Los refranes, fruto de la experiencia de la gente, siempre tienen razón. Uno de ellos establece que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Puede resumir lo acontecido en un festejo en el que los serios, cuajados y de variadas láminas de Santiago Domecq estaban ayunos de bravura, a excepción del cuarto, Imperial. Un buen biorne con casta, justo de fuerzas y poco entregado en el caballo con el que Castella disfrutó de una buena labor en la que le faltó ofrecer más del toreo esencial. Lo que no fue óbice ni cortapisa para que el presidente siguiera la petición del francés desde el ruedo ¿…? y le premiara con vuelta al ruedo, al toro, claro. Un Perera algo desdibujado y un Borja entregado y con otra oreja facilonga completaron la tarde.
Castella vio pronto la calidad de Imperial, con el que se lució en banderillas José Chacón, y lo recibió alegre y fácil con una mezcolanza de verónicas y chicuelinas muy normalitas. Luego, ya con la sarga, se inspiró en un inicio compuesto por tres pases cambiados, una trincherilla y el de la firma. La casta y fijeza del animal le llevaba a embestir de lejos, lo que aprovechó su matador para dos series de redondos a pies juntos, más bellos que profundos, lo que no consiguió con la zurda.
De inmediato ya se olvidó del clasicismo y apostó por la espectacularidad de espaldinas, circulares, bernadinas y hasta un desplante sin los trastos, entre el regocijo del público, antes de la estocada y los premios excesivos. En el que abrió función el francés anduvo profesional y con oficio sin más. Es lo que llevó a cabo Borja Jiménez en el último, un animal con genio que sacó un punto de violencia que imposibilitaba el toreo artístico, pero el sevillano, siempre en el sitio, se enfrentó con él sin dudas, aunque marró con las armas toricidas. Una oreja había echado al esportón en el otro un animal sin fondo y que se acabó pronto, aunque sí permitió a Borja un par de tandas en redondo en un palmo del terreno, sin alcanzar después lucimiento al natural, y premiada largamente con una oreja.
No fue el día de un Perera muy querido aquí desde hace años, en parte por culpa suya, porque su primero también con genio y rebrincado pero noblote, llegó a desbordarle en ocasiones. El salmantino quiso desquitarse en el quinto, pero el animal se acabó pronto y el teórico gozo que buscaba para él y para el público acabó en un pozo.
FICHA
Toros de SANTIAGO DOMECQ, con trapío y bien armados, con 1º, 5º y 6º muy ofensivos; flojos y de escaso juego a excepción del encastado 4º premiado con vuelta al ruedo. SEBASTIÁN CASTELLA: ovación; dos orejas (salió a hombros). MIGUEL ÁNGEL PERERA: palmas; ovación. BORJA JIMÉNEZ: oreja tras aviso; silencio. Plaza de Albacete, 11 de septiembre, 4ª de Feria. Más de tres cuartos de entrada.