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Los señores de croquetez en los Premios Planeta

Los señores de croquetez en los Premios Planeta

El arte de saber ir a comer de gorra a un acto de alto postín y que no se te note

martes 08 de noviembre de 2011, 17:12h
Don Alfonso Ussía tiene por norma rígida saludar a los canaperos en primer lugar en las presentaciones de sus libros. Para ser más exactos, él se refiere a ellos como los señores de Croquetez. Ussía, que es un excelente observador de la realidad, un poco escorado a la derecha, es verdad, pero genial búho en la noche de los saraos madrileños, sabe respetar la importancia que tiene que acudan a la presentación de tus libros.

Servidora lleva ya unos cuantos años haciendo la crónica social y si ofrecen canapés al final acude con mucho más gusto. Las presentaciones de libros siempre han sido valoradas como las bodas en los pueblos, "cuánto más te echan de comer, mejor se habla de los novios, en este caso, de las editoriales" De esto saben muchísimo las canaperas y ojo, como los mosquitos a veces pueden resultar molestas, pero son necesarias, sin ellas el ecosistema social no funcionaría. Un evento sin canaperas no tiene pedigrí. De hecho, las hay abonadas al margen iquierdo según bajas por la Castellana, esto es, en el Hotel Ritz, y las que lo están al margen derecho en idéntica dirección, es decir, en el Palace. A veces equivocan el paso y se las encuentra uno en un bar de Chueca en la presentación de un disco y entonces te das cuenta de que sus caminos, como los del Señor, también son inescrutables.

Hoy a la una se ha presentado en sociedad (civil, militar y periodística) los Premios Planeta, ganador (Javier Moro) y finalista (Inma Chacón). Ha sido en el salón más grande del hotel Ritz (dónde, ¿sino?) y allí estaba mucho who is who del mundo editorial (no les voy a poner sus nombre porque para el gran público no son conocidos pero les aseguro que mandan y mucho, sobre los destinos literarios de este país). Y, desde luego, los negritas de toda la vida, a saber; Elena Benarroch (siempre derrochando simpatía), Boris Izaguirre, lo suyo es derrochar también, pero acidez inteligente.. Cuando alguien que no lo conoce le habla, él siempre responde muy venezolano con un "ay claaaaaaaaro, mi amor"; Silvia Grijalba (estoy deseosa de saber qué nos cuenta del cóctel aunque desde que cambió la crónica en LOC del zapear por el twittear no es lo mismo. Gracia sigue teniendo but it´s no the same). Grijalba combina estupendamente bien la acidez, la sorna y saber hacer literario. Y si ya tiene el Fernando Lara de Novela no entiendo porque no puede tener el Planeta. Marta Robles, presentadora, yo diría que estrella, del evento también se prodigó. Bien es cierto que le hubiera pegado más presentar un libro de alguna de estas mujeres de la alta sociedad que hacen recetas de cocina o consejos de petit point pero Planeta la considera apta para sus premios. Ellos sabrán. Al menos aguantó toda la presentación sin mesarse la melena tipo Carmen Ordóñez y eso ya es todo un avance en ella. Por supesto todos los adjetivos que le dedicó al flamante ganador acababan en ísimo (por un momento temí que dijera, tu libro es chulísimo). Fue el momento en el que mi acompañante y yo decidimos salir a fumar un cigarro.

Ya de vuelta al salón comenzó lo bueno. Yo les voy a hacer una sugerencia para cuando vayan a estos eventos. Espérense al final que es cuando sale lo que de verdad llena y engorda. Al principio son todo mariconadas como delicias de queso sobre lecho de piña, o lo que es lo mismo un palillo que aúna la cuarta parte de un minibabybel y un trocito de piña. Justo lo que uno se quiere zampar a las dos de la tarde. Al final, se lo dice una canapera profesional, es cuando sale lo bueno, las croquetas y todos los rebozados. Y es que las empresas de catering lo saben; la gente, al ver que sacan (y despacio) comida para modelos (las que sólo comen agua) termina la gente por pirarse y es entonces, y sólo entonces, cuando el salón está ya a la mitad, cuando salen ricas viandas con las dichosas croquetas y así hacen lo que se espera de ellos; echar bien de comer.

Andaba dando abrazos paternalistas Enrique Rojas. En un momento álgido del momento croqueta me topé con Nativel Preciado y tuve que disimular para que no viese mi afán por ellas. Nativel, ¿qué se puede decir de ella? Es la dulzura personificada. Buena escritora, mejor persona, siempre tiene una sonrisa para los demás y una palabra cariñosa. Encima no come croquetas con lo cual es prácticamente perfecta.

También, amigo de tomarse un buen vino, estaba Javier de Montini. Javier fue director de Lecturas 34 años. En la etapa que yo trabajé en Diario 16, muchas veces al salir de la redacción hacía una parada técnica en su planta (yo estaba en el piso 17 y él más abajo) sólo para charlar con él y fumar un cigarro (entonces se podía fumar en los trabajos). A Montini le hicieron un homenaje hace dos semanas por toda su trayectoria profesional. Lo que siempre le movió fue la ética y nunca tuvo reparos en comprar para no publicar jamás fotos de algún famoso con tendencia a coronar la testa de su señora (por poner un ejemplo) a sabiendas de que con ello podría destrozar un hogar. Él no quiere, pero debería escribir un libro de memorias y sería un buen manual de ética periodística.

Había una mesa dónde se cortaba jamón cocido (sí, el jabugo pasó a mejor vida) y se hacían bocadillos con panes redondos como de croissant. Una señora cuyos años mozos y lozanos debieron de transcurrir en la Segunda República, iba afanada con un plato rebosante de ellos camino de sus compañeras que estaban sentadas (piensen ustedes que la mayoría van con muletas y esta, se ve, era la más ágil) Mi parteneire y yo nos fuimos antes de los postres porque ya apenas quedaba gente por saludar y no era plan que se nos notara del todo a qué íbamos.

Y como las fiestas en Madrid de postín de toda la vida se han medido de toda la vida por la afluencia de tan diganas señoras, esta, sin duda, salió redonda.

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