El Banco Central Europeo, cuyo Comité de Política Monetaria se reúne el próximo jueves, se prepara para recortar nuevamente los tipos de interés, esta vez al 2% desde el 2,25%, lo que representaría la mitad de su nivel máximo del año pasado y menos de la mitad del equivalente fijado por la Reserva Federal. El BCE se enfrenta a un dilema poco habitual: tras ocho recortes consecutivos de tipos y una política monetaria cada vez más expansiva, el euro se ha apreciado más de un 9% frente al dólar desde comienzos de año, desafiando los fundamentos tradicionales del diferencial de tipos y poniendo a prueba la eficacia de la política monetaria en un entorno de creciente fragmentación global. Esta apreciación se explica, en parte, por la repatriación de capitales europeos desde activos denominados en dólares, el aumento de la incertidumbre institucional en EE.UU. y el renovado impulso fiscal por parte de las principales economías del bloque. El BCE ha situado su tipo principal en un nivel considerado “neutral”, con tasas reales que se acercan, por primera vez en dos años, al 0%.
Sin embargo, esta posición no ha logrado estimular de forma clara la demanda interna. Este contexto obliga al BCE a evaluar cuidadosamente sus próximos pasos. Nuevos recortes podrían alimentar desequilibrios financieros, especialmente en un entorno de expansión fiscal. Además, la fortaleza del euro erosiona la competitividad de las exportaciones, justo cuando la industria global muestra claros signos de desaceleración. En Europa, el PMI manufacturero se mantiene por debajo del umbral de expansión, con Alemania como el eslabón más débil.