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'Huida hacia el mar': Un relato de Rosa Paredes

'Huida hacia el mar': Un relato de Rosa Paredes

miércoles 21 de agosto de 2013, 17:53h
Era viajero y merodeaba de un lugar a otro. Los cinco continentes los tenía repetidos. Tenía un carácter fuerte y agresivo. Le gustaba la música y ante la falta de instrumentos musicales, se recreaba escuchando sus propios silbidos. Enfiló sus pasos hacia el bosque. Decidió hacer visita al grupo de eucaliptus que daban sombra en los tórridos días de verano. Sucedió lo de siempre. Las hojas de los árboles ante su presencia, terminaron agitándose. Seguramente - pensó - mi silbido las pone nerviosas.

Un grupo numeroso de hormigas en fila india y sin prisa alguna, hacían despensa para el duro invierno que se avecinaba.

Dirigiendo sus pasos hacia la atalaya, vio a los cervatillos que retozaban entre ellos. Decidió acercarse a saludarlos. Al verle, salieron huyendo en busca de otros aires...

Desalentado y compungido, siguió merodeando por el lugar. Pasó de largo por el estanque de los patos. En sus aguas oscuras, nadaban hojas otoñales. Fue en busca de su lugar preferido. Al llegar al parque lo encontró solitario. Los columpios se columpiaban solos; el pequeño tren, pintado de rojo, carecía de maquinista que le diese marcha al vagón; la mirada del tobogán ante la ausencia de trabajo, lucía aburrida y llena de bostezos dormidos... La añoranza de esas risas infantiles columpiándose y bajando por el tobogán, hizo que sintiese un regustillo amargo.

Enfiló sus pasos hacia la atalaya. Allí y con el mundo a sus pies, se sentía bien. Animado, silbó con fuerza. A medida que iba oscureciendo miraba con ansia hacia arriba. No tardaría mucho en hacer acto de presencia. Coquetuela, noctámbula y brillante, enamoraba sus noches. Estaba al tanto de lo que acontecía en el mundo y conocía mucho de las flaquezas y bajas pasiones de los humanos. Tendría que acallar el pudor que le embargaba ante su presencia, y pedirle una cita.

Estaba a punto de retirarse en busca de otros paisajes, cuando percibió en la lejanía un fuerte resplandor. Salió raudo hacia donde procedía el mismo. Se quedó sobrecogido ante el espectáculo dantesco que se presentaba ante él. Oteó con la mirada y lo observó agazapado entre unos matojos.

- ¡! Desgraciado, ¿qué has hecho!!

El aludido, con voz temblorosa, respondió:

- ¡! No ha sido mi culpa. Mi amo me frotó el lomo y con tanto frote terminó encendiéndome. Ha salido corriendo y me ha dejado abandonado!!

Asustado, miró al que escuchaba. Sobresaltado, vio que avanzaba hacia él y lo empujaba con fuerza hacia las llamas...

Ese bosque que momentos antes estaba vivo, se extinguía...

Nuestro amigo quiso hacer algo para evitar que los pinos que tanto amaba y con los que había celebrado sus cumpleaños, desapareciesen para siempre. Sopló con fuerza con ánimo de apagar el fuego, pero solo consiguió con ese soplo huracanado, avivar más las llamas. Por momentos esa naturaleza verde y lozana, se arrugaba.

Impotente hacia la nada, dejó que dos lagrimones chamuscados resbalasen al suelo...

Huyó en busca del mar. Una última mirada de despedida, le permitió ver el mechero arder en su propio fuego...

Aturdido miró hacia arriba. La luna había llegado a su cita.
En la lejanía se oyeron sirenas...
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