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Doctora Berrozpe: 'La separación del bebé de su madre trae consecuencias fisiológicas y neuronales irreparables'
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(Foto: EP)

Doctora Berrozpe: "La separación del bebé de su madre trae consecuencias fisiológicas y neuronales irreparables"

El debate sobre los vientres de alquiler, cuestionado desde la neurociencia. María Berrozpe, doctora en biología, nos explica qué dice la neurociencia al respecto

martes 31 de marzo de 2015, 11:19h

Dolce & Gabbana desató en su momento la caja de los truenos al confesar que estaban en contra de la maternidad subrogada, más conocida como vientre de alquiler. Recientemente ha sido Ana Obregón desde el otro ándulo.

Fuera del debate que incluye a los homosexuales (que es otro debate diferente), lo cierto es que la gestación subrogada tiene delante de sí una fuerte discusión ya que se enfrentan ciencia y ética. Fuera del debate ético, que es subjetivo, la ciencia sí tiene algo que decir ante las consecuencias desde el punto de vista de la neurociencia.

Las conclusiones están casi todas recogidas en revistas científicas, así que Diariocrítico ha pedido a una doctora en biología, especialista en estos temas, María Berrozpe, que nos ayude a desvelar las respuestas que muchas personas buscan pero no encuentran.

¿Ha estudiado la ciencia los efectos en el cerebro del bebé al ser separado por su madre? ¿A qué conclusiones ha llegado?

Sí, precisamente la semana pasada el neonatólogo e investigador Nils Bergman visitó nuestro país y dio una serie de charlas en las que nos puso al día de sus últimos trabajos en esta área. Resumidamente, Bergman ha demostrado que los bebés que se mantienen sobre el cuerpo de su madre están mucho más estables que los que se colocan en una incubadora. La separación del cuerpo de su madre provoca en el bebé una desregulación que desembocará en cambios epigenéticos que afectarán a su desarrollo neurológico, y sabemos que los efectos no son sólo a corto plazo porque en los neonatos la deprivación del contacto con su madre tras el nacimiento conlleva una alteración de la respuesta en la edad adulta al estrés o la ansiedad. Del mismo modo, favoreciendo el contacto íntimo madre-cría tras el nacimiento, se produce una elevación de los niveles de oxitocina en el cerebro de la cría que, a su vez, implican una serie de cambios neuroanatómicos que perduran con el tiempo y permiten que, llegada la edad adulta, ejerza una actitud de apego mayor para con sus descendientes.

Hoy en día también se tienen pruebas de que la sincronicidad que promueve la proximidad y el contacto entre la madre y el bebé mantiene a los dos en un equilibrio hormonal importantísimo para el establecimiento del vínculo (OlzaI, Macdonnell S. Ecopsycology and the human newborn. Ecopsychology 2010).Las secuelas de la separación materno-filial temprana son duraderas; en un estudio se comprobó como el impacto de pasar las dos primeras horas de vida separados se traducía en una peor interacción madre bebé al año de vida, independientemente de otras variables.

Todas estas consideraciones han llevado a que la misma OMS recomienda el cuidado madre-canguro para los recién nacidos (prematuros o nacidos a término) ya que cubre las cuatro necesidades fundamentales de la criatura: nutrición, oxigenación, calor y protección.

Y de estas evidencias han nacido dos de las más famosas frases del doctor Bergman:

· "Nada tiene sentido para el bebé si no es en relación con el cuerpo de su madre"
· "Lo peor que le puede pasar a un bebé es que lo separen del cuerpo de su madre"

En el caso de los niños nacidos por vientre de alquiler, ¿se produciría en base a estos estudios el mismo resultado o es demasiado pronto para que la neurociencia haga esa valoración?

Los niños producto de un vientre de alquiler son también bebés como todos los demás y, como todos, nacen con la expectativa y la capacidad de vivir y desarrollarse en estrecho contacto con su madre. Por lo tanto, sean o no producto del óvulo de la mujer que les ha gestado, podemos suponer que al ser separados de ellas sufren las mismas consecuencias que cualquier otro bebé. Los bebés reconocen el sabor, el olor y el tacto de su madre desde el momento mismo del nacimiento, eso está demostrado, y aunque nunca se haya experimentado directamente con estos niños, no hay nada que nos haga suponer que vayan a ser una excepción. Además tenemos que añadir aquí que raramente tienen la posibilidad de nacer por parto natural ya que este suele inducirse o convertirse directamente en cesárea por conveniencia de los padres. Y también está demostrada la importancia de respetar el inicio y la dinámica del parto natural para la salud a corto y largo plazo del bebé. Por lo tanto estos bebés, por defecto, están sufriendo varias agresiones que en casos normales solo deberían aceptarse por causa mayor, como enfermedad o peligro para la vida del bebé o su madre:

1- Una inducción del parto y/o cesárea;
2- La separación de su madre gestante;
3- Ausencia de lactancia materna;
4- Ausencia de información sobre sus orígenes biológicos.

Lo peor que le puede pasar a un recién nacido es que lo separen de su madre. Nils Bergman. ¿Separar al bebé de pecho de su madre, lo único que conoce, empieza a ser considerado ya como violencia obstétrica para la madre en su grado máximo si es para separarlo para siempre. Hay estudios, como los hechos por Nancy Verrier, en los casos de los niños que fueron dados en adopción a otras madres que no eran las que los habían gestado y parido y que evidencian lo que ella ha llamado como la herida primal. ¿En qué consiste?

Nancy Verrier, en su libro "The primal Wound" utilizó este término para expresar el daño que sufre un recién nacido al ser separado de su madre. Un daño ya observado por investigadores como Bergman u Odent fuera del contexto de la adopción o el abandono, cuando el bebé es separado de su madre por motivos médicos o culturales. De todas formas Verrier considera que un bebé que ya no se va a reencontrar con su madre lo sufre a un nivel superior, mucho más profundo, que el que vuelve a ella al cabo de unas horas o días de separación. Para ilustrar sus palabras compara esta separación con romper un plato por la mitad. Cuando al cabo de un tiempo el bebé vuelve con su madre (si ha estado en la incubadora unos días, pongamos por caso) las dos mitades del plato pueden unirse, aunque siempre quedará la marca. Pero encajan a la perfección porque son las dos mitades del mismo plato. En cambio, cuando ese bebé en lugar de volver a su madre biológica va a parar a otra persona, una madre o un padre adoptivo, será como hacer encajar dos mitades de dos platos diferentes: el encaje ya nunca será perfecto y esta herida primal que, según ella, sufren las personas adoptadas o separadas indefinidamente de su madre de nacimiento, es mucho más profunda.

La neurociencia ha dado pruebas de que el bebé reconoce a la madre, se desestabiliza lejos de ella, el cuerpo del bebé, incluido su cerebro, se prepara para la exterogestación, que el hábitat del recién nacido es su madre y que separarlo de ella influye en su desarrollo neurológico. ¿Cómo lo ha demostrado?

Ya desde hace años, numerosas investigaciones en el modelo animal han demostrado que la separación de las crías de sus madres produce importantísimas respuestas fisiológicas. A día de hoy es evidente que entre los primates no humanos una separación corta del bebé y su madre produce una serie de cambios fisiológicos potencialmente malignos en la cría como es una explosión en la producción de cortisol, una disfunción del sistema inmune y anormalidades respiratorias. En humanos Nils Bergamn demostró, en un estudio sin precedentes, las consecuencias de separar al bebé prematuro de su madre para meterlo en una incubadora . También hay estudios demostrando como el colecho del bebé con su madre es importante para mantener su estabilidad fisiológica y un sueño seguro y saludable. Los estudios sobre la seguridad del colecho con bebés pequeños también demuestran que la madre lactante adopta una postura protectora y sincroniza su sueño con el bebé , ambos factores muy importantes para prevenir la muerte súbita del lactante (SIDS); un tema muy controvertido a esta edad (menores de 3 meses) en la que los profesionales están divididos entre los que consideran el colecho un factor de riesgo de SIDS y los que lo consideran una protección cuando se realiza con su madre en condiciones seguras. También son numerosos ya los experimentos que demuestran la capacidad del bebé de reconocer a su madre: desde su voz hasta su olor .

Por lo tanto, todo parece indicar que la figura de la madre es fundamental en la estabilidad y el bienestar del bebé.

La biología se empeña en ser políticamente incorrecta dándole a la madre un espacio de protagonismo (mientras el hijo es bebé) dejando al padre como un mero sustentador del DNA y de la diada madre-bebé. Esto suena fatal y la mayoría de las personas no aceptan este discurso. Sin embargo la neurociencia parece que demuestra una y otra vez que la clave en el nacimiento es el binomio madre-hijo. ¿Cómo y por qué se explica esto desde la ciencia, no desde el hecho cultural?

Entre los mamíferos, y especialmente entre los primates, podemos ver que la madre tiene un papel único y constante en la crianza de los hijos. Por el contrario, el papel del padre es variable: hay padres que se implican mucho y padres que no se implican nada. Y la explicación a este fenómeno es muy sencilla: la hembra no sólo es la que gesta y pare, también es la que tiene el único alimento que puede tomar su cría durante su infancia: la leche materna. Sin ella los bebés no sobreviven. Entre las culturas humanas tenemos un poco de lo mismo: al menos que exista una alternativa factible a la leche materna, las madres son insustituibles durante los primeros años de vida. Existen culturas, como al de los Mosuo, que ni siquiera tienen una palabra para designar al padre y los que ejercen esta función son los hermanos de la madre, no los padres biológicos de los bebés. Nuestra cultura occidental es excepcional histórica y culturalmente hablando en cuanto a la separación tan temprana y constante de madre y bebé, precisamente por el desarrollo de la leche adaptada que permite que los bebés sobrevivan sin lactancia materna (o el uso de nodrizas antes de este hecho).

Volviendo a los niños que fueron separados de sus madres biológicas al nacer. Los estudios que se han hecho parecen concluir (así como la estadística) que, sobre todo, y en el caso de los adoptados por padre y madre que no eran biológicos, que al hacerse adultos sobre todo buscaban a su madre, sin embargo al padre no tanto. Es como que les unía a todos, curiosamente, el mismo sentimiento: el vacío, esa herida primal estaba provocada por la ausencia de la madre, no tanto del padre. ¿Qué explicación da la biología a esto?

Somos gestados por nuestra madre durante (aproximadamente) 40 semanas y, además, somos mamíferos que deberían depender de la lactancia materna para sobrevivir, lo que genera toda una estrategia neurohormonal para garantizar ese comportamiento de crianza tanto en la madre como en el bebé que permita la lactancia y el contacto frecuente entre ambos. Hoy sabemos que tanto durante la gestación como durante la lactancia existe una íntima comunicación entre madre e hijo que ocasiona, por ejemplo, que décadas después de parir una mujer todavía conserve células de sus hijos en su cuerpo y viceversa (microquimerismo maternal y fetal) Biológicamente madre e hijo somos un continumm, esa es la realidad. Aunque, francamente, dudo que para ver esa realidad necesitemos acudir a la ciencia y a su método científico. Sólo hay que echar un vistazo a la sabiduría popular que en sus muestras de arte, en su refranero popular o simplemente con frases como "madre no hay más que una" siempre ha reflejado el papel insustituible de la madre en la vida de sus hijos. Biología y cultura en este aspecto van de la mano.

¿Se pueden establecer paralelismos entre los hijos adoptados de los años cuarenta, cincuenta o sesenta, de los que ya son adultos y sabemos cómo evolucionaron esas heridas primales, con los hijos de gestación subrogada? ¿Se producirán en ellos las mismas búsquedas de mayores? ¿Habrá algo nuevo que añadir?

En los últimos años ha habido un enorme avance en el conocimiento de las necesidades específicas de los hijos adoptados como, por ejemplo, el de conocer sus raíces biológicos, el que se tenga en cuenta su "mochila", el que no se obvie ni se esconda la adopción y siempre, siempre, se les diga la verdad. Para que esto haya sucedido han sido necesarios años de investigación, reconocimiento y luchas legales. Pero parece que, desgraciadamente, ninguno de estos derechos reconocidos con tanto esfuerzo son hoy por hoy aplicables a los hijos nacidos mediante donación de gametos o vientres de alquiler. Y si la situación se mira desde el punto de vista el bebé, podemos observar que no hay realmente diferencias entre los bebés abandonados o cedidos al nacer y posteriormente adoptados y los bebés producto de un vientre de alquiler y gametos de donantes desconocidos.

¿Hay diferencias en esas heridas primales si el bebé nacido de un vientre de alquiler es entregado después a una pareja donde al menos hay una mujer? ¿La herida primal será la misma o se atenuará por la presencia de una madre que es adoptiva?

Esta es una pregunta difícil de contestar desde una perspectiva científica, más que nada porque prácticamente no se ha estudiado directamente sobre ello. Mientras que ya hay estudios valorando los efectos que puede tener ser criados por parejas homosexuales (en los que juntan muchas veces en el mismo grupo a las parejas de hombres y de mujeres) o heterosexuales (21), que yo sepa todavía no hay ninguno valorando concretamente la importancia de la figura materna (y femenina), especialmente en bebés recién nacidos. Sabemos que lo mejor para cualquier bebé es que se respete el continumm con su madre biológica pero, cuando este ya se ha roto, ¿Es igual de bueno una madre adoptiva que un padre adoptivo? Lo que todos tendemos a contestar es que mientras el bebé reciba amor, lo de menos es la identidad sexual de la persona que lo adopta. Pero desde un punto meramente biológico el cuerpo de la mujer está optimizado para la crianza: desde la producción de una serie de hormonas que nos estimulan el comportamiento de cuidado que satisface las necesidades de los bebés hasta la presencia de glándulas mamarias, capaces de dar leche con la estimulación apropiada incluso cuando no ha habido un embarazo previo.

Este último detalle, muy políticamente incorrecto, parece intrascendente, pero poder dar el pecho a tu bebé (con más o menos producción de leche) puede facilitar enormemente la formación del vínculo y suponer un beneficio importante para la salud del hijo.

Eso al menos parece demostrar la investigación sobre la lactancia adoptiva. Los testimonios de las madres adoptivas que han dado de mamar (A, B) refuerzan esta idea. En palabras de Olza y Marín Gabriel:

"Las hormonas que dirigen la lactancia se producen en el sistema nervioso central y, además de actuar sobre la glándula mamaria, actúan sobre el cerebro de la madre facilitando la conducta maternal. La oxitocina tiene un papel especialmente relevante en este aspecto, ya que su liberación pulsátil produce en la madre sentimientos de amor hacia su cría, así como de bienestar, confianza o autoestima; y en el lactante produce relajación, serenidad y un mayor interés por las relaciones sociales".

Todas estas consideraciones hacen que expertos como Olza y Marín recomienden, en caso de dar el biberón al bebé (adoptado o no), darlo siempre como se daría el pecho. Y entre sus 7 recomendaciones para conseguirlo está la siguiente:
"Intentar que sea solo la madre la que dé el biberón,y si esto no es posible, intentar que sean solo dos o tres personas, siempre las mismas, las que se ocupen de su alimentación. Durante los primeros años de vida los bebés pueden vincularse de forma segura a cuatro o cinco personas como máximo, en las primeras semanas de vida están iniciando ese proceso con la madre y, como mucho, con el padre, abuelos o hermanos."

Tradicionalmente siempre hemos tendido a pensar que las mujeres estamos mejor preparadas para criar y cuidar y sabemos, científicamente, que las madres desarrollan comportamientos hacia sus crías que no desarrolla el padre. Hasta qué punto esto debería ser significativo a la hora de adjudicar un recién nacido, es difícil de valorar. Pero desde el punto de vista del bebé yo creo que no deberían hacerse experimentos políticamente correctos: la figura de la madre tiene un peso indiscutible en la vida de los seres humanos tanto desde la perspectiva biológica como cultural, por lo que no es difícil imaginar que un bebé que ha perdido a su madre lo que más necesita en el mundo es una persona capaz de cumplir lo mejor posible con sus funciones. ¿Es un hombre capaz de ocupar este lugar? Yo no lo sé. Lo que sí sé es que otra mujer que desee ser madre con ese deseo maternal que Casilda Rodrigañez describe en su libro La Represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente , sí lo es.

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA POR LA DOCTORA BERROZPE PARA LA ELABORACIÓN DE ESTA ENTREVISTA


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