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Tormentas solares, a análisis: ¿nos enfrentaremos a un apagón mundial?
(Foto: NASA)

Tormentas solares, a análisis: ¿nos enfrentaremos a un apagón mundial?

martes 26 de enero de 2016, 18:56h
El Sol puede llegar a registrar fulguraciones varias veces al día expulsando material caliente, ionizado y a altas velocidades, pero sólo en ocasiones ocurren en alineación con la Tierra provocando tormentas solares. En 2015 los científicos registraron un evento equivalente a 10.000 millones de bombas atómicas de Hiroshima, pero se estima que sólo fue una mínima fracción de lo que ocurrió en 1859 cuando llegó a nuestro planeta una tormenta solar tan intensa que se observaron auroras boreales en pleno Madrid. Algunos expertos creen que este tipo de fenómenos tan potentes pueden ocurrir en intervalos de unos 150 años, por lo que podríamos estar cerca de otra gran tormenta solar. Y si esto sucediera, ¿el mundo interconectado en el que vivimos podría sufrir un apagón mundial?

El coordinador del grupo de Heliofísica (Sol) de la Agrupación Astronómica de Madrid (AAM), Ángel Manuel López, y el profesor del departamento de Astrofísica de la Facultad de Físicas de la UCM, Pablo G. Pérez González, dan las claves en Diariocrítico:

¿Qué son las tormentas solares y cada cuánto tiempo se producen?

Las tormentas solares que llegan a la Tierra se llaman también tormentas geomagnéticas. Provienen de las fulguraciones solares y emisiones de gas coronal, unos eventos que se producen en zonas localizadas del Sol. Ahora bien, no todas las fulguraciones producen tormentas solares y las que se producen pueden ser de intensidad variable. Cuando dichos eventos tienen la intensidad suficiente y se producen justo en el lugar adecuado del Sol en dirección a nuestro planeta pueden provocar una tormenta solar que alcance la Tierra, pero los científicos aún no son capaces de predecir cuándo el Sol va a tener una fulguración ni su localización o intensidad.

Las fulguraciones solares pueden producirse varias veces al día cuando el Sol está ‘activo’, o una vez cada semana cuando está ‘inactivo’. El Sol pasa de activo a inactivo cada 5,5 años, siguiendo un ciclo de 11 años. El máximo de actividad más reciente se dio en 2013 y nos estamos moviendo hacia un mínimo que se espera en 2018, para luego tener un nuevo máximo en 2024”, explica el profesor del departamento de Astrofísica de la UCM, Pablo G. Pérez.

Sin embargo, estamos lejos de un ‘mapa del tiempo’ con tormentas solares porque depende de cómo se encuentre la actividad solar y de la extensión y complejidad de las manchas que haya en ese momento. “Ojalá se pudieran predecir pero, a fecha de hoy, es imposible. Muchos científicos están intentando buscar en el Sol, mediante la observación diaria en todas las longitudes de onda, una señal que, con suficiente antelación, indique que se está gestando una gran fulguración para tener tiempo de mandar un aviso de lo que viene y tomar las medidas necesarias para evitar daños importantes (o si se produjesen, sean los mínimos posibles)”, concreta el coordinador del grupo de Heliofísica de la Agrupación Astronómica de Madrid (AAM), Ángel Manuel López.


¿Cuánto tardan en llegar a la Tierra?

“Cuando se produce una fulguración, hay 2 emisiones. La primera que nos llega consta de radiación electromagnética (rayos X, rayos gamma, ondas de radio y luz visible) que, como viaja a la velocidad de la luz, alcanza a la Tierra en unos 8 minutos. Luego, la segunda (más lenta), en forma de nube, está compuesta de partículas más pesadas (protones, núcleos de helio y de otros elementos más pesados, como por ejemplo, calcio). Dependiendo de la energía liberada en la fulguración, se puede crear una Eyección de masa Coronal que son miles de millones de toneladas de material lanzado al espacio, aunque no siempre se produce. Ésta suele tardar de 1 a 1,5 días en llegar, excepto en el evento Carrington sucedido en 1859 cuando una de las que produjo alcanzó la Tierra en tan sólo 17 horas”, sostiene López.

De este modo, la alerta podría saltar al menos un día antes de que se produjera la tormenta solar en nuestro planeta. En cambio, los efectos pueden durar horas o varios días, dependiendo de la cantidad de material que expulsó el Sol hacia la Tierra.

Evento Carrington, ¿de nuevo?

El evento Carrington, llamado así por el astrónomo británico Richard Carrington se produjo el 1 de septiembre de 1859. Fue la fulguración solar más potente jamás observada en los últimos 400 años, desde que Galileo apuntase su telescopio al Sol en el siglo XVII.

El 8 de mayo de 2015 se registró una fulguración solar que liberó la energía equivalente a 10.000 millones de bombas atómicas de Hiroshima sin llegar a ser de las más intensas registradas, nos explica López que insiste en que ésta sólo sería una pequeña fracción de la que sucedió en 1859. Sin embargo, si bien la energía liberada en el Sol puede ser del orden de lo liberado en miles de millones de bombas atómicas, no tiene nada que ver con el efecto que se deja notar en la Tierra. “A nivel del mar estamos bastante seguros porque la magnetosfera terrestre nos protege de gran parte de las partículas cargadas que vienen del Sol”, puntualiza Pérez.

El evento Carrington llevó asociado la expulsión gran cantidad de material en varias eyecciones de masa coronal que afectaron de distinta forma a la Tierra. Por un lado, las auroras fueron muy brillantes -llegaron a confundir a algunos mineros de EEUU con el amanecer- y pudieron verse en latitudes inusualmente bajas como los 40ºN de Madrid o incluso en Cuba o las islas de Hawaii. En cuanto a los efectos negativos, se registraron cortes en el telégrafo que sólo llevaba activo 15 años desde su invención, si bien también se registró un caso extraño en EEUU donde este sistema de comunicación funcionó mejor que antes. Hoy por hoy, los efectos serían bien distintos.

“Podría volverse a repetir, pero ¿cuándo? Ni idea. No sabemos si este tipo de fenómenos se producen de forma periódica o esporádica. Del Sol, sólo conocemos 400 años de su vida sobre un total de 4.600 millones de años. Además, ahora la preocupación sería muchísimo mayor, debido al nivel tecnológico que tenemos ahora en comparación con lo que había a mediados del siglo XIX”, sostiene López.

Por su parte, Pérez apunta que “esas tormentas tan fuertes como la de 1859 se estima que pueden ocurrir cada 150 años. Así que podríamos tener una parecida en breve. De hecho el 23 de julio de 2012 hubo una gran eyección de masa coronal que tenía una potencia parecida a lo que debió pasar en 1859 pero esta vez no afectó a la Tierra por poco. Si hubiera ocurrido unos 10 días antes en el mismo sitio del Sol sí nos hubiera afectado”.

¿Peligraría la vida en la Tierra?

Ambos expertos consultados coinciden en que el ser humano puede vivir tranquilo. “Es muy difícil que puedan afectar a la vida de manera catastrófica”, dice Pérez que no duda de que los efectos no serían demasiado alarmantes.

“Va a depender de la intensidad del campo magnético que posee la Tierra en el momento que se produzca una tormenta. Cada cierto tiempo (del orden de millones de años, el campo magnético terrestre cambia de sentido. Me explico: Ahora cerca del polo norte geográfico se encuentra el polo norte magnético. Pues bien el cambio, implica que en el polo norte geográfico se colocará el polo sur magnético). En un momento determinado durante este cambio, y por un período que no sabría decirle cuánto, desaparece el campo magnético, anulándose, dejando a la Tierra desprotegida frente tanto al viento solar como a los rayos cósmicos (situación que se da en Venus y Marte que carecen de campo magnético planetario, y permite el paso de partículas muy energéticas hasta alcanzar la superficie como en el caso marciano). Si se produjese una tormenta solar con la Tierra desprotegida, la vida sí correría serio peligro, como parece ser que ha ocurrido a lo largo de la historia del planeta (algunas extinciones masivas podrían estar relacionadas con este fenómeno). De momento, no hay que preocuparse”, señala López.

¿Un ‘apagón mundial’?

“Más que peligro provocaría serios daños, como pasó en el año 1989, con el apagón en la costa Noreste de EEUU que se debió a una explosión solar y que provocó que muchos transformadores se quemasen por la sobretensión que sufrieron debido a la nube de partículas que alcanzó a la Tierra y cuyo campo magnético generó una corriente inducida más fuerte de lo normal (el campo magnético terrestre ya, de por sí, induce una corriente extra tanto en las líneas de alta tensión como en tuberías a larga distancia como los oleoductos). Yo creo que en casi 30 años desde que sucedió ese apagón, se habrá mejorado la seguridad de las instalaciones eléctricas”, explica López que sí apunta a que los satélites podrían sufrir “daños serios” quedando convertidos en basura espacial.

Para Pérez, el máximo peligro es para los satélites o los astronautas que estén por encima de la magnetosfera, más allá de 100 km, pero no afectaría a aviones o centrales nucleares. “Las tormentas solares pueden afectar los aparatos eléctricos, porque los efectos eléctricos inducidos por la eyección solar en nuestra atmósfera sí pueden dejar notar en la superficie terrestre. Eso incluiría tendido eléctrico, que podría originar algunos cortes de energía. No es esperable un apagón mundial, porque si la tormenta solo dura unas pocas horas no toda la Tierra estaría afectada. Pero las centrales nucleares es muy difícil que se vean afectadas”. En cambio, añade, “algunos satélites sí se podrían ver afectados. Empezando por los que hay entre nosotros y el Sol y que están tomando datos continuamente. Los satélites de comunicaciones suelen estar en órbitas bastante altas y también podrían verse afectados sus sistemas electrónicos. Muchos satélites, previendo estos posibles eventos, tienen protocolos de protección, en los que apagan sus sistemas y se sitúan de tal manera que estén protegidos de las partículas que vienen del Sol. También las órbitas de los satélites se pueden ver afectadas por los cambios atmosféricos que puede producir una tormenta solar en las capas más altas de la atmósfera (a cientos de km de altitud)”.

“Lo que sí podría verse afectado temporalmente es el campo magnético de la Tierra, que sirve a algunas especies como guía en migraciones”, añade.

Ambos señalan que no hay diferencias entre el hemisferio norte y el hemisferio sur, salvo porque el norte está más poblado y sus efectos alcanzarían a más gente y descartan que las tormentas solares pudieran afectar al cambio climático que depende de ciclos a más largo plazo.
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