Esta semana se reúnen los principales responsables políticos y económicos mundiales en Washington, en el encuentro anual G20-FMI. La cita se produce sólo dos semanas después de la reunión que celebraron los ministros de Finanzas del G20 y los responsables de los bancos centrales en Australia, por lo que no cabe esperar grandes sorpresas en cuanto al asunto que centrará los debates: la sostenibilidad de la recuperación económica en un entorno en el que las políticas monetarias de los grandes bloques llevan caminos diferentes. En EE.UU, la Fed pone fin a su programa de compra de activos este mes y se anticipa una subida de tipos de interés para el próximo año. En Europa, la fragilidad de la recuperación ha vuelto a obligar al BCE a actuar, agotando las herramientas tradicionales para entrar de lleno en la heterodoxia. Es posible que en este encuentro se ponga de manifiesto las dificultades de consenso que el BCE está encontrando en sus actuaciones. La decisión sin precedentes del BCE de recurrir a ayuda externa para gestionar sus nuevos planes de compras de activos está provocando conflictos entre los consejeros, lo que ha dejado al descubierto lo difícil que resultan para el BCE las nuevas actuaciones. El BCE planea emplear a bancos externos o a administradores profesionales de activos para comprar valores en su nombre, al menos inicialmente. Francia no quiere dejarlo en manos del sector privado y Alemania, que ha manifestado reiteradamente su descontento con el plan de compra de valores respaldados por activos, tampoco comparte la decisión. Y eso que DWS, el brazo de la administración de activos de Deutsche Bank, aparece en las quinielas como posible candidato.
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