El día que los titulares hablaron de quiebras bancarias y recortes de crecimiento, Pedro no buscó “la operación del año”. Buscó refugio. Abrió tres gráficos: oro, dólar y Bitcoin. Tres promesas distintas de seguridad; tres formas de dormir un poco mejor cuando el mercado no deja.
A las 10:12, el rendimiento real de los bonos caía y el oro se encendió. Pedro recordó su regla: cuando los rendimientos reales retroceden y la Fed suena menos agresiva, el metal brilla. No es magia: es matemática del descuento. No compró el máximo; escaló entradas pequeñas, con stop bajo el último soporte y toma parcial en la media de 50 sesiones. El oro era su escudo contra la erosión del poder adquisitivo y contra los sustos de política monetaria. Lento, sí, pero fiable en crisis prolongadas.
El dólar, en cambio, no pedía paciencia: pedía respeto. En momentos de aversión al riesgo, el flujo corre hacia la liquidez. Pedro miró el DXY: ruptura del rango, apetito por efectivo. No compró “el dólar” a ciegas; eligió pares donde la historia suele repetirse en turbulencia (EUR/USD, GBP/USD) y ajustó tamaño. El dólar es un refugio que funciona cuando el mundo quiere efectivo, garantías colaterales y financiación barata. ¿Su trampa? Si el pánico se disipa rápido o la Fed gira, la reversión llega igual de veloz.
El tercer gráfico era el más ruidoso: Bitcoin. El activo que muchos llaman “oro digital” se movía a su ritmo: 24/7, titulares, funding rates. Inés no lo usa para proteger un día malo; lo usa para proteger un cambio de régimen: desconfianza en deuda soberana, búsqueda de activos escasos, adopción institucional. Ese día, con la volatilidad elevada, gestionó Bitcoin como lo que es: refugio aspiracional con una prima de riesgo. Entradas por tramos, cobertura parcial con futuros cuando el impulso se desboca, y una regla inviolable: nunca apalancamiento en fines de semana.
Con el café ya frío, Pedro repasó su bitácora:
- Oro para choques que comidos por la inflación o por expectativas de recortes; funciona mejor cuando los rendimientos reales caen y la política monetaria se ablanda.
- Dólar cuando manda el “cash is king”: ventas masivas, margin calls, búsqueda de colateral. Alta liquidez, reversiones rápidas.
- Bitcoin para narrativas de largo plazo sobre escasez y descentralización; premio por riesgo alto, volatilidad extrema y ventanas 24/7.
Ese día no ganó una fortuna. Ganó algo más útil: tiempo. Sus coberturas en oro amortiguaron el susto; las posiciones largas en USD le pagaron el pánico; y en BTC solo se permitió una posición “core” modesta, sin dejar que el ruido la sacara del plan.
Al cerrar, escribió una línea que ahora relee cada vez que el mercado tiembla: “Refugio no es esconderse; es comprar margen de maniobra”. Oro, dólar y Bitcoin pueden protegerte, pero cada uno exige su propio manual: datos (rendimientos reales, DXY, liquidez), reglas (tamaño, stops, escalado) y humildad para aceptar que ningún activo te salva de todo, todo el tiempo.
La incertidumbre vuelve. Siempre. Y cuando lo haga, Pedro ya sabe qué abrir primero: no un tuit, sino tres gráficos y un plan.