De nuevo en escena los abusos sexuales de un adulto a una menor que, ahora en ‘Blackbird’, un drama que firma el dramaturgo escocés David Harrower, rescata el XXXIV Festival de Otoño a Primavera de la Comunidad de Madrid, en coproducción con El Pavón Teatro Kamikaze. El montaje lo ha dirigido Carlota Ferrer, una de nuestras más jóvenes e interesantes directoras de escena, partiendo de la traducción y dramaturgia realizadas por José Manuel Mora, un fructífero tándem que descubrimos en Los nadadores nocturnos, y que ha seguido mostrando un interés creciente en La hora oscura o La habitación luminosa).
Irene Escolar (como Una) y José Luis Torrijo (como Ray), ambos estupendos actores, mantienen un espectacular duelo interpretativo a lo largo de los tres actos de ’Blackbird’, que durante una hora y media tienen al espectador en tensión creciente y constante. No tanto por el texto de Harrower, como de la dirección de Ferrer, que ha sabido dosificar muy bien la forma de presentar la historia, en perfecta colaboración con un equipo artístico y técnico que viene trabajando con ella, en su mayor parte, en montajes anteriores. El espectador asiste al reencuentro, después de 15 años, entre Ray, el abusador sexual, y Una, ahora con 27 años, pero que sufrió esos abusos cuando apenas tenía doce. El punto de vista dominante en el montaje es el de la joven, mientras que Ray –ahora próximo a la cincuentena- va a intentar justificar su impulso en una atracción por la entonces niña, que parece ir mucho más allá de la pederastia y que está más cerca del amor.
La escenografía de Mónica Boromello ayuda mucho a separar los dos planos temporales en los que se mueve la historia, el hoy y el ayer, ubicados respectivamente en una especie de sala de recreo de una fábrica, en segundo término, y la recreación en el proscenio de todo un pueblo, en tamaño maqueta, pero con todos los elementos urbanísticos del mismo, cuando de lo que se trata es de viajar al pasado donde tuvieron lugar los abusos. La utilización de un micrófono para retrotraerse en el tiempo está aquí justificado porque contribuye a separar ambos periodos temporales (el espacio sonoro es de Sandra Vicente -Studio 340-), y la iluminación de David Picazo, evocadora como los audiovisuales de Jaime Dezcallar, y el precioso vestuario de Ana López Cobos con esos delicadísimos tonos rosa pastel de Una.
El recurso de Carlota Ferrer a la danza de los dos protagonistas en una especie de ensueño que difumina sus diferencias entre lo vivido y lo recordado, es una inteligente elección que potencia el lirismo del encuentro en contraposición a los constantes duelos entre acusaciones de Una y justificaciones de Ray que, incluso, acaba cantando -guitarra eléctrica en mano- una sentida y emotiva versión del tema Angels, de Robbie Williams.
Y, para finalizar, subrayemos que viendo este montaje de ‘Blackbird’ es inevitable recordar la ‘Lolita’ de Nabokov, y también, mucho más recientemente, 'Sed', de Alejandro Butrón Ibáñez, en montaje dirigido por César Barló, cuyo planteamiento hace mucho más incómoda la situación del espectador ante un tema que, en última instancia -y en los tres casos aludidos-, hay en una relación claramente desequilibrada desde el punto de vista emocional, y en donde no deja de haber un abuso manifiesto de una parte –el adulto- hacia la otra –la menor-. Con todo, este es un montaje muy interesante.
‘Blackbird’
Texto: David Harrower
Traducción y dramaturgia: José Manuel Mora
Dirección: Carlota Ferrer
Intérpretes: Irene Escolar y José Luis Torrijo
Ayudante de dirección: Enrique Sastre
Director de fotografía: Fran León Velásquez
Montaje y color: Daniel Aránega
Fotografía: Vanessa Rábade
Diseño gráfico: Patricia Portela
Asistente de dirección: Lucía Díaz-Tejeiro
Dirección de producción: Jordi Buxó y Aitor Tejada
Productor ejecutivo: Pablo Ramos Escola
Una coproducción: XXXIV Festival de Otoño a Primavera de la Comunidad de Madrid y El Pavón Teatro Kamikaze.
El Pavón Teatro Kamikaze, Madrid
Hasta el 7 de mayo de 2017