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Crítica de la película

'La chispa de la vida': Álex de la Iglesia monta otro circo

'La chispa de la vida': Álex de la Iglesia monta otro circo

jueves 12 de enero de 2012, 13:55h
'La chispa de la vida' es una película irregular pero apasionante. Un hombre incapaz de encontrar trabajo, viaja hasta Cartagena para reservar una habitación en el hotel en el que pasó su luna de miel. En el lugar en el que estaba han hallado un teatro romano, tras colarse y caerse, se clava una barra en la cabeza y queda inmovilizado. Cuando le encuentran, un guarda se preocupa por él, otro le graba con el móvil. Este será el planteamiento de la película, ante la catástrofe, unos intentan ayudar, otros sacar partido, pero como no todo es blanco y negro, la mayoría se quedará a medias. 
Sirve como radiografía de una sociedad enferma, sería la frase hecha que le vendría al pelo, pero como siempre la radiografía del director de 'La comunidad' será esperpéntica, en la mejor tradición valleinclanisca, no en vano la película vuelve a tratar sobre un circo como en su anterior trabajo. En esta ocasión el circo mediático que se forma alrededor de la tragedia de un hombre al que un hierro se le clava en la cabeza.

El referente más inmediato sería 'El gran carnaval' de Billy Wilder, pero como bien ha apuntado el propio responsable su película se aparta del clásico del austriaco al cambiar el punto de vista del periodista buitre a la propia víctima, en acertada frase del realizador "es el mismo animal herido el que llama a los buitres". Claro que a pesar de ser amarga y negra 'La chispa de la vida' ofrece alguna agarradera más a su víctima que la película de Wilder. El papel de la esposa es diametralmente distinto en las dos películas y es lo que las hace totalmente diferentes.

El papel de Salma Hayek es el que termina dándole la chispa de la vida a esta película. A pesar de que el guión esta vez viene firmado en solitario por el norteamericano Randy Feldman ('Tango & Cash' o 'El negociador'), se nota la mano del director en muchas partes, incluso hay autoreferencias a su cine, la presentación del hijo del protagonista recuerda a la mítica introducción de Santiago Segura en 'El día de la bestia', aquello de "satánico y de Carabanchel". Aun así el saber hacer de un profesional ayuda al director a centrarse en lo que mejor se le da, la parte visual. A pesar de estar rodada mayormente en un único escenario, 'La chispa de la vida' contiene algunos planos potentes  y paralelismos obvios, una imagen de Mota como crucificado y luego Fernando Tejero hablando de sus palabras tras su probable muerte como del 'Nuevo Testamento', el hecho de que toda la pantomima se desarrolle en el escenario de un teatro ante las cámaras de medio mundo. Puede que incluso la elección del hijo de la víctima como "gótico siniestro" no sea todo lo casual que parece.

Incluso así, encontramos a un Álex de la Iglesia más comedido, menos visceral que en otras ocasiones, mucho menos si lo comparamos con el salto mortal sin red que fue 'Balada triste de trompeta', pero eso no significa que la película deje algún títere con cabeza. Los peor parados son políticos y periodistas, como decíamos a De la Iglesia le va el esperpento y a veces peca de exagerado y reduccionista. Nos explicamos, el director contrapone polos opuestos, la periodista interpretada por Carolina Bang por un lado y el buitre carroñero interpretado por Juanjo Puigcorbé por otro. El alcalde corrupto de Juan Luis Galiardo y la directora del teatro romano interpretada por Blanca Portillo (Por cierto, ¿casualidad o recadito a los responsables de Mérida?). Cada uno actúa movido por sus motivaciones, pero su grado de empatía con la víctima les hará más o menos humanos. Los polos negativos están vacíos, no son creíbles. Lo del personaje de Galiardo se queda en simple caricatura y son esos pequeños detalles los que alejan a esta película de ser redonda.

Además la presentación de los personajes hace temer lo peor, esa primera secuencia es falsa, está mal actuada y no promete mucho pero de repente la película se mete en harina y De la Iglesia atrapa al espectador como buen maestro de ceremonias. En cuanto a los actores, a Mota se le notan ciertas carencias dramáticas pero Hayek está estupenda como su mujer. Es su Luisa la que regala los mejores momentos interpretativos de la película. Entre los secundarios división de opiniones, Portillo, Bang y Tejero cumplen, Puigcorbé y Galiardo se quedan con dos caricaturas a las que poco se puede sacar de provecho. Por último, destacar que el director le regala un papel conmovedor a su querido Manuel Tafallé y este responde, como buen amigo, entregando su actuación más convincente hasta la fecha. 

La película habla de dignidad, pero también del morbo y de hasta qué punto son los medios culpables. ¿Emiten lo que queremos ver o vemos lo que nos ponen? ¿Hasta qué punto es lícito emitir según qué imágenes? El posicionamiento del director es claro, la escena clave de la película está rodada con precisión y elegancia, dejándonos sin ver lo que, en el fondo todos queremos ver. Un broche perfecto para una película que está lejos de ser perfecta y que, sin embargo, contiene momentos de gran cine.

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