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Brecht + Weill + Tedesco, CABARET: ¿Quién ha dicho que esto no es teatro?

Brecht + Weill + Tedesco, CABARET: ¿Quién ha dicho que esto no es teatro?

sábado 16 de enero de 2016, 17:44h

Sexo, whisky y dinero, esa es la clave de siempre para acercarse a la felicidad. En los últimos decenios, el segundo y el tercero se han cambiado por drogas y rock and roll pero, en esencia, hablamos de lo mismo. Si hubiera que negociar el gobierno salido de las urnas del 20 de diciembre entre los partidarios de una y otra pócimas, estoy seguro de que tendríamos ejecutivo antes de la medianoche. Pero no pienses que me he vuelto loco, no. El teatro y más aún, una de las formas que adopta el teatro, el cabaret, da cabida a la filosofía cotidiana y a la alta filosofía sobre nosotros mismos y, además, la combina con la reflexión sobre nuestro entorno social y político. Y, por si solo eso fuera poco, lo hace con música, con canción y con diálogo: ¿Hay quien dé más?

De todo eso, pero con emoción, con gracia, con desparpajo y con cierta misericordia sabe mucho Pía Tedesco, que lleva ya unos añitos combinando, puliendo, mimando y limpiando todos esos ingredientes como quien busca la piedra filosofal, segura de que la vida está ahí, de que en esa hora y media de exposición ante el público, puede brindarle las pistas suficientes y necesarias para ser un poco más feliz que cuando entró a verla y a escucharla. Han podido comprobarlo varios cientos de madrileños y visitantes que entre los días 12 y 17 se han ido acercando al madrileño Teatro Fernán Gómez (Sala Jardiel Poncela) para disfrutar con su espectáculo ‘Brecht + Weill’ por el Pía Tedesco Ensemble.

“Lo mejor es que todo pasa, el amor y el dolor también… Mis lágrimas de anoche ya no existen, ni la nieve que cayó ayer”. Las palabras son de Bertolt Brecht. Son parte de una estrofa de una canción que el dramaturgo escribió (‘Canción de cuna’) dedicada a la esposa del compositor estadounidense de origen alemán Kurt Weill. Se llamaba Lotte Lenya, y algo muy parecido debía sentir ella cuando, con apenas 17 años, salía a las calles a prostituirse (luego fue actriz de éxito). Claro que, en la voz profunda de Pía Tedesco -una voz de registros insospechados, pero siempre desbordantes de una emoción que transforma a quien la escucha-, adquiere resonancias íntimas, estremecedoras, profundamente humanas. Quien escucha a Pía sabe que no está escuchando historias lejanas, sino personales, íntimas, que te tocan el corazón.

Entre canción y canción Pía piensa en voz alta, pregunta directamente mirando a los ojos del público, provoca algún comentario, lo responde ágil y lúcida, y lo pilla siempre con el pie cambiado cuando, de pronto, coge los bolsos de dos espectadoras y los lleva detrás del conjunto musical que la acompaña… Por cierto, un trío magnífico el formado por Néstor Ballesteros (arreglos, dirección musical, piano y acordeón), Gerardo Ramos (contrabajo) y Ramón Mucci (batería y percusión).

Kurt Weill ha puesto la música (incalificable por lo que al género se refiere, pero hermosa y descriptiva siempre), y Bertolt Brecht la palabra directa, certera, descarnada y lúcida de casi todos los temas que canta Pía en este espectáculo imprescindible para los amantes del teatro, la canción, o de las dos artes a la vez. Porque su montaje tiene gesto, palabra, emoción y lágrimas, pero también música en directo, sin trampas ni cartón, con un sonido limpio, ajustado en el tono, el timbre y el volumen para acompañar a la voz de Pía que es la que brilla siempre. Y todo ello bañado en los azules, rojos, amarillos… de las luces que dotan el espectáculo de ese ambiente entre sórdido, canalla y esperanzador de los cabarets de entreguerras, de esos cabarets que trataban de atrapar la esperanza perdida, el amor imposible y la nostalgia justa porque lo que de verdad importaba -lo que de verdad importa siempre- es afrontar el futuro con la mejor cara posible. Por dignidad, por decencia y, sobre todo, por la necesidad de sobrevivir, pase lo que pase, y pese a quien pese.

La Tedesco canta la mayor parte de sus canciones en español, pero también lo hace en francés y en inglés, aunque siempre cuenta la esencia de las historias que deambulan entre las notas musicales y las palabras que salen de su garganta y el público no necesita saber idiomas para disfrutar con ellas. En esta ocasión, la mujer es el tema central de todas. La criada de un hotel -‘Jenny la de los piratas’-, cargada de resentimiento contra todo y contra todos; otra mujer decidida a buscar a su hombre y que -como en la vida misma- no escoge desde la razón, sino desde el corazón y por eso acaba eligiendo al peor de todos sus pretendientes -‘Balada del no y el sí-; la canción sobre un garito de Bilbao, el mejor garito del mundo, aunque uno no pueda dejar de mancharse si se sienta en cualquier taburete -‘Canción de Bilbao’- …

Viejos tiempos

Como en los viejos cabarets, aquí también hay una especie de intermedio, de pequeño descanso para que la artista pueda cambiarse, que la orquesta que la acompaña pueda lucirse y que el público se tome un respiro para afrontar en mejor estado de ánimo la segunda parte que se avecina. Pía, que había salido de negro elegantísimo, vestido largo y tacón de vértigo, sorprende ahora a propios y extraños con vestido negro muy escotado por debajo de las rodillas, con volantes rojos y negros, que complementa con zapatos negros con cordones rojos y sombrerito.

Y como la sorpresa, la incertidumbre y lo desconocido son ingredientes tan imprescindibles para el cabaret como para sentirse vivo, la suerte le llega inopinadamente a un joven sentado en primera fila, sobre el que Pía se sienta muy sensual encima. Antes había recorrido toda la sala -semicircular, y con estupenda visibilidad, por lo demás- alumbrando, provocadora, directamente a la cara con una pequeña linterna.

“Uno siempre tiene un lugar en el que está rodeado de los mejores y en el que todo es posible. Ese sitio se llama Youkali. Uno siempre está solo pensando en este paraíso y, además, Youkali no existe...”. Una canción con la que Pía abre la segunda parte de su montaje, dedicada a los inocentes, a los ilusos soñadores que no quieren mirar de frente a la vida.

Claro que el cinismo -lo recuerdo, en torno a él se fundó toda una escuela filosófica griega- es también una forma de afrontar la existencia. Y algo de eso hay en el tema en que una niña que a los 3 años se puso a adornar el árbol de Navidad y se quemó su casa... A los 75 años, se decidió a ser la mujer más longeva de la tierra y se murió con 76 (“No se os ocurra jamás tomar una decisión”, sentencia Pía). Más vale no olvidar que ‘One life to live’(su última canción),tenemos una vida sola para vivir y hay que exprimirla al máximo, como propugna la artista argentina en este hermoso, sentimental e íntimo espectáculo.

Aquel que piense que el cabaret es una forma menor de teatro, un teatrillo de segunda división, es porque aún no ha acudido a ver a Pía Tedesco. Aprovecha la próxima oportunidad que tengas, no la dejes pasar, para no volver a sentir la necesidad de comprobar personalmente que en esta crítica -o crónica, llámala como quieras- no hay ni un ápice de exageración. Ah! Y, por si hay dudas, Pía Tedesco, no es mi amiga.

‘Brecht + Weill CABARET’

Dirección y voz: Pía Tedesco

Dirección musical y arreglos: Néstor Ballesteros

Músicos: Gerardo Ramos, contrabajo; Ramón Mucci, batería y percusión y Néstor Ballesteros, piano, acordeón y xilófono

Teatro Fernán Gómez (Madrid)

Hasta el 17 de enero

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