Prestige: ¡Nunca va a surgir el olvido!

A pesar del día grisaceo, decido en esta mañana de domingo, salir a dar la caminata matutina. Ya en el paseo marítimo y acodada en la balaustrada, dejé que mi mirada saliese al encuentro de las juguetonas olas de altamar. Observando el color azul y limpio de las aguas, mi pensamiento se fue muy lejos en busca de aquel trágico día...

En el puerto de mi ciudad, hacen parada y fonda todo tipo de barcos. Tenemos los grandes trasatlánticos que transportan el ocio, la diversión y la alegría de los turistas venidos de otras tierras lejanas. Luego hay otros que traen consigo sustancias oscuras y espesas. Un día apareció uno de esos barcos, con el nombre de Prestige. Aquí se nos metió. No andaba muy boyante de salud y empezó a vomitar. Lo que arrojaba por la boca, era malo y contaminante. Se podía haber puesto remedio al tema puesto que hubo tiempo para ello. Lo malo es que por parte de algunos, aparece el letargo del caracol y no hay lugar a tomar decisiones drásticas, inteligentes y rápidas. Se dejó el grave problema sin resolver, y el Prestige salió del puerto rumbo a otros horizontes. Pasó lo que tenía que pasar. Quisieron lanzar la pelota a otro tejado, pero se perdió por el camino.

El mundo grande en el que vivimos, fue testigo de la gran catástrofe que asoló nuestra tierra gallega. La negrura invadió lo de fuera y lo de dentro. Lo que era azul y limpio, dejó de serlo. Este tema ya lo he escrito en otras ocasiones. Sucede que hay hechos que se agarran profundamente a la capa de la piel, y por más que frotes no hay forma de que desaparezcan.

Se causó profundo dolor de muchas maneras. Incluso la actitud de los políticos de turno, dio fuerte bofetón. No acudieron rápidamente, que era lo que procedía. Tardaron varios días en darse una pequeña vuelta. Unos cazaban y otros atendían otros menesteres... es lo que pasa con las agendas apretadas. Atendido el papeleo, decidieron hacer la visita de cumplido y ver en vivo y en directo, la desgracia acontecida. Aquí se personó la plana mayor. Por parte del Ayuntamiento, hubo preparativos de todo tipo para recibir a tan ilustres visitantes. Había que engalanar la ciudad. Cortes de calles, serpentinas y confetis y riego por aspersión en los jardines. Se trataba de dejar La Coruña, coquetona y con buena presencia, por lo menos en la primera mirada... más lejos había otros oscuros paisajes.

Personados en el lugar, hubo agasajos de todo tipo. Degustación de las exquisitas viandas, y riego del buen vino del ribeiro. Para culminar la visita, se dio paso al posado de la foto en la plaza del Ayuntamiento. Satisfechos y contentos por el trato recibido, retornaron al lugar de partida.

Sin embargo, otros permanecieron en el lugar de la tragedia con el corazón roto y con el miedo en el cuerpo. No se me olvidan las imágenes en los medios de comunicación, de los marineros y familiares arrancando con sus manos desnudas y descarnadas y sin ningún tipo de protección, el chapapote de las rocas y las playas. Salieron a la desesperada e inhalaron los gases tóxicos de ese alquitrán contaminante. Recientemente he leído en una publicación, que muchas de esas personas, en el día de hoy, sufren problemas pulmonares.

Transcurrido cierto tiempo del hundimiento del Prestige, un conocido político y que ahora ostenta el importante cargo de Presidente del Gobierno, para sacar hierro al asunto, dijo una frase que va a pasar a los anales de la historia: "solo quedan hilillos"

Cochina mentira. Cuando iba a la playa y rascaba en la arena, los dedos salían impregnados de negro alquitrán. No quiero dejar de mencionar en este comentario, las personas que se solidarizaron con la desgracia y se desplazaron de todas partes del mundo, a prestar su valiosa ayuda.

Ha transcurrido bastante tiempo de esta tragedia, pero todavía recuerdo a las gaviotas que llevaban las alas impregnadas de negro chapapote.¡Nunca va a surgir el olvido! Imposible.