Eterno y emotivo 'Hoy: El diario de Adán y Eva', de Mark Twain

'Hoy: El diario de Adán y Eva', es una adaptación de textos de Mark Twain que aborda, durante una hora y media de representación, asuntos tan antiguos  como actuales y tan actuales como futuros, porque, ¿Cuándo, si no, dejará de hablarse del amor, la vejez, la muerte, la amistad, los compromisos de verdad entre dos personas o la influencia de las circunstancias externas en todos los  seres humanos?

De todas estas cosas, y algunas más, se habla en la nueva versión de esta obra que ahora dirige Miguel Ángel Solá, el mismo que hace ya unos cuantos años la paseó como actor por toda España, junto a Blanca Oteyza,  pero que   ahora interpretan Ana Milán y Fernando Guillén Cuervo.

'Hoy: El diario de Adán y Eva' está producida en esta ocasión por Pentación Espectáculos y Un Cuervo en Milán, en versión de Blanca Oteyza, Miguel Ángel Solá y Manuel González y cuenta con Nicolás Vaudelet en el diseño de vestuario. Puede verse en Madrid desde el pasado 28 de enero hasta el 15 de marzo, en el Teatro Bellas Artes.

Con solo dos actores en escena, Fernando Guillén Cuervo y  Ana Milán, pero que adoptan tres personalidades distintas cada uno de ellos, y con una escenografía (de Miguel García de Oteyza) muy cuidada en donde domina el negro, pero con varios puntos de luz dirigidos, primero, a ambos extremos del proscenio, y, luego, al mismo centro del escenario, que es donde se simula la instalación de un locutorio de radio moderno donde discurre también buena parte de la acción.   

La obra sitúa esa acción en tres planos bien distintos, pero claramente interconectados entre sí. El primero, que en realidad justifica el título de la obra, sitúa a Adán y Eva en el paraíso, el día de la creación del universo, según el relato de la Biblia. El segundo plano traslada al espectador a la última emisión de un  programa de radio emitido en los años 60 del siglo pasado donde Catalina y Felipe acercan al público radioyente de la Cadena SER piezas clásicas de la literatura universal. Y, por último, el tercer plano nos sitúa ya en  el tiempo actual en el que Felipe, ya anciano, es entrevistado en otro locutorio radiofónico por una joven presentadora que, locuaz y seductora, intenta hacer hablar a Felipe de la naturaleza y profundidad de su relación con Catalina.

Amor y melancolía

El montaje está preñado tanto de amor como de humor y melancolía, pero de esa melancolía amable del otoño que empieza a teñir de marrón las alamedas  de los parques y bosques y que propicia en el paseante una tendencia inevitable al recuerdo de todo aquello que, desgraciadamente, ya no va a volver. No en vano, Mark Twain escribió este texto cuando todavía estaba  vivamente afectado por la muerte de su mujer después de 34 años de matrimonio.

La elección del espacio escénico es un acierto absoluto porque, si hay un medio que provoca un poder imparable de evocación, ese es la radio. Y los sonidos de radio que pueden escucharse en 'Hoy: el diario de Adán y Eva' nos retrotraen, por un lado, a aquellos viejos estudios de radio en donde -las más de las veces en directo riguroso- los actores de radionovelas y obras dramáticas adaptadas, se plantaban de pie y ante un micrófono articulado a interpretar sus personajes y, por otro, a  un moderno estudio en donde  locutores e invitados, en torno a una  mesa y cómodamente sentados, hablan  de lo divino y lo humano en la más absoluta intimidad, aunque puedan estar siendo escuchados por miles y miles de oyentes.

El texto gira en torno al amor ("palabra inventada por Eva para definir lo indefinible") como único asidero fiable en una  vida que sería muy distinta sin ese mismo amor ("palabra repetida por Adán para no volver al barro que lo parió"), vivido a través del recuerdo íntimo y emotivo de Felipe que nunca ha olvidado, entre otras cosas porque no ha querido olvidarla, su relación con Catalina cuando ambos compartían mucho más que las palabras con que daban vida a los personajes que interpretaban en las ondas.

Fernando Guillén Cuervo  interpreta  a Adán y a Felipe, tanto en su etapa de locutor, como habiendo cumplido ya los ochenta años, y Ana Milán interpreta por su parte a Eva, a Catalina y a una seductora locutora ya en nuestros días (¡Dios mío, que voz tan sugestiva  la de Ana!). Los dos actores forman pareja tanto sobre el escenario como en la vida real, y esa complicidad la trasladan con mayor facilidad al montaje. Están verdaderamente convincentes y espléndidos en sus papeles respectivos.  

Profesionales hasta el extremo, el día que acudí a la función tenían ambos un  notable resfriado, que aliviaban en los cambios de papel (todos se producen delante del público), bebiendo agua, o  inhalando algún medicamento al uso, que les permitiera seguir a renglón seguido la segunda función del día que, imagino, estaría también con un público a rebosar el teatro, como en la  sesión   a la que acudí. No es extraño porque, como digo, los dos actores bordan su papel y hacen del espectáculo una razón más para que cualquier espectador que acuda a él vuelva de nuevo a esa o a otra sala enamorado de poder  contemplar ese trocito de vida que tenemos la suerte de tener a nuestro alcance cada vez que nos sentamos ante un escenario.