Crítica de la obra de teatro 'Ciudades II (Arquitecturas en movimiento)': lo importante somos las personas

https://www.linkedin.com/in/josé-miguel-vila-8642271a/

lunes 09 de enero de 2023, 08:17h

Cuarta Pared, dentro de Mover Madrid, saluda el año con un hermoso espectáculo de danza, ‘Ciudades II (Arquitecturas en movimiento)’, que han levantado —como si de verdaderos edificios se tratara—, Patricia Ruz y Nacho Bilbao (colectivo Milímetro), y que ha iluminado con verdadera delicadeza David Picazo. En él se juega, se danza, se canta, se investiga, se propone y se sugieren caminos para descubrir la belleza en ciudades que, a primera vista, podrían parecer hostiles, poco habitables, incluso inhumanas.

El espectáculo, que los mismos artistas tildan de “escenografía viva”, comienza con un gran muro estáticode piezas de cartón en forma de ladrillos que, poco a poco, Patricia y Nacho van desmontando para colocar en todo el escenario partes del mismo que simulan grandes y pequeños edificios, avenidas, centros comerciales, parques, restaurantes… Lo hacen al tiempo que uno, Nacho, va improvisando ritmos y sonidos onomatopéyicos que, acumulados uno sobre otro, provocan el movimiento acompasado, rítmico, contagioso y la mar de flexible de Patricia. Todo es cantable, todo es bailable, parecen decir al público: sonidos de llamada del móvil, del metro, de El Corte Inglés, de seguridad en los vuelos, voces anónimas que hablan mil y un idiomas, coches, máquinas…. Sonidos la mar de familiares que todos hemos escuchado y seguimos escuchando a diario.

De hecho, y en el mismo edificio donde viven los dos personajes que los propios Nacho y Patricia habitan, son vecinos. Uno vive en el bajo, el otro en el ático con su pequeña terraza que, sobre todo en verano, invita a la charla, a contemplar las estrellas y a tomar algo hasta bien avanzada la madrugada. Y, paralelamente, un bebé recién nacido acaba de integrarse como nuevo vecino; una abuela de ochenta y tantos, sigue despertando el cariño y las ganas de volver a visitarla a través de los flanes que cocina a sus nietos, y así todos y cada uno de los vecinos que comparten edificio en los restantes pisos. Cada día tiene su afán, vienen a proclamar, y cada cual trata de atenderlo como mejor sabe y quiere. Y esa buena voluntad, esa sonrisa diaria, acumuladas en amor y compañía son las que, de verdad, hacen habitable, entrañable, querido, tu edificio, tu barrio, tu ciudad…

¿Utopía?, ¿sueño naif?, ¿aspiración doméstica, o universal? Esas son respuestas que debe darse a sí mismo cada espectador adulto y, de paso —el espectáculo pueden disfrutarlo también niños de siete en adelante—, ayudar también a los espectadores “bajitos” a descubrir lo importante que es su actitud ante la familia, los compañeros de clase, los vecinos, para ir construyendo entre toda una ciudad, un país, un mundo cada vez más amable, más habitable, más humano.