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Beneficencia: el toreo excelso de Morante le abre una Puerta Grande con reparos
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Beneficencia: el toreo excelso de Morante le abre una Puerta Grande con reparos

domingo 08 de junio de 2025, 23:09h
Morante, por fin, tras casi tres décadas de alternativa y con 45 de edad, logró el sueño que tanto tiempo llevaba persiguiendo: con esas sus armas que ningún colega alcanza. O sea, con su toreo mágico, excelso, inspirado, de cante hondo, del que se graba en el cuerpo y alma de los afortunados espectadores, el que estremece las fibras sensibles. Como en esta corrida de Beneficencia, que al acabar llevaba al gentío también toreando calle Alcalá arriba y abajo. Con ganas de contarlo a familiares, amigos e incluso enemigos: “Yo estuve allí en esa tarde histórica”. El de La Puebla anduvo tranquilo y relajado desde que se abrió de capote con su primero cascabeleando cuatro verónicas, un delantal, tres chicuelinas y la serpentina de remate. Todo lo anterior es tan cierto como que él está muy por encima del resto de los coletudos. También que, ¡ay! , su lote, como los demás, lo componía ese animal posmoderno, colaborador, obediente, justo de casta y fuerza, e incapaz de emocionar. O sea, ese animal que Juan Pedro Domecq padre del actúal definió como toro artista. No menos cierto es que la petición de oreja tras sus dos faenas era indiscutiblemente mayoritaria, mas otra cosa son los méritos. Porque la de ese su primer ‘artista’, rematada con un buen espadazo, era de auténtico peso. Más discutible, en cuanto a méritos se refiere, es la que le posibilitó descerrojar la soñada Puerta Grande.

En ese su primer bicorne Morante, además de las ya relatadas verónicas, festoneó de inicio con la muleta cuatro ayudados por alto fabulosos tras los que improvisó un bello kikirikí. A los que siguieron tandas de redondos de profundidad oceánica, los naturales llenos de belleza en grado sumo y los adornos de cierre. La emoción no la ponia el toro, sino el arte del torero.

De similar guisa obró en el otro, que rayaba la invalidez, con sus maneras como flauta mágica que dejaban en el cerebro el fulgor de la belleza. Una serie de naturales, lentísimos, han sido los mejores de toda la Feria, y de muchas más; sin olvidar que de su creatividad no forzada surgió de nuevo el lirismo y la poesía… los molinetes y los kikirikíes. Sí, pero no faltaron varios enganchones y si faltó un ritmo de mayor continuidad. Para colmo, el estoque quedó bajo. Pero la locura de la gente volvió a flamear los pañuelos y hubo premio reglamentario.

Claro cuando se torea así, es imposible para sus compañeros ni siquiera acercarse a ese nivel, aunque a Adrián también le pidieron con fuerza la oreja de su primero por una faena de ortodoxia, con ligazón casi siempre, aunque sin musa, y cerrada con ajustadísimas bernadinas. Ya en el otro el madrileño apostó más por el toreo moderno con exceso de ventajismos que a nadie interesaron.

Tampoco un entregadísimo Borja Jiménez, algo más justificado por la escasa codicia de sus enemigos, paradotes y sin codicia ninguna, hizo nada destacable muy a su pesar, y menos comparado con el mago de La Puebla. Y es que la tarde era de Morante, que con y sin salida a hombros es una bendición, un dios laico en la religión olorosa y flamígera del toreo.

Toros de JUAN PEDRO DOMECQ: desiguales de trapío: 1º y 6º, bien presentados; 2º y 3º, justos, 4º y 5º, chicos. Todos noblesy cumplidores en los caballos, manejables y flojos, con 3º, 5º y 6º descastados. MORANTE DE LA PUEBLA: oreja; oreja con algunas protestas. Salió a hombros. FERNANDO ADRIÁN: oreja con algunas protestas; silencio. BORJA JIMÉNEZ: silencio tras aviso; sillencio. Plaza de Las Ventas, 8 de junio. Corrida de Beneficencia. Lleno de 'no hay billetes' (22.964 espectadores, según la empresa).

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