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La inteligencia emocional en las aulas
(Foto: Caixabank)

La inteligencia emocional en las aulas

viernes 14 de diciembre de 2018, 13:06h

La primera vez que leí sobre inteligencia emocional, fue gracias al libro de los años 90 que escribió el psicólogo Daniel Goleman en el que proponía que a pesar de tener un cociente intelectual fabuloso, éste no garantiza el éxito en la vida si no tenemos inteligencia emocional.

Después hemos leído todo tipo de libros con el mismo título o parecido y numerosas aportaciones, aunque me quedo con la del premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2011, Howard Gardner, cuando entre su Teoría de las Inteligencias Múltiples, hablaba de Inteligencias Intrapersonal e Interpersonal otorgándolas el mismo valor que al resto de habilidades. El concepto de inteligencia emocional ha llegado al mundo empresarial, a la familia, al ámbito social y también a los colegios. ¿Se puede enseñar a ser más inteligentes en lo emocional? Se llama educación emocional, educación responsable, educar para ser, aprendizaje social, habilidades sociales…

Desde luego los programas de gestión emocional en el campo educativo han sido una de las ideas más influyentes para todos, porque nos ayuda a comprender cómo la identificación de emociones (estados, sensaciones fisiológicas y cognitivas que conllevan), la gestión y la canalización – que no la inhibición-, puede favorecer nuestras relaciones con los demás. Estos programas son recursos para que los niños y niñas aprendan a procesar la información emocional. Suponen herramientas y estrategias para solucionar conflictos adecuadamente, gestionar el estrés, tener una adecuada autoestima y proveer de un lenguaje efectivo y eficaz en sus problemas cotidianos. Cuando no somos inteligentes emocionalmente, nos podemos encontrar con una fuente de conductas más o menos agresivas que ocurren en todos los entornos (fútbol, malentendidos familiares, follones en el trabajo, delincuencia…

Un programa curricular bien diseñado pretende posibilitar un entorno donde hablar de sus problemas como el rechazo, la envidia, los celos, la frustración…que al escucharlos en boca de sus compañeros sirve como experiencia compartida y conseguimos que los niños asocien la emoción con una situación vivida, siempre favorecido por un clima de seguridad y respeto. Si en la edad adulta hablaríamos de ese éxito, en la etapa escolar nos estamos jugando el rendimiento académico

El manejo adecuado de las emociones por parte del docente o de los padres debería ser un modelo equilibrado a seguir en las reacciones emocionales, atendiendo, identificando, legitimando y regulando nuestras emociones. Ese proceso es el de heterorregulación (“mis padres / mi profesora me regulan mis emociones”) a la autorregulación (“yo soy capaz de regular por mí mismo la mayoría de mis emociones”). Tenemos que enseñar a nuestros hijos / alumnos diferentes estrategias para canalizar el enfado, el miedo, la tristeza, la excesiva alegría, etc…Si somos comprensivos con nuestros hijos y sintonizamos emocionalmente con ellos, aprenderán de nuestro modelo y serán más sensibles a las emociones de los demás.

Ahora que leemos tanto sobre inteligencia artificial, deberíamos recordar cómo la emoción y los sentimientos intervienen en el funcionamiento de la mente humana y su rendimiento y cómo una inversión en este recurso puede redundar en el bienestar de la sociedad.

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