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‘Animales nocturnos’: premeditación, soledad y alevosía
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‘Animales nocturnos’: premeditación, soledad y alevosía

sábado 04 de junio de 2016, 09:44h

Todo es normal, cotidiano, previsible. Como cada día, dos hombres jóvenes se cruzan en el rellano de la escalera y se dan los buenos días. Uno es alto y rubio, como la cerveza; el otro, bajo, moreno y algo tímido, como el español medio. El primero vuelve de trabajar y el segundo, sin embargo, va a comenzar su jornada laboral.

Pero un día -domingo, por más señas-, el Hombre Bajo se acerca al Hombre Alto en una cafetería. El encuentro parece casual, pero solo lo parece, porque el Hombre Bajo, sin más preámbulos, chantajea a su vecino después de decirle que ha averiguado que es extranjero, que su situación en este país es irregular, y, si no quiere que lo denuncie a las autoridades, deberá plegarse a ciertos caprichos cotidianos, pequeños, asumibles (charlar, tomar un vino, alguna excursión al zoo para visitar los animales nocturnos…, cosas “normales”, nada de “abusos” vejatorios). El Hombre Bajo, muy bien informado, ha conocido que se acaba de aprobar una Ley de Extranjería que persigue a los inmigrantes irregulares, y quiere aprovecharse de ella. Pero el Hombre Alto esconde también una carta en la manga y la sacará a relucir cuando le convenga…

El argumento corresponde a la obra ‘Animales nocturnos’, de Juan Mayorga (1965), que la escribió en 2002 y, un año después, en 2003, se estrenaba en Madrid en el teatro de la Guindalera en un montaje dirigido por Juan Pastor. Ahora, 13 años después, es Carlos Tuñón quien dirige una nueva versión que estos días se está representando en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. Tuñón ha rodeado su puesta en escena de un clima de inquietud, de incomodidad, de cierta presunción de que algo terrible está ocurriendo, aunque apenas sea perceptible. Los protagonistas de ese extraño sentimiento, que está muy próximo al terror psicológico, son Jesús Torres (Hombre Bajo), Pablo Gómez-Pando (Hombre Alto), Viveka Rytzner (Mujer Alta) e Irene Serrano (Mujer Baja). Los cuatro actores se ajustan muy bien a sus papeles respectivos, pero a mí me ha parecido que el de las dos mujeres exige un esfuerzo y concentración adicionales, y ambas están estupendas.

La cafetería donde se produce ese primer encuentro, los puestos de trabajo de los dos hombres, el parque, sus casas, el zoo... (“El zorro sabe muchas cosas, el erizo solo una, pero importante”, le dice el Hombre Alto al Hombre Bajo el día que van a ver los animales nocturnos)… Todos esos espacios adquieren carta de naturaleza en la escenografía de Alfonso Pizarro, y representan una gran caja rodante de construcción (casi como las de Lego), hermética, cerrada, de la que es casi imposible escapar. Una sensación que pronuncia el espacio sonoro de Mariano García, y la iluminación de Jesús Díaz Cortés.

Vecinos

La casa del Hombre Alto y su mujer, que se gana la vida traduciendo lo que va saliendo -catálogos de electrodomésticos, novelillas insulsas, y similares,...- es muy pequeña y está llena de libros y diccionarios... Él trabaja de noche en una residencia de ancianos dependientes. “Es un poco desagradable, nada más”, le dice a su chica, una noche que ella lo visita. Su casa y sus conversaciones rebosan paz. Se aman profundamente y son felices.

La pareja del Hombre Bajo y su mujer vive en una casa más grande, en el mismo edificio. Él, en sus ratos libres, se dedica a arreglar cosas para que la comunidad funcione mejor (lámparas, enchufes, ...). El hombre hace la compra, cocina, limpia el polvo, es casi un modelo a imitar... Mientras, ella, que no trabaja, se muestra sumisa, infeliz, con la autoestima por los suelos y hace ya tiempo que su marido no la toca. Padece insomnio y se dedica a ver la televisión por las noches. Las mañanas las pasa en el parque dando de comer a las palomas. Su marido no soporta que vea esos programas de madrugada. Dice de ella que “yo la he formado en todo, a mi chica, hasta en el sexo...”, confiesa al Hombre Alto.

El poder y el dominio que un hombre ejerce sobre otro en base a su distinta situación en el seno de una sociedad que dice acoger a seres humanos iguales ante la ley, puede esconder también muchas otras formas de dominación, de violencia soterrada y -lo que aún es mucho peor- socialmente aceptada y, por tanto, perpetuada. Ese es el subtexto que subyace en esta pieza de Mayorga, un autor que viene demostrando en los últimos años que es, sin duda, uno de los dramaturgos más consistentes de nuestro panorama teatral. Se comienza hablando de una cosa, pero se termina abordando muchas más, y de mucho mayor calado… Recuérdese, sino, su último e imprescindible ‘Reikiavik’ (http://www.diariocritico.com/noticia/487712/teatro/reikiavik-de-juan-mayorga-un-montaje-imprescindible.html).

Pero en ‘Animales nocturnos’, basta con los temas explícitos: xenofobia, racismo, dominación, humillación, amistad, amor, secretos, venganzas, miedos,... Muchos temas para reflexionar en una obra absolutamente vigente en nuestra sociedad, que también aparece retratada en un dibujo con muchos claroscuros sociales y políticos.

‘Animales nocturnos’

de Juan Mayorga

Dirección: Carlos Tuñón

Intérpretes: Jesús Torres, Pablo Gómez-Pando/Jerónimo Salas, Viveka Rytzner e Irene Serrano

Vestuario: Paola de Diego

Produce: El Aedo Teatro

Teatro Fernán Gómez (Madrid)

Hasta el 5 de junio de 2016

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