La historia, como la vida misma, es tan simple o
complicada como seamos capaces de
hacerla. La argentina Lorena Romanín ha optado por la primera vía y ha escrito
'Como si pasara un tren', un texto
tan sencillo como profundo. Su
compatriota Adriana Roffi lo escoge y decide llevarlo adelante con ayuda de
tres magníficos actores, todos españoles: Carlos Guerrero, María Morales y
Marina Salas. Carlos encarna a Juan
Ignacio, un chico próximo a la
veintena con una discapacidad intelectual severa, que vive solo con su madre, Susana
(María Morales), tan sobreprotectora como muchas madres -y más aún con estos chicos tan expuestos,
tan vulnerables...-. La llegada temporal a
casa de Valeria, sobrina de Susana y, por tanto, prima de Juan, cambiará todo
en las vidas de los tres personajes.
'Como si pasara
un tren' está llena de cotidianeidad, de cercanía, de humanidad. Es un
relato más que creíble en el que un altísimo porcentaje de los espectadores que pasan por la recién
bautizada Sala Margarita Xirgu (antes
Sala pequeña) del Teatro Español, seguro
que se sienten tocados y hasta identificados con la historia que están viendo
representada sobre el escenario. No ya por la discapacidad, presente a lo largo
de toda la obra pero sin dramatismos de ningún tipo, sino por la posición de
padres o de hijos, en la que podemos encuadrarnos todos y cada uno de nosotros.
La
autora del texto, Lorena Romanín, ha tenido la enorme habilidad de tratar un tema muy delicado en apenas setenta
y pocos minutos de función, enganchando al espectador desde el primer segundo
del montaje, en donde Susana, la madre, habla por teléfono con alguien (pronto
descubrimos que se trata de su hermana), mientras Juan está jugando en la alfombra del salón con
unos trenes de juguete que circulan
eternamente por donde la imaginación del niño las lleve. El tema de la
conversación es Valeria, la prima de Juan (17 años, en pleno curso académico y
a punto de entrar en la universidad), a la que no ve desde hace tiempo, que
está a punto de venir a pasar una temporada
en casa de su tía, confinada por su madre, que le ha encontrado un porro en el bolsillo y eso le
ha llevado a concluir que tiene en casa
una drogadicta. Sin embargo, Valeria, no solo no es drogadicta sino que es una
chica alegre, divertida y con un corazón gigante y hará cambiar la perspectiva
de las cosas tanto a su tía, como a su primo y, de forma indirecta, también a
su madre.
Pero, como nada es gratis, Juan descubrirá que su
padre -que lo abandonó a él y a su madre
nada más conocer la noticia de que con Juan venía incorporado un problema grave-, no es el ser ideal que pensaba; Susana tendrá que destensar la
cuerda con su hijo y la propia Vale aprenderá también que los padres (los
mayores, en general) no son déspotas ilustrados y caprichosos que gozan reprimiendo a quienes no han alcanzado aún la
mayoría de edad.
Tres actores estupendos
Carlos Guerrero es un Juan extrovertido, sincero, cuya
limitación intelectual le lleva a tener
un grado de dependencia muy grande con su madre. Su interpretación del
personaje es genial: el movimiento corporal (desplazamientos, movimientos de
manos, cara, algunos tics propios de
chicos con esta discapacidad...), su dicción y su
actitud física y psicológica están perfectamente conseguidos, y sin pasarseni un ápice en ningún momento (un riesgo muy grande, porque de haberlo
hecho podría haber dado al traste con toda la obra). María Morales es una madre
modelo, con todos los atributos de
sobreprotección con su hijo, alarma ante lo desconocido y despliegue de
energía dentro y fuera de su pequeño
apartamento. Y Marina Salas encaja como añillo al dedo en esa encantadora Vale
que enseñaa bailara su primo Juan, y a que pueda hacer
realidad sus tres mayores deseos. Lo que pasa es que la vida no respeta ni
siquiera a los mejores, y Juan tendrá que pagar también su pequeño gran peaje por ello.
La escenografía es muy eficaz (salón sencillo
presidiendo la escena, que tiene a la
derecha del espectador la cocina y a la izquierda el acceso a las dos únicas
habitaciones (la de la madre y la del hijo) y baño del pequeño apartamento que
habitan. La afortunada elección del espacio escénico es responsabilidad de la propia directora, Adriana Roffi, y de
Ricardo Sánchez Cuerda. Y el minucioso
trabajo que Carlota Ferrer ha hecho con
los actores matizando todos y cada uno de sus movimientos es también
encomiable.
La comedia dramática estará en el Español hasta el 22
de marzo, y con ello habrá permanecido casi un mes en la recién rebautizada
sala pequeña porque sus funciones
comenzaban el pasado 25 de febrero.
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