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La literatura y la vida

'Lagrimas de cocodrilo': La caló

'Lagrimas de cocodrilo': La caló

lunes 15 de julio de 2013, 08:34h
Este calor pide a voces vacaciones. Pero leer, leer libros -a lo mejor de otra manera, sin tomar notas- es parte integrante de esos momentos, tirados a la sombra. Y sin más obligaciones que las imprescindibles, O sea, vacaciones.

Nunca me he podido imaginar unas vacaciones sin libros. Donde fueran, vaya. Siempre mis maletas llevan un par de kilos de papel de más, que los libros, a razón de 250 gramos de media (pesamos hace mucho los de Alianza, y era entre eso y 300, y ya saben ustedes que el papel se paga por kilos, para que luego digan que el saber no ocupa lugar) y con la moda del novelón enorme -aunque se hace con papel de menos gramaje, generalmente- pues eso, un peso. Pero un dulce peso.

Y no sé qué recomendar, para ir haciendo boca. ¿El Inferno, de Dan Brown? Ay, con cuantas ganas esperaba yo esa novela. Lo que he defendido Angeles y demonios y El código Da Vinci, y hasta aquella otra que se pasaba en el Polo.... A ver. Como novela, la peor de Brown, parece hecha con un google maps de Florencia y de alguna otra ciudad que no destriparé, y un par de buenas guías artísticas, además de buena lectura de la Commedia Inferno del Dante. Y un buen par de colaboradores. Vamos, de negros -que por cierto, debieron cambiar a mitad de la novela, para mejor. El resultado, pues eso: que le falta el temblor. El temblor. ¿Y entonces? Entonces el tema y la historia. ¿Qué nos está pasando, que mientras no parece el tema fundamental del mundo, así, en las noticias, resulta que aparecen ficciones apocalípticas, continuamente, sobre la superpoblación? Como nunca he creído que las cosas sean casuales, y todavía me sorprende ver los horrorosos cuadros de población y de recursos, de ese horror que se llama "sostenibilidad", en una novela, pues..... bueno. Como síntoma, y dadas sus conclusiones, bastante odiosas por cierto, a lo mejor no queda más remedio que leerla. Para ir sabiendo quienes somos.

He preferido La isla de Príapo, una antiutopía bastante curiosa, que no cae en la misma línea pero coincide muchísimo. (Qué lástima que me prohíba a mi misma contar las novelas. Pero no me puedo bajar ahora de mi propio burro, ya es tarde!). Publicada por Atmósfera Literaria, esta novela de Oswaldo de Rivero, embajador peruano absolutamente activo en temas de desarme, lucha contra el cambio climático y, por supuesto, contra el hambre y la enfermedad, represaliado por Fujimori y pieza clave de la política exterior de Toledo, cuenta los entresijos de una situación complicada y "ocurrida": bueno: se lo cuento. Que explotan por causas naturales unos depósitos de algo que deja impotentes (y estériles) a todos los varones de la tierra. Bueno: menos a tres. Tiene humor, tiene ciencia, tiene diplomacia, tiene una cosa por así decir, feminista (aquí muchas, muchísimas comillas) tiene amor, tiene miedo.... y tiene una mano firme y personal. Bueno: en la tierra somos muchos. Yo trataré de quedarme lo más que pueda. Pero Oswaldo de Rivero, ni ninguno de sus personajes, no empieza por considerar que la peste negra fue lo mejor que le pasó a la humanidad en su momento....

Esta sí la recomiendo -sin olvidar que dos es un género: son los hijos de Huxley y de Blade Runner, los antiutopistas, pero puestos en la época de la biogenética y la información. Y recuerdo la novela Planeta Hembra, de Gabriela Bustelo, y recuerdo uno de los cuentos de esa tan femenina -en el sentido de Patricia Highsmith, tan viscosa, tan morbosa: lo mejor de la literatura escrita por mujeres es así- de Leche, el libro de relatos de Marina Perezagua, recién publicado por Los libros del Lince. En fin.

Cambio de tercio, a medias, y dos novelas que me han hecho disfrutar, casualmente aparecidas ambas en Destino: la de Marco Malvaldi, El caso del mayordomo asesinado, que a mi me recuerda esas de Eduardo Mendoza de trama criminal, por lo literaria y lo humorística, y la actitud del autor frente al lector, y lo bien escritas que están, y la del sueco Arne Dahl, Hasta la cima de la montaña, un novelón que, si pasas las primeras páginas, con los nombres completos de todos los personajes y de cada sitio, todos en sueco de Suecia misma, y ya te aprendes los fundamentales, los de ese equipo fantástico, pues eso, disfrutas. Son veinte páginas que jo, si se llamaran Pérez, Gómez o López -o Pereda, oiga- los pilabas a la primera: pero son suecos y en su derecho. Una vez saltada esta afluencia de consonantes -que la traducción podría haber obviado dejando los nombres de pila - más imponente por la escritura en facetas, como las de los brillantes tallados a la antigua- de la que obviamente ellos no tienen la culpa, la novela es impresionante. Y con esa carga moral dura que, al final, es la justificación de todo el género.

Mientras esto escribo, la Semana Negra de Gijón entra en su finde final. Está siendo un enorme éxito, y ha tenido hasta buen tiempo. Enhorabuena. El año que viene no me la pierdo.

 

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