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Belén López comparte su experiencia

‘Mi cáncer de mama y yo’: ¿Cuánto dura una “mala racha”?

Tengo cáncer de mama. Me lo diagnosticaron hace 3 meses con 42 años y fue una bomba emocional en toda regla. De hecho, es pasado este tiempo cuando siento que soy capaz de empezar a recoger de aquí y de allá los trocitos de estructura de vida que la onda expansiva ha despamarramado por los aires.

A los quince días de mi primer ciclo de quimioterapia mi madre fue hospitalizada debido a unas toses persistentes. Había una mancha en su pulmón pero no se sabía aún lo que era: - “pueden ser muchas cosas, tanto buenas como malas” decía el médico. Yo me colaba en el hospital con mascarilla por miedo a contagios inoportunos ya que mis defensas no están para muchos “trotes” y me repetía una y mil veces que era imposible, que las probabilidades matemáticas de que en un período tan corto de tiempo diagnosticaran dos cánceres en una misma familia tenían que ser bajísimas, por no decir inexistentes. Pero no, puede suceder. Cuando nos lo comunicaron, mi amígdala cerebral, ese apéndice que asume el control de nuestras emociones cuando el cerebro pensante aún no ha sido capaz de tomar una decisión, sólo me dejó emitir durante varias horas dos palabras: “Es surrealista”.

Decía Rosseau que: “la debilidad del hombre es lo que le hace sociable y que son nuestras comunes miserias las que inclinan nuestros corazones a la humanidad”. Al chico, lo tacharon de ingenuo e insustancial pero cualquiera que entre en un “Hospital Oncológico de Día” entenderá que su afirmación tenía bastante consistencia. Si, ya sé que hay gente con mucha calidad humana y niveles de empatía altísimos pero no llegan a la “otra dimensión”, a la que te llevó y te trajo por esos diferentes estados de dejadez, enfado, perplejidad, desolación, indolencia y vuelta a empezar varias veces, hasta ese día que decides que tú no eres libre de elegir lo que te pasa, pero sí de cómo responder a ello.

Acompañé a mi madre a su primera quimioterapia. Ella estaba muy nerviosa pero nunca le falta una sonrisa. Mamá, al contrario que yo, necesita contar a la gente lo que le pasa, que la escuchen, por lo que tras un minucioso rastreo, elegí su sitio en base al número de mujeres de mediana edad y aspecto locuaz que hubiera en la zona. No me equivoqué y en seguida estaban todas hablando de sus pueblos natales, idiosincrasia cultural y flora y fauna de los mismos, es decir, ellas: pacientes, hijas o mujeres, la empezaron a arrastrar a esa “otra dimensión” a la que su experiencia les había transportado hacía más o menos tiempo y salimos de allí bien animadas.

Es muy sorprendente pero las enfermeras me informaron de que había varias familias que tenían a más de un miembro recibiendo quimioterapia a la vez, con lo que se acabaron de desmontar para siempre todas mis hipótesis sobre probabilidades y he comenzado a vivir con la ilusión de la existencia de un desconocido pariente en Venezuela que me deje su Xanadú particular pues, como ciudadano Kane, no tenía herederos, sólo espejos dónde reflejaba su soledad...

A los pocos días me volvió a tocar a mi quimio-ciclo, el cuarto ya. Me hicieron mis análisis un ratito antes, me vio la oncóloga de nuevo y me dijo sin mucha preocupación que todo estaba bien aunque tenía algo alto el azúcar y había engordado 4 kilos desde el principio. He de confesar que si los helados “Häaggen Dazs” de dulce de leche de litro se midieran en sangre, mi imagen aparecería en mármol y subida a una peana en el vestíbulo de la fábrica principal con lo que decidí tomar conciencia.

Llevaba apuntadas varias preguntas aprovechando la consulta: pautas de alimentación anti-cancerígena, tamaño actual de mi “molesto inquilino” y número de mujeres diagnosticadas de cáncer de mama al año en España. Ella, que es muy dulce, pero parca en palabras, me contestó un “lo típico” a la primera y sendos “no lo sé” a la segunda y tercera… bueno, yo siempre he agradecido la sinceridad.

A mamá no le sentó muy mal el tratamiento, para su caso de pulmón es otro tipo, a ella no se le caerá el pelo y sí notó mucho cansancio. Mejoró mucho su tos y poco a poco, con ayuda de la psicóloga de la Asociación del Cáncer, va animándose. Yo, por mi parte, y obligada por circunstancias “de peso”, estoy investigando mucho sobre nutrición, ya os hablaré en próximos artículos de mis pesquisas. El día 6 de septiembre tengo una mamografía y por fin sabremos la medición de mi quiste a mitad de tratamiento y, desde aquí, confirmo que el número de mujeres diagnosticadas de cáncer de mama anualmente en España ronda, dependiendo de la fuente, entre las 15 y las 16 mil.



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