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Jardín del Museo Sorolla (Foto: Mila Checarelli)
Jardín del Museo Sorolla (Foto: Mila Checarelli)

Los jardines del universal Sorolla, un paraíso en el centro de Madrid

martes 10 de mayo de 2022, 11:51h
Por Concepción Carazo / José Brías

Anteriormente en Madridiario hemos recorrido dos de los tres jardines del Museo Sorolla situado en el distrito de Chamberí, en el paseo del General Martínez Campos de Madrid.Finalizamos nuestro paseo por este edén, remanso de paz y de buenas vibraciones, descansando junto a Dionisos, a un juguetón sátiro y a un esbelto danzante. Nos recoge la luz, la poesía, el sonido del agua y el perfume aromático de las plantas.

Hoy queremos presentar el tercer jardín, que Sorolla situó a un nivel más alto y el Patio Cordobés interior de la planta baja del Museo.

Subimos dos escalones y entramos en este escenario paisajístico que introduce dos elementos enfrentados: una pérgola de reminiscencias renacentistas y una alberca sevillana coronada por la Fuente de las Confidencias de inspiración hispanoárabe. Esta fuente obra del valenciano Francisco Marco Díaz Pintado, colocada delante del saliente semicircular del salón de la casa, sólo obtuvo la medalla de plata en la Exposición Nacional de Artes Decorativas de Madrid de 1911, lo que indignó al pintor que decidió adquirirla para su jardín. Constaba de dos figuras alegóricas en yeso a ambos lados de un pilar rematado por dos volutas de donde mana el caño de agua. Las mujeres con atuendo y peinado clásico se acercan y se apoyan entre ellas para compartir intimidades y secretos. En 1975 el autor sustituyó las esculturas por una fundición en bronce patinado de verde oscuro que regaló al Museo. Las figuras en bronce contrastan con la base y el pilar en piedra. La fuente se complementa con un estanque donde se encuentra una pila de mármol del siglo XVI de procedencia sevillana que Sorolla tuvo depositada en la fuente del primer jardín y sobre la que cae el chorro de agua, para escurrir posteriormente a la alberca, siguiendo el juego del agua propio de lo hispanoárabe. Posteriormente en 1983, se instaló en ella una placa de bronce, regalada por la hija del escultor, reproduciendo su firma.

En esta zona el suelo es de cerámica y cantos rodados. Los arriates compuestos por setos de boj conforman los ejes centrales de la vegetación. Encontramos ejemplares de árboles frutales como el níspero (Eriobotrya japonica), el ciruelo (Prunus domestica) o el naranjo (Citrus) y de árboles ornamentales como el magnolio (Magnolia) que plantaron Joaquín y Clotilde y todavía se conserva, o la falsa acacia (Robinia pseudoacacia). Además, en este jardín se reparten macetones de especies arbustivas como aligustres (Ligustrum), durillos (Viburnum) evónimos (Euonymus japonicus), hortensias, (Hidrangea), pitósporos (Pittosporum), y macetas de flores con alhelís, azaleas, azucenas, claveles, peonías. Junto al estanque y dentro del mismo destacan las calas o lirios de agua (Zantedeschia aethiopica) con sus vistosas flores blancas y sus brillantes hojas.

Frente a la alberca una pérgola, de estilo italiano, formada por cuatro columnas frontales y dos columnas laterales con capiteles genoveses que soportan doce vigas de madera rematadas en zapatas talladas y encastradas en el muro este, donde el pintor solía sentarse para realizar vida familiar y social. Hay constancia documental de que en la residencia de los Sorollas hubo una gran actividad social. Desde los reyes, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, hasta académicos, artistas e intelectuales de la época eran ilustres habituales de su hospitalidad. Clotilde y Joaquín recibían amigos para invitarlos a un almuerzo o a una taza de té, como se aprecia en algunos cuadros del propio pintor o en fotografías y periódicos de la época.

La pérgola cobija plantas trepadoras, como tupidas hiedras, olorosos jazmines y las apreciadas rosas de flores amarillas y blancas (Rosa banksiae) junto a macetas plantadas de decorativas aspidistras, poco exigentes de mantenimiento, que generan un ambiente embriagador para deleite de todos aquellos que utilizan las mesitas y sillas metálicas dispuestas en este rincón remanso de paz y tranquilidad. Podemos disfrutar de un espacio asombroso para descansar, conversar y recrearse de los aromas de la vegetación y el sonido del agua, incluso del trino de los pájaros, junto a un singular ejemplar de mirto (Myrtus communis) o arrayán plantado por el mismo Sorolla en 1917, traído desde el Jardín de la Acequia’ de la Alhambra.

Bajo la pérgola se encuentra un busto prolongado del pintor, donado por la The Hispanic Society of América de Nueva York, con motivo de la inauguración del Museo Sorolla en 1932, réplica en piedra de un original que en 1918 hizo Mariano Benlliure del pintor, en bronce, que se guarda en la sede americana. La escultura representa al pintor en plena acción pictórica: mirando al frente, girando el torso hacia su derecha y sosteniendo una gran paleta con su brazo izquierdo; la figura está apoyada en un pedestal de proporciones cuadradas con el escudo de la Hispanic Society of América.

La plantación completa del jardín finalizó hacia el 1917. La familia Sorolla disfrutaba de este oasis personal, donde el artista solía sentarse a pintar o a descansar. En más de cuarenta cuadros, que se conservan en el museo, aparecen distintos perfiles del jardín y de los miembros de su familia.

Junto a la Fuente de las Confidencias se encuentra la entrada a la planta baja donde vivía la familia, hoy acceso a la entrada principal al museo. Nos encontramos con dos ejemplares de almez (Celtis australis) y un laurel (Laurus nobilis) guardianes de la entrada al recinto.

A continuación, la entrada al estudio del pintor se accede por una escalera forrada de hermosos, decorativos y antiguos azulejos que Sorolla se dedicó a comprar en mayo de 1915 en Valencia y pueblos de alrededor como Burjasot o Manises y que dieron como resultado una colorida vistosidad a este rincón, donde destacan las imágenes de San Vicente Ferrer con una filacteria sobre su cabeza con la frase ‘Timete Deum et date illi honorem’ o ‘Temed a Dios y dadle gloria’ que el santo solía usar en sus sermones para convertir a los musulmanes.

Finalizamos nuestro recorrido por los jardines de Clotilde y Joaquín, pasando junto a una estatua de Elena Sorolla, hasta alcanzar el patio andaluz, llamado en los inventarios del Museo ‘Patio Cordobés’. Actualmente no está permitido el acceso al público, pero se le puede observar a través de los cristales. Situado en la planta baja, en sus inicios se alojaban los empleados al servicio de la familia Sorolla. Es un pequeño espacio cuadrangular presidido por una fuente octogonal con una pila de Triana, forrada de azulejos trianeros en azul y blanco, para ajustarse a la estética sevillana, comprados en Talavera de la Reina a su amigo Juan Ruiz de Luna. El recinto proporciona luz y ventilación a esta parte trasera de la vivienda, especialmente la dependencia donde el pintor tenía su estudio.

A su alrededor tres galerías abiertas por columnas y capiteles genoveses en las tres arquerías, cuyo zócalo que recorre todas sus paredes, está recubierto con azulejos de Talavera de la Reina del ceramista Juan Ruiz de Luna destacando algunos paneles de cerámica de Manises, como el dedicado a los santos cocineros Santa Marta y San Pascual Bailón y un cuarto muro cerrado con ventanas, donde está la tienda del Museo. En 1981 se acristalaron dos de sus galerías.

Como se puede apreciar en fotografías de la época, este patio tenía una abundante y diversa vegetación. Sorolla en los cuatro macizos plantó setos de boj y cuatro cipreses, sustituidos en la actualidad por palmeras excelsas (Trachycarpus fortunei) de tronco peludo, por macetones de aspidistras, bambús sagrados (Nandina domestica), camelias, begonias y otras especies estacionales.

Nuestro atrayente y apasionante recorrido por los jardines de Joaquín Sorolla y Clotilde García del Castillo llega a su fin. Nos vamos con la idea de salir, para pronto volver, a un escenario que armoniza arquitectura y naturaleza, aromas, sonidos y colores en un entorno urbano, como un gran salón al exterior atractivo para hacer vida social, una atmósfera saturada de vida, con el agua de protagonista. Es un estudio de pintura al aire libre y al alimón una obra de arte con azulejos, columnas, esculturas, fuentes y muchas plantas. La paleta paisajística del pintor, sus ideas acerca de los jardines-disfrute nos regaló este singular espacio a las generaciones futuras.
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