El hecho de que las principales economías emergentes se estén viendo afectadas por la persistente caída de los precios de las materias primas, junto con la desaceleración económica de China, ha contribuido a aumentar la aversión al riesgo a escala global. Vinculada a esta desaceleración de la segunda mayor economía del mundo ha surgido otra fuente de incertidumbre, su divisa, el yuan, una moneda de reserva cuyo tipo de cambio está aparentemente un poco más sujeto a las fuerzas del mercado desde el verano de 2015 pero que en la práctica sigue intervenida, y con respecto a la cual las autoridades no han podido anclar las expectativas de los mercados. Claro está que con sus políticas de intervención no es fácil. Ayer, se volvía a producir una nueva intervención por parte de las autoridades económicas chinas. El banco central chino redujo la cantidad de dinero en efectivo que los bancos deben mantener como reserva por quinta vez desde febrero del 2015, en un nuevo intento por reactivar la desacelerada economía del país. El Banco Popular de China reducirá el coeficiente de reservas en 50 pb para todos los bancos, llevándolo al 17% para los mayores prestamistas del país. La última medida de ese tipo por parte de China fue el 23 de octubre, cuando lo disminuyó en 25 pb para contener los costes financieros. El recorte será efectivo a partir de hoy, y se anuncia tras señales de creciente endurecimiento de los tipos de financiación a corto plazo. El recorte se produce después de que el gobernador del banco central señalase la pasada semana que la entidad tiene la capacidad y las herramientas para hacer frente a potenciales riesgos a la baja en su economía cuyo crecimiento se desaceleró al 6,9% en 2015, el ritmo más lento en 25 años. Tras el anuncio, en los mercados tanto dentro como fuera de China, se sucedieron las ventas de yuanes.