Crítica de la obra de teatro 'Yellow Moon (la balada de Leila y Lee)': soledad, desesperación y huida

El teatro narrativo, lleno de simbolismo y poesía se concentra en la propuesta que la joven directora Beatriz Jaén lleva ahora al Teatro Quique San Francisco, a partir del texto del dramaturgo escocés David Reig. Se trata de ‘Yellow Moon (la balada de Leila y Lee)’, una propuesta muy cinematográfica que bien pudiera encuadrarse en ese género denominado road movie, una historia itinerante que marca tanto un viaje interior como exterior de los personajes principales, en este caso, Leila y Lee, dos jóvenes adolescentes que navegan en la soledad más descarnada y se sienten insatisfechos, la mar de desgraciados por la vida que les ha tocado en suerte.

Como otros héroes literarios y cinematográficos (Bonnie and Clyde, o Holly y Kit -los protagonistas de Badlands-), Leila y Lee, se ven envueltos en un asesinato fortuito que les obliga a emprender una huida hacia lo desconocido y a enfrentarse a un sinfín de contratiempos que van a sacudir sus conciencias y a ayudarles a descubrir su posible futuro en medio de la nada y siempre alumbrados por esa Yellow moon que cada jornada alumbra a hombres y mujeres desesperados, tranquilos, desgraciados o felices.

Lo cierto es que una noche de viernes cualquiera, Leila (dulcísima, introvertida, “fea, estúpida y callada”, habitada con sumo acierto por Paloma Córdoba) y Lee (básico, lleno de violencia incontenida, solitario y frágil, también excelentemente interpretado por Raúl Pulido) se encuentran en un ‘Veinticuatro horas’, se van juntos a beber y a comer algo al muro del cementerio y allí, de manera absolutamente inesperada, se ven envueltos en un crimen del que van a tener que huir aunque no sea más que para ganar tiempo y buscar algún sentido a esa circunstancia de la que no acaban de ser conscientes de las hondas repercusiones que va a acarrear a sus vidas.

A la pareja de enamorados adolescentes la acompañan en escena los personajes habitados por Savitri Ceballos y Juan Ceacero. Estos, además de erigirse en narradores de la fábula, son también la gran estrella Molly y un cazador borracho llamado Frank, que los jóvenes se encontrarán en el transcurso de esa huida desenfrenada, desesperada y ciega hacia ninguna parte.

Al espectador lo recibe un espacio inicialmente vacío, con sólo una pantalla al fondo, que luego se ve cortado por una especie de cortina entre amarillenta y marrón, que enmarca la espesa arboleda, la montaña, el valle, el río… La simbólica escenografía es obra de Pablo Menor Palomo. La ilumina Enrique Chueca; viste a los personajes Leonora Lax, y pone música y ambiente sonoro a su peripecia vital Pepe Alacid. Todos ellos han sabido entender muy bien la óptica de Beatriz Jaén para no dar tregua al espectador en esta profunda y peligrosa aventura interior y exterior que han de atravesar los personajes para llegar a la madurez, a la conclusión de que toda acción acarrea unas consecuencias y que aceptar todo eso desemboca inevitablemente en eso que llamamos mayoría de edad, que casi nunca y de hecho, coincide con la legal y que, incluso, en algunos casos, ni siquiera llega a producirse en muchos de nuestros congéneres.

Interesante propuesta esta de ‘Yellow Moon (la balada de Leila y Lee)’, que comenzó a gestarse, creció y se consolidó en la Sala Exlimite y que ahora ha recalado sólo por unos días en la Quique San Francisco como segunda propuesta de Sala Joven. La pena es que hoy es su último día de representación.

‘Yellow Moon (la balada de Leila y Lee)’

Texto: David Greig

Dirección: Beatriz Jaén

Elenco Paloma Córdoba, Raúl Pulido, Savitri Ceballos y Juan Ceacero

Audiovisuales y ayudante de dirección: Javier L. Patiño

Escenografía: Pablo Menor Palomo

Iluminación: Enrique Chueca

Vestuario: Leonora Lax

Música y Espacio sonoro: Pepe Alacid

Cartel: Carlos Brayda (ilustración) y Álex Velasco (diseño gráfico)

Teatro Quique San Francisco, Madrid

Del 15 al 18 de junio de 2023