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Adalid, pareando magníficamente al quinto de la tarde
Adalid, pareando magníficamente al quinto de la tarde

Un gran subalterno, David Adalid, único triunfador ante un mal encierro de Palha

Robleño, Castaño y Aguilar se quitaron la corrida con profesionalidad

domingo 07 de octubre de 2012, 20:54h
Toros de PALHA, desiguales de presentación, con 3º y 5º escurridos; escasos de casta y peligrosos, excepto 1º y 2º, y justos de fuerza. FERNANDO ROBLEÑO: silencio; palmas. JAVIER CASTAÑO: ovación; silencio. ALBERTO AGUILAR. silencio; silencio. Plaza de Las Ventas, 7 de octubre, 4ª y última de la Feria de Otoño. Casi lleno. Saludó clamorosamente tras parear al quinto el banderillero David Adalid
Una de dos... que cantaba uno de los pocos intelectuales que no ha escondido su afición táurica, Luis Eduardo Aute. Si triunfa un subalterno ¿fracasan los coletudos? No, aunque tampoco triunfaron ¿Lo hacen los bureles? No necesaramente, pero sí este domingo. Porque, al margen de aquello de corrida de expectación (torista), corrida de decepción, lo más destacado de la misma lo realizó un extraordinario subalterno, David Adalid -habitual en los saludos-, que se jugó las femorales en sus dos impresionantes pares de banderillas al quinto de la tarde, que correspondió en lidia a su jefe de cuadrilla Javier Castaño. 

Con todas las ventajas para el burel, que se adornaba con unas perchas terroríficas y en las que podría colgar la ropa un regimiento, Adalid -que ya había bregado de lujo con el percal ante el segund- se fue en corto y por derecho, reunió, se asomó al balcón de esa velas temerosas y temidas y clavó en todo lo alto, saliendo con enorme torería en los sendos pares de rehiletes. Toda una lección, cuyo vídeo es menester, justo y necesario que se ponga en las escuelas taurinas.

Claro que si un subalterno, por muy de lujo que sea, es el mejor de la tarde, ¿qué queda para ganadero y coletudos? No mucho, la verdad; no mucho. O sí. Calabazas de suspenso para Joao Folque, el propietario de la legendaria divisa, que echó al ruedo venteño un encierro desigual con sólo dos guapamente presentados, 1º y 6º, otros dos justitos justitos, 2º y 4º, y los otros sin trapío, por mucho que el quinto se tapara con esas guadañas ya reseñadas. Mas, peor que eso fue si ausencia de casta como denominador común, por más que algunos cumplieran en el penco.

Y peligro, claro, peligro. Mayormente los que aparecieron a partir del segundo, ya que los dos primeros eran tan noblotes como cualquiera de las ganaderías comerciales, pero sin intenciones de embestir. De modo que unos coletudos expertos en este tipo de hierros, Robleño, Castaño -cogido sin consecuencias por el segundo- y Alberto Aguilar, se quitaron de enmedio la corrida con profesionalidad y escasas opciones de lucimiento. 
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