El triunfador de la pasada edición isidril, Borja Jiménez, mal colocado este año muy al final del ciclo, se reivindicó en la primera oportunidad con sus armas: disposición máxima, valor y, claro, lo más importante: toreo. Todo ello lo cascabeleó con percal y muleta en su lote, luciendo más en el primero con una faena de altos quilates pero con un feo espadazo en la rúbrica que dejó el premio en una oreja. Con un encierro muy colaborador de Jandilla con nobleza, calidad y la casta justa en tercero, cuarto y quinto, Castella se sintió motivado por el éxito del sevillano y mejoró mucho en ese cuarto en una de sus mejores actuaciones de las dos últimas campañas, lo que tampoco era muy difícil. ¿Manzanares, preguntan? Pues sigue de año sabático ajeno al compromiso profesional con el ‘pagano’ -léase público- y a la fiesta.
No tardó Borja, que ya se había lucido en un precioso quite de chicuelinas de mano baja en su turno al del alicantino, en presentar sus cartas credenciales nada más salir ya el primero de los suyos, un animal nobilísimo y codicioso, al que veroniqueó con gusto. Su labor de aleteo de mariposas en lo artístico, y de temple y ligazón en lo demás, continuó, de hinojos, con una larga serie de seis redondos y dos trincherillas.
Aumentó la intensidad ya en pie con tandas por ese pitón en un rodalico de terreno y algunos pases con la plusvalía del desmayo. Como llevó a cabo por naturales de mano baja preñados de entrega y sabor pero aunque se tiró a ley, el acero quedó desprendido y el sevillano sólo echó un trofeo, de mucho peso en su esportón.
De similar guisa iba con el que cerró festejo, al que lanceó con variedad y comenzó con la sarga de forma parigual al anterior, pero el burel, un jabonero sucio de impresionante estampa, no estaba adornado con el privilegio de la casta en idéntica, y justita, cantidad que sus hermanos, y empezó a defenderse, con lo que todo quedó en nada. Por si eran pocas las expectativas del domingo, en Beneficencia, con Morante tras su extraordinaria tarde anterior, plena de arte y magia, ahora aumentan con este Borja hambriento de triunfos.
Bien está que a una figura contrastada con lluvia de contratos, como Castella, le duela el triunfo ajeno, algo tan inhabitual en los veteranos mandamases del escalafón. El galo con otro burel, el cuarto, bondadosísimo y codicioso, apostó por la distancia tanto en los estatuarios iniciales, con los pies atornillados en la arena, y dos trincherazos de cierre, como con las tandas posteriores en redondo con mucha muñeca, demasiada, que también calaron en los tendidos. Había entrega, sí, pero faltaba musa, inspiración.
Ya bajó el nivel al natural y el francés cerró con el populismo, tan ajeno al toreo de verdad, del péndulo. Los dos golpes con el verduguillo tras una media trasera le privaron de premio. Con el otro, de igual condición, el galo anduvo con mucha ‘vulgarité. Claro que peor fue lo de un Manzanares anodino y pasota con su lote: cierto que el 5º, sobrero, era un inválido, pero el que abrió función era como el resto y el alicantino no se complicó. Manzanares hace años que perdió la estética al menos en Madrid, pero también ha perdido la ética y eso es peor... aunque no le importe..
FICHA
Toros de JANDILLA, bien presentados en general, muy ofensivos, cumplidores en los caballos, nobilísimos y flojos. Con movilidad y justos de casta, excepto el inválido y descastado sobrero 5º. SEBASTIÁN CASTELLA: silencio tras aviso; vuelta tras aviso. JOSÉ MARIA MANZANARES: silencio; silencio. BORJA JIMÉNEZ: oreja; ovación. Plaza de Las Ventas, 5 de junio, 24ª de feria. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).