Que J.A. Bayona era un director perfecto para dirigir una película sobre un desastre y sus consecuencias ya estaba de sobra sabido, solo hay que recordar la impactante escena del tsunami en 'Lo imposible' para demostrar que Bayona es un de los discípulos aventajados de Steven Spielberg a la hora de rodar impactantes secuencias de acción que te hagan coger el aliento. Aquí vuelve a pasar con la secuencia del accidente de avión, en la que puedes sentir hasta el dolor físico de sus protagonistas.
Lo que era mucho más difícil era saber si el director de 'El Orfanato' iba a ser capaz de enseñar el sentido mucho más profundo de esta historia de superviviencia, una que se vio envuelta en enorme controversia una vez que se supo que la única manera de lograr sobrevivir era alimentarse de los que murieron. Y es que la historia de este equipo de rugby uruguayo, y de sus familiares y amigos, es de pura heroicidad pero con ese anatema que lleva el hecho de tener que alimentarse de carne humana. La primera película que se hizo sobre el tema, la norteamericana 'Viven', pasó un poco de puntillas por el tema, siendo básicamente una película de aventuras con un héroe/protagonista en la que no se indagaba mucho sobre el tema, convirtiendo el hecho de comer carne en una especie de eucaristía laica en la que había un profundo espíritu de compañerismo y amor.
La importancia del punto de vista
Bayona cambia totalmente el punto de vista, aunque tampoco nos enseña lo que no podemos aceptar, el punto de vista cambia totalmente y se enfoca en el colectivo, más que en el individuo, es un equipo de rugby y se comportan como tal, hay compañerismo y amor, pero todos tienen su función. Es más, el punto de vista es fundamental (y aquí hay que avisar del peligro de spoilers) y es que 'La sociedad de la nieve' nos la cuenta uno de los personajes que no consiguió sobrevivir al infierno blanco, Numa Turcatti, el último en morir antes de su rescate y uno de los que pertenecían a ese pequeño cisma con el que comienza su estancia forzada en los Andes que no ven con muy buenos ojos eso de comerse a los muertos. Y es que la película sí que nos cuenta que el tema tabú que es una de las claves de esta historia no fue aceptado por todos al mismo tiempo y que a algunos les llevó más tiempo que a otros aceptarlo.
Eso sí, a nivel cinematográfico Bayona lleva a la película con ritmo y maestría durante su larga duración, mucha gente conocerá los detalles por los que tuvieron que pasar los protagonistas pero Bayona hace que los sufras igual, como esa avalancha que les sepulta poco después de tener el primer momento de respiro en aquel infierno. Y otra cosa que hace a la perfección es meter en la película ese paisaje nevado de los Andes como un personaje más, una especie de Cielo e Infierno al mismo tiempo. Un lugar de una belleza extraordinaria pero en el que es casi imposible la vida.
Puede que Bayona tampoco haya querido hacer una película que indague más en lo que pasó por la cabeza de esos 16 supervivientes, tanto en el momento como, puede que más interesante, una vez rescatados, esa película se centraría mucho más en el momento después cuando el mundo dejó de verlos como a héroes y empezó el escándalo del canibalismo (aunque realmente era antropofagia), sin que nadie se parase a pensar que lo imposible era sobrevivir sin comer, y esa era la única comida que había. Pero al cambiar el punto de vista no ha hecho una película sobre 17 héroes que sobrevivieron sino sobre 40 personas que sufrieron un accidente que debió haber sido definitivo pero del que 16 lograron milagrosamente sobrevivir y en la que no hubo un único héroe sino 40, incluidos los muertos, demostrando que en el momento de más necesidad, contradiciendo a Hobbes, el hombre no tiene por que ser un lobo para el hombre, sino que también se puede sobrevivir colaborando.
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