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'Trágala, trágala', delicioso sainete musical valleinclanesco de Íñigo López de Haro sobre nuestra historia más reciente

'Trágala, trágala', delicioso sainete musical valleinclanesco de Íñigo López de Haro sobre nuestra historia más reciente

lunes 13 de abril de 2015, 18:23h
Proyectadas sobre el telón, antes de comenzar la función, el público -en una especie de precalentamiento de lo que pronto va a ver-, puede leer frases como estas: "España no es una tragedia, es un sainete... El vulgo mientras se divierte no conspira... ¡Cómo vas a saber nada si tienes la desgracia de no ser español!... ¿Para qué queremos teatro si tenemos autos de fe?...  España es probablemente la nación más ignorante de Europa". Todo esto se lee en el Teatro Español de Madrid que es donde se viene representando   desde hace unas semanas una comedia satírica y musical titulada 'Trágala, trágala', de Íñigo Ramírez de Haro. 

Dramaturgo, ingeniero aeronáutico, filólogo y diplomático, Ramírez de Haro ha estrenado ya  15 obras en los cinco continentes donde su profesión principal, la de diplomático -al menos hasta ahora-, le ha ido llevando. Si, como dice el viejo refrán español, "no hay mal que por bien no venga", a partir de ahora Ramírez de Haro tiene más tiempo la pluma en la mano que la falsa sonrisa en la boca, habremos ganado todos: Por un lado, el ministerio al quitarse de en medio esa rara avis de la diplomacia española, ese gotha de la buena sociedad que defiende o debiera defender los intereses patrios allende nuestras fronteras, y el teatro   porque, si lo que escribe de aquí en adelante el autor es de la enjundia y el pitorreo patrio de 'Trágala, trágala', estoy por encabezar  una suscripción vía internet para canonizar a García Margallo, a sus antecesores  y a sus futuros sucesores.

Hacía tiempo que no daba rienda suelta en el teatro a la risa, la sonrisa y la carcajada con asuntos tan serios como los que hemos vivido en la piel de toro gracias a la dinastía de los Borbones desde hace más de dos siglos. Concentrar todo eso en poco más de dos horas, sin  perder, en esencia, el rigor histórico, y cargarlo de ironía, de sarcasmo  o de sardonismo (según convenga a la época y el personaje), no es tarea fácil. Y menos aún hacer de ello unos  ciento treinta minutos deliciosos, inteligentes, atrevidos, osados  incluso, de buen teatro. Bien es verdad que esto último no es solo atribuible al autor, sino que hay que buscar también la complicidad en el delito cometido, en primer lugar, en Juan Carlos Pérez de la Fuente, director del Teatro Español, por haber admitido que este 'Trágala, trágala' sea producido por el mismo teatro y sin escatimar medios para llevar a buen fin el montaje, aunque fuera un proyecto  ya programado por el anterior director del Español, Natalio Grueso. Un montaje excelente, delicioso, inolvidable que ha puesto en pie el director de la obra, Juan Ramos Toro (Yllana).  

Comenta Ramos Toro que las malas lenguas dicen que la historia se repite y que "por eso me ha parecido tan interesante resucitar a Fernando VII y esa parte de nuestra historia que nos ofrece un espejo en el que mirar nuestro presente". Pues -repito- mil gracias al autor y al director, por haber hecho posible todo esto en una España llena de  corrupción, exceso de nacionalismos provincianos, paro galopante y políticos profesionalizados que, en el mejor de los casos, lo mismo han oído citar un par de veces a Montesquieu y han tenido que acudir corriendo a su Ipad a buscar ese nombre a Wikipedia, que es la fuente histórica, filosófica y politológica de más rigor que manejan. A todos ellos, acaso, no les vendría nada mal dar un repasito a la historia de la España del XIX y conectarla con la del XX y el XXI para ver si descubren -como en esos juegos de los siete errores de nuestros dibujantes-, alguna que otra similitud en lo que, según  Ramírez de Haro, estamos pasando ahora por estos lares y que, por lo que vemos, se parece tanto como una gota de agua a otra gota de agua.    Musical  
 Pero, si el texto por sí mismo es un bombazo, la música (dirección, composición y letras) que ha puesto a esta farsa contemporánea la compañía Ron Lalá, es también extraordinaria. Ríase Broadway de  musicales como este, que perfectamente podrían tener cabida allí  cerquita de Times Square, en alguno de esos teatros que seguro que ha visitado docenas de veces el diplomático y autor.

El título de la comedia viene dado por esa  canción que los reales  oídos de Fernando VII tuvieron que escuchar más de una vez por negarse a firmar la Constitución de Cádiz y que, a buen seguro, tuvo que levantar la ira del monarca absolutista: «Y al que le pese / que roa el hueso, / que el liberal / le dirá eso. / Trágala, trágala, trágala / Trágala perro».

España, Dios, la patria, el rey y los nacionalismos son la diana contra la que apunta este espectáculo y que un elenco excepcional de actores viene haciendo posible desde mediados de marzo y hasta el 19 de abril en el Español. Lo encabeza Fernando Albizu (un  magnífico Fernando VII); Ana Cerdeiriña (María Antonia / Doña Carlota / y una  soberbia  locutora de televisión que transmite los episodios históricos  como reportera deportiva, y con un parecido físico asombroso con la reina Letizia); Paula Iwasaki (estupenda en el papel de Pepa la Malagueña / Reina Josefa Amalia / Reina María Cristina, y una cantante estupenda); Luis Mottola (un despierto e incisivo Tanatista); y los estupendos Jorge Machín (Regidor); Ramón Merlo (Carlos IV / Napoleón / Alagón); Balbino Lacosta (magnífica Reina María Luisa / Inquisidor Mier / Fray Juan / Saperes) y Joshean Mauleón (Goya / Obispo de León / Martínez de la Rosa / Arzobispo). Hay momentos   fascinantes y absolutamente deliciosos como ese duelo televisivo en el programa 'Buena Tinta', entre Riego y Martínez de la Rosa, presentado por la locutora -que muy pronto el público la identifica con Letizia, la misma reina de España que sueña con volver a ser ella misma-.

Pero la mirada ácida y crítica del autor no se queda en ese funesto reinado de Fernando VII sino que de su mano recorre sus antecedentes dinásticos y sus sucesores hasta llegar al mismo rey Juan Carlos y a su  hijo y sucesor, coronado hace ahora menos de un año como Felipe VI, tras la abdicación de su padre. España nunca será un país normal porque a Íñigo Ramírez de Haro, no es ya que nunca lo vayan a nombrar embajador en el Vaticano  (recuerden su polémica 'Me cago en Dios', estrenada en cinco países, el nuestro incluido, aunque no sin dificultad, pero censurada en muchos más), sino que tampoco acabará siéndolo en ninguna otra cancillería sencillamente porque ni a García Margallo, el actual ministro de Asuntos Exteriores, ni a sus predecesores y sucesores de izquierdas y de derechas -eso da igual- tampoco les ha dado ni les dará la gana de nombrarlo. Va a tener razón el autor de 'Trágala, trágala' cuando afirma eso de que "de repetirse una guerra civil como la de 1936, sería fusilado por ambos bandos". En fin, que no sé si España perderá o no un diplomático pero de lo que estoy seguro es de que, a partir de ahora, ha ganado un dramaturgo. 

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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