que los chicos han reconocido ejercer y la que las chicas dicen haber recibido, ha aumentado ostensiblemente en los últimos tiempos.

Este es el panorama social sobre el que Julián Fuentes Reta (Zaragoza, 1978), ha levantado un extraordinario montaje, el de ‘Hard Candy’, que ha subido al escenario del Valle Inclán entre los días 25 de junio y 5 de julio pasados. Un periodo extremadamente corto para un montaje cuya factura es modélica, como lo fue también el otro laboratorio conjunto que dio lugar a ‘Fortune Cookie’, que ya comentamos en estas mismas páginas electrónicas (http://www.diariocritico.com/noticia/481305/fortune-cookie-la-emocion-a-flor-de-piel-en-un-celebradisimo-reencuentro-de-jose-manuel-mora-autor-y-carlota-ferrer-directora.html).

Uno y otro montaje merecen un recorrido mayor por la originalidad, hondura, frescura, profundidad y seriedad con la que han trabajado con sus equipos respectivos y por la contundencia del resultado que han obtenido en los dos. Ambas piezas son altamente recomendables para cualquier tipo de público adulto, pero, más aún, y especialmente, para adolescentes y jóvenes que aún no frecuentan asiduamente el teatro y pueden descubrir en montajes como estos un trozo de vida que se parece, o puede parecerse, demasiado a las suyas propias o a las de sus amigos y colegas. Ahora, con todo, la piedra está en el tejado de los distribuidores teatrales de este país, que haberlos haylos.

Si hace solo unos meses fue el joven director Arturo Turón quien nos sorprendió con ‘Alma’, adaptación al teatro de ‘Persona’ de Ingmar Bergman (http://www.diariocritico.com/ocio/teatro/alma/critica-de-teatro/473878), ahora es Julián Fuentes Reta quien hace otro tanto con ‘Hard Candy’, adaptación de la película del mismo título que en 2005 dirigiera el estadounidense David Slades.

En ‘Hard Candy’, la historia es demasiado cercana. ¿Quién no conoce a alguien que ha establecido una relación con alguien a través de internet? Si esas relaciones son entre un adulto y una menor, las cosas ya van tomando tintes más peligrosos. Eso es lo que sucede aquí y la taza acaba derramando el líquido por todos lados y el peligro adquiere tintes de tragedia. Una adolescente, Hayley, de 14 años, que se esconde tras el nick de Thonggrrrl14, se relaciona a través de internet con Jeff, un fotógrafo de moda, de 32, que se oculta como Lensman319. Ambos llevan ya varias semanas chateando y flirteando en la red hasta que un buen día deciden conocerse.

El primer encuentro se lleva a cabo en una cafetería, y -ya se sabe, las cosas suceden ahora a velocidad de vértigo- Hayley accede a ir a casa de Jeff. La chica parece que quiere escuchar un concierto, mientras que al fotógrafo son otras intenciones mucho más “íntimas” las que le mueven. Todo parece que va a desarrollarse como el cuento de Caperucita y el Lobo, pero Hayley está decidida a subvertir los papeles del cuento clásico y pone en marcha un plan tan sorprendente como meditado que empieza por tener secuestrado a Jeff en su propia casa. Hayley cree que Jeff es un experimentado pederasta que, además, ha asesinado a Donna Mauer, una amiga de la joven adolescente. A partir de ahí, el combate físico y psicológico entre el hombre y la chica no tendrá tregua hasta el final mismo de la obra. Aquí no es el honor, las convicciones o la verdad las que se ponen en juego, sino la misma vida de los dos personajes que, sin ningún tipo de concesiones, se examinan, se agazapan o saltan sobre su adversario con la salvaje determinación de un animal herido.

Pulso actoral

El abuso a menores, el sexo, y la muerte se dan cita en esta historia tan intensamente violenta y cruda, que, incluso, provoca que hayan espectadores que se tapan los ojos (como en el cine, ante la gran pantalla) cuando advierten que la tensión entre los dos únicos personajes que permanecen durante los 90 minutos de duración de la obra en escena, puede sobrepasar sus límites de sensibilidad. Y es que realmente Olivia Delcán (Hayley) y Agus Ruiz (Jeff) hacen más que creíbles sus personajes respectivos, a quienes llenan de inocencia, determinación y frialdad, en el caso de ella, y de voluptuosidad, miedo, terror y afán de supervivencia, en el del fotógrafo. Estupendos ambos, con un plus para Agus Ruiz, que permanece desnudo prácticamente la mitad de la obra, atado de pies a cabeza, encapuchado, zarandeado y amenazado de extirpación de sus órganos genitales.

La escenografía, que está en manos de Iván Arroyo González, la preside una inmensa fotografía con imágenes de dos adolescentes, que alguna vez han servido de modelos a Jeff; una mesa de trabajo con retroiluminación en donde el fotógrafo suele examinar los negativos de sus fotos; un montón de focos, y una cámara de vídeo con la que la adolescente trasladará a la inmensa pantalla la imagen del fotógrafo vejado, atado e impotente, tendido sobre esa mesa de trabajo, reconvertida ahora en improvisada mesa de operaciones. Las luces, surgidas desde los ángulos más inverosímiles, llenan de rojos, azules o amarillos las crudas escenas que la propuesta de Julián Fuentes Reta ha conseguido finalmente subir a un escenario, después de años y años de constancia y de tenacidad, por la dificultad del empeño.

Jesús Almendro/AAI firman la iluminación que, sin duda, habrá servido de lección magistral a estudiantes de Imagen por la precisión y la valentía de sus soluciones. Ana Villa y Juanjo Valmorisco han creado un espacio sonoro que va del preciosismo musical de los 90 a la más inquietante tensión provocada por una machacona serie de graves que impiden al espectador permanecer ajeno a cuanto sucede en escena, ni un solo segundo. Y, por último, Berta Grasset ha sido la figurinista.

En conjunto, un montaje inquietante que hipnotiza al espectador y que solo la tozudez de un maño, como Julián Fuentes, ha sido capaz de acabar llevando a escena y que merece un recorrido más extenso que el ya iniciado por la colaboración del CDN y LaZonaKubik, por tratarse de una propuesta tan atrevida como interesante, tan dura como estética, y tan reveladora de una situación social que hoy vive nuestro mundo como posible en las consecuencias libremente imaginadas y planteadas, que van mucho más lejos de las de David Slide en el film del mismo nombre.


‘Hard Candy’, de Brian Nelson, en adaptación de Lola Blasco.
Dirigida por Julián Fuentes Reta.
Intérpretes: Olivia Delcán y Agus Ruiz.
Teatro Valle Inclán (Centro Dramático Nacional).

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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