Lo más negativo de esta primera novillada es, por supuesto, el percance del mexicano, sin olvidar, se insiste, en que en conjunto ni él ni Domínguez y Pulido supieran dar réplica adecuada a lo que les ofrecían, en parigual nivel, los bicornes maños. Y quién sabe si algún día en el futuro recuerdan con tristeza el no haber dado la talla y obtener un sonoro triunfo que habría disparado sus incipientes carreras.
Aunque igual ahora sus respectivos apoderados y los pelotas que les rodean y les jaleaban con olés desde el callejón sus faenas vulgares ante sus bureles. Ya se sabe que las divisas santacolomeñas, si cumplen con la genética de sus animales, suelen salir exigentes a la par que codiciosas y precisamente tal es lo que ofrecen si en vez de amontonar los pases –que no hay que confundir con torear- los lidian con tanta menos vulgaridad, mayor mando y, como mínimo una pizca de sentimiento.
El único que rozó el aprobado fue el actual Gilio, sucesor de la saga que inició su padre el matador de idéntico nombre. Inició con esperanzador apunte de manso y sometimiento la labor muleteril con la pañosa ante su codicioso enemigo, el único que manseó en el caballo, más corretón que andarín y rebrincado.
Pero después cayó en el amontonamiento de los pases, que cerró con ajustadísimas bernadinas cambiándole el viaje, que calaron en los tendidos aunque sin que asomaran mayoría de moqueros en solicitud de la oreja. Algo mejoró el mexicano en el que finalmente le hirió, una máquina de embestir al que aguantó de rodillas para después caer de nuevo en la vulgaridad con algunos ortodoxos pases sueltos. Muy valiente, arriesgó en las manoletinas finales siendo volteado y herido. Al animal lo despenó Domínguez.
El extremeño tuvo en primer lugar otra máquina de embestir que con su sangre palpitante se comía los engaños desbordando a veces a su matador en un conjunto falto de reposo muy por debajo de la calidad, y exigencia, del burel, que finalmente le desarmó. Con el otro se repitió la jugada incluso a peor por sus intentos baldíos de lucirse aplicando encimismo, que es lo contrario a la distancia que le exigía el animal.
Tampoco García Pulido dio con las teclas para lucirse con el tercero en una labor conjunta sobrada de enganchones, que también repitió en el que podría llamarse el festejo de la oportunidad perdida.
FICHA
Novillos de LOS MAÑOS, de desigual presencia, con los tres primeros muy justos de trapío. Todos cumplieron en el caballo excepto el manso 2º, encastados y nobles aunque flojos. Los seis fueron ovacionados en el arrastre. CARLOS DOMÍNGUEZ: silencio tras aviso en ambos. ARTURO GILIO: ovación con escasa petición tras aviso; herido por el 5º, recogiendo otra ovación su cuadrilla. GARCÍA PULIDO: silencio; silencio. Plaza de Las Ventas, 9 de mayo, 2º de feria, algo más de media entrada (14.27o espectadores, según la empresa). Enfermería: Arturo Gilio fue atendido de herida ‘herida por asta de toro, con orificio de entrada en cara posterior interna del tercio inferior de la pierna izquierda con una trayectoria de 25 centímetros, que produce destrozos en tejido celular subcutáneo y presenta orificio de salida en cara posterior de dicha pierna’.Pronóstico grave. Tras ser intervenido quirúrgicamente bajo anestesia general fue trasladado a la Clínica de la Fraternidad.
Crónica del festejo anterior.