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Las vacunas, a debate: mitos y verdades en el caso del niño muerto por difteria en Olot
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(Foto: EP)

Las vacunas, a debate: mitos y verdades en el caso del niño muerto por difteria en Olot

> El Dr. Rafael Fernández Martínez, miembro de Saluspot y médico en Clinium, responde en Diariocrítico

La muerte por difteria de un niño de 6 años no vacunado en Olot volvió a poner sobre la mesa el debate sobre las vacunas. Sus padres dijeron sentirse engañados por los colectivos antivacunas que les convencieron de no inmunizar a su hijo, pero lejos de rectificar, algunos de estos detractores de las vacunas, cuestionaron lo ocurrido. Pero, ¿qué hay de verdadero y de falso en relación a las vacunas de la difteria?

- "Pueden existir portadores que no desarrollen la enfermedad"
- "La vacuna evita el desarrollo de la enfermedad, no el contacto con la bacteria"

La difteria es una infección causada por la bacteria Corynebacterium diphtheriae que se propaga a través de las secreciones que se expulsan con la tos o los estornudos. Entre 1 y 7 días después del contagio aparecen los primeros síntomas, si los hay, y pueden ser muy heterogéneos: coloración azulada de la piel, la secreción nasal acuosa y con sangre, problemas respiratorios, escalofríos, tos 'perruna', babeo, fiebre, ronquera, dolor al tragar, úlceras en la piel, dolor de garganta...

La gravedad de la enfermedad varía considerablemente de caso a caso. Hay quienes no llegan a presentar síntomas y quienes la padecen de forma grave llegando a fallecer, especialmente, cuando el corazón se ve afectado.

A principios del siglo XX era la décima causa de muerte en el mundo. Actualmente existen focos endémicos en África, Sudamérica y algunos países asiáticos. También sigue existiendo en Rusia y en algunas de las antiguas repúblicas soviéticas, lugar donde se produjo la última gran epidemia en la década de los noventa.

En España, el caso del niño de 6 años que falleció en junio de 2015 en Olot fue el primero en registrarse desde 1987, despertando algunos recelos por parte de los antivacunas que cuestionan la eficacia de la inmunización de grupo con este caso. Pero, ¿era realmente tan imprevisible que esto acabara ocurriendo?

En 2011 el Dr. Schneider, pediatra en Olot que diagnosticó el caso del pequeño fallecido, ya advertía del riesgo de aparición de algún caso en la población sin vacunar, explica el Dr. Rafael Fernández Martínez a Diariocrítico. Se había dado un caso en esa fecha en el sur de Francia y la bacteria habría podido ir circulando desde zonas aún endémicas.

Contagio en una población vacunada


Uno de los argumentos esgrimidos por los colectivos críticos con las vacunas es precisamente el relativo a su transmisión. ¿Por qué ha aparecido un nuevo caso en medio de una población mayoritariamente vacunada?

“La transmisión de la bacteria es de persona a persona por vía respiratoria, aunque ocasionalmente puede transmitirse por material contaminado o leche no pasteurizada. El ser humano es el único huésped natural de la bacteria que provoca la difteria, por lo que pueden existir portadores de la misma que no desarrollen la enfermedad”, explica el Dr. Fernández. Esto quiere decir que el niño fallecido en Olot pudo contagiarse de su entorno cercano a pesar de que esas personas sí estuvieran vacunadas y no presentasen síntomas de la enfermedad.

La vacuna de la difteria es una vacuna inactivada, que no puede producir la enfermedad, solo produce inmunidad. La inyección de la vacuna no hace a la persona portadora de la bacteria. Un vacunado que posteriormente tenga contacto externo con la bacteria sí puede portarla sin desarrollar la enfermedad, pero siempre que la adquiera por contacto externo, nunca por haberse vacunado”, recalca el experto consultado.

De hecho, algunos autores críticos con las vacunas vinculados a la Liga para la libertad de vacunación aprovechan el hecho de que los portadores puedan ser personas vacunadas y sin síntomas para insinuar que la sociedad en su conjunto está más protegida si localiza a los portadores enfermos que si cuenta con portadores 'camuflados', como serían aquellos portadores sanos por estar vacunados. Una afirmación que no es cierta puesto que el riesgo de contagio para el resto de la población no es el mismo.

El enfermo de difteria tiene una carga bacteriana mucho mayor y con mayor actividad que el portador, por lo que la posibilidad de contagiar a otros también es mayor. Cualquiera que tenga contacto con una persona infectada debe recibir la vacuna o un refuerzo de la misma. Hablamos de una enfermedad muy contagiosa y la forma más efectiva de controlarla, según el consenso general a nivel médico y científico con los datos de los que disponemos, es mantener el más alto nivel de vacunación en la comunidad”, confirma el Dr. Fernández.

Efectividad de la vacuna


Otro de los grandes mitos que en ocasiones se escuchan a los colectivos contrarios a las vacunas tiene que ver con el momento de la implantación de la vacuna DTP, ya que sostienen que el descenso en el número de casos se produjo antes de la inmunización masiva en la población, es decir, lo achacan a otros factores minusvalorando el papel de las vacunas en la erradicación de enfermedades.

En relación a esta cuestión, el doctor Fernández sostiene lo siguiente: “La vacunación en España comenzó en 1945 aunque es cierto que la vacunación masiva con la vacuna combinada se inició en 1965. La incidencia de casos hasta 1941 se estima en 1 de cada 1.000 habitantes. La mejora en las condiciones de vida en el periodo de posguerra en España (desde 1939), tanto en alimentación como higiene, pudo influir en el descenso de casos que se observó entonces. Hablamos de una enfermedad infecciosa, por lo que su contagio puede verse influido por estas características. A partir de esa fecha la incidencia fue disminuyendo hasta conseguir la desaparición de la enfermedad, registrándose el último caso en España en 1986. Creo que a nivel científico nadie duda de que la vacunación masiva ha sido concluyente este control”.

En cualquier caso, el doctor Fernández insiste en que el riesgo está ahí: “La bacteria siempre va a estar circulando y, por tanto, en cualquier momento podemos contagiarnos con ella. La persona correctamente vacunada no desarrollará la enfermedad. La persona no vacunada puede desarrollarla o no, pero si la desarrolla el riesgo de muerte es real. Si miramos la evolución histórica de la enfermedad con los datos de los que disponemos, queda más que demostrado que el mayor riesgo lo van a padecer los no vacunados. Portadores van a existir siempre, ya estén vacunados o no. La misión de la vacuna no es eliminar la bacteria, es evitar que esta desarrolle la enfermedad en el ser humano”.
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